SALUD CORPORAL, MENTAL Y ESPIRITUAL
David Alberto Campos Vargas
I
El hombre es cuerpo, mente y espíritu. En unidad. Si se ignora cualquiera de esas dimensiones, se ignora al hombre mismo. Cuerpo, mente y espíritu son consubstanciales. Por ello, si se busca bienestar emocional y plenitud de vida, se deben trabajar los tres aspectos.
Es un error enfocarse en sólo una de las anteriores facetas. En tiempos prehistóricos y durante buena parte de la Edad Media, se puso mucho énfasis en el espíritu, se trabajaron sólo unos aspectos de la mente y se descuidó la salud corporal. A finales del siglo XX, se hipertrofió lo corporal, se hizo énfasis en lo mental-cognitivo-intelectual y se empezó a dar la espalda a lo espiritual. Ahora, en este siglo XXI de cultura light y narcisismo, el cuerpo es el rey absoluto, la mente una lacaya (usada sólo para potenciar el hedonismo y para alejar el remordimiento ante un estilo de vida cada vez menos empático y menos solidario), y el espíritu, un completo desconocido.
En aras de abordar con lucidez y eficiencia la totalidad del ser humano, busqué con la psicoterapia formativa rescatar esta triple realidad que conforma una indisoluble unicidad (la vida del hombre), y trabajar en los tres campos (corporal, mental y espiritual). Por eso las metas de la psicoterapia formativa le apuntan a la totalidad de la vida; el cuerpo, la mente y el espíritu son igual de importantes, porque conforman una sola esencia y son indivisibles, así como la vida humana es indivisible.
II
A nivel corporal, deseo que cada persona crezca en los hábitos de vida saludable, en la ética del autocuidado y en la consideración del organismo como el templo del Espíritu Santo que es, pleno en dignidad y necesario para la interacción con los demás y con el mundo. A nivel mental, propongo una visión integral de las funciones psíquicas y de sus procesos, en aras de potenciar los aspectos tendientes a la plenitud y de transformar aquello que dificulta o impide la salud. A nivel espiritual, procuro la satisfacción de las necesidades más profundas y sublimes de mis consultantes, así como la formación en valores y la construcción de caminos que permitan encontrar a cada persona su felicidad y su realización personal.
Espíritu, mente y cuerpo. Tres dimensiones de una misma realidad ontológica. Al ser expresiones de un mismo ser, el hombre, deben ser cuidadosamente abordadas en cada encuentro preparado para que dicho hombre se forme madura y armónicamente. Cada sesión de psicoterapia formativa, como está encaminada hacia la plenitud existencial, es por ello un crecimiento tanto corporal como mental y espiritual.
III
La psicoterapia formativa está hecha para todos. No se limita al ámbito clínico. Por lo mismo que todos los seres humanos son perfectibles y hasta el día de su muerte pueden mejorar y aprender, no hace discriminaciones ni jerarquizaciones. La totalidad de la población se puede beneficiar de este tipo de psicoterapia.
Hay una acuciante necesidad de un nuevo modelo de atención en psiquiatría, distinto del que se ofrece típicamente en consultorios, clínicas y hospitales (restringido a lo mental, reducido a lo biológico, burdo, mediocre, limitado al tratamiento farmacológico de los síntomas más severos, y enfocado en el segmento de la población más enferma). Los aspectos espirituales no pueden seguir siendo negados/ignorados. La totalidad de las funciones mentales debe ser abordada. El cuerpo debe ser revalorado. Las intervenciones tienen que dejar de ser netamente farmacológicas. Y lo más importante: la ayuda no puede seguírsele negando a la inmensa mayoría.
Sé que la psicoterapia formativa puede asumir un rol de liderazgo en el rescate de la visión integral del ser humano, y puede contribuir al éxito de esta renovación del ejercicio de la psiquiatría. ¿Por qué? Porque al ser la psicoterapia formativa un modelo total, suficientemente útil, práctico y versátil, puede ser de utilidad para la casi totalidad de la población. No es una terapia exclusiva para tal o cual segmento poblacional. Sólo se necesitan las condiciones suficientes para permitir el aprendizaje. ¿Quién no se beneficia de un modelo que permite la formación integral de la persona para alcanzar la felicidad, la armonía, la realización, la adecuada gestión de las emociones, la reflexión, el aprendizaje significativo, la mejoría intrapersonal e interpersonal, la reconexión con lo trascendente, en fin, el éxito vital?
IV
Se requiere un cambio en la atención psiquiátrica; de hecho, las categorías "psiquiatría" y "salud mental", tal como son entendidas hoy, se revelan insuficientes e incompletas. Frente a un servicio limitado en tiempo y recursos, que en vez de contribuir a la salud perpetúa los factores asociados a la enfermedad, y que asume que los pacientes siempre estarán encadenados a cierto tipo de déficit o desventaja (en una espiral de desesperanza aprendida, copiado de impresiones diagnósticas de antaño, mediocridad en el tratamiento y encuentros limitados a rastrear efectos secundarios y reformular), es preferible un modelo de cuidado integral como lo es la psicoterapia formativa, más generoso en tiempo, más inteligente en el uso de recursos, holístico (en la combinación estratégica de distintos abordajes terapéuticos, psicosociales, ocupacionales, espirituales, artísticos y lúdicos), enmarcado en las posibilidades y no en las limitaciones, abierto a que la población general alcance la felicidad y la plenitud, hermanado con la esencia real del ser humano (cuerpo, espíritu y mente), encaminado no sólo a paliar síntomas sino especialmente a ofrecer bienestar y oportunidades para el crecimiento personal, familiar, comunitario y social.
Asimismo, frente al enfoque reduccionista que, basado en lo puramente farmacológico y neurobiológico, descuida los otros aspectos de la vida, es imperioso renovar la psiquiatría y llevarla mucho más alto, sacándola de su prisión farmacológica y reintegrándola con la psicoterapia. Las personas necesitan también reinventarse, redefinirse, re-crearse, pensarse de manera distinta, escribir, pintar, meditar, orar, ampliar su inteligencia emocional, expandir sus habilidades, ejercitarse y compartir en distintos escenarios. Es decir: necesitan formarse, estructurarse de una manera radicalmente distinta: no alrededor del problema o el trastorno, sino alrededor de la esperanza y la posibilidad de plenitud existencial.
V
Uno de los más grandes errores de la psiquiatría fue el haberse limitado a sí misma, confinándose en los manicomios y las clínicas. Así, dejó de ser una ciencia humana y filosófica. Se convirtió en una parodia de sí misma, encerrándose entre paredes, rejas y barrotes, y limitada a un enfoque médico precario, similar al de las cuarentenas: "encerrar al loco para que no se escandalice el cuerdo". Y resultó ser que, como todos los seres humanos tienen carencias en cuanto a su salud espiritual, mental y corporal, los "cuerdos" se quedaron desatendidos, casi sin posibilidades de formación integral y crecimiento personal. El interés de los clínicos se centró en la población más gravemente enferma, y se vio perjudicada el 90% de la gente (la que no está demasiado mal, pero tiene de todas formas grandes necesidades afectivas, relacionales, cognitivas y volitivas). Es más: se creó la errónea sensación de que sólo los pacientes hospitalizados estaban necesitados de salud y bienestar, mientras que el resto de la gente (los "de afuera") estaba "sana". La gran mayoría de la población se quedó sola. Aislada del mundo real, encerrada en discurso autoexcluyentes y autoestigmatizantes, la psiquiatría se vio reducida a un quehacer institucional desconectado de la persona humana.
Las típicas instituciones psiquiátricas son limitadísimas, tanto en sus criterios como en sus logros. Lo triste es que muchas veces cuentan con un recurso humano formidable. No es que sean mediocres porque sus empleados lo sean; son mediocres porque en ellas prima la creencia de que sólo "los de adentro" están necesitando bienestar emocional, porque las rigen los criterios económicos y administrativos, porque los directivos se esmeran en alcanzar resultados estadísticos pero ignoran la realidad del quehacer clínico, porque el personal asistencial es subvalorado y maltratado (no solamente en términos de salarios injustos: también en cuanto a que sus integrantes son muchas veces perseguidos, víctimas de un clima laboral tóxico y asediados por algunos administrativos a los que sólo les importa disminuir los costos, así sea en detrimento de la calidad), porque se escucha cada vez menos al paciente (y, por ende, se cometen frecuentemente errores diagnósticos y terapéuticos); en suma, porque se ha dado en confundir vocación con oficio, profesionalismo con frialdad, y hospitalidad con ánimo de lucro.
VI
Desde que inventé la psicoterapia formativa, me propuse liberar la psiquiatría de las taras anteriormente descritas. Quise desinstitucionalizarla, despatologizarla, desarrollarla fuera del ámbito clínico. Y, especialmente, quise que fuera una especialidad para todos, capaz de llegar a todos, porque todos los seres humanos están muy necesitados de ella.
Concebí la psicoterapia formativa para ayudar a todas las personas, incluso las que pasan por "sanas" y no tienen ningún trastorno psiquiátrico mayor, pero están expuestas, inevitablemente, a los duelos y las dificultades propias de la vida. Estas personas, tradicionalmente descuidadas por las instituciones supuestamente promotoras de salud, son una mayoría discriminada y sufriente, expuesta crónicamente a la infelicidad, la insatisfacción, la atomización (o, al menos, a la insuficiente integración) y los diversos sufrimientos derivados del no poder vivir a plenitud y en plenitud.
La psicoterapia formativa le apunta a la plenitud de la vida a través de la formación integral, un camino certero hacia la realización personal y la conquista de la felicidad. Y quiere eso para todos. Nadie se queda por fuera. Es por ello que supera las concepciones arcaicas y se abre a nuevos horizontes, entendiendo que la salud no está circunscrita a los hospitales, sino que se construye en la normalidad cotidiana.
Creo que la Humanidad ganará mucho cuando logre entender que los objetivos terapéuticos no son solamente para la población institucional, sino para todo el mundo. Si todos los seres humanos se abrieran hacia la plenitud existencial por medio de los cuidados de la unidad indivisible de cuerpo, alma y espíritu, tendríamos un gran avance en términos globales. La formación de una personalidad sana, equilibrada y ecualizada, la reflexión y la praxis filosófica, la transformación del ser, la redefinición y la remodelación del self, la gestión adecuada de las emociones, los pensamientos y las conductas, el rescate de la trascendencia, la dicha de unas buenas relaciones interpersonales y el logro de una vida fecunda y armónica, en todos los habitantes del planeta, provocarían una verdadera revolución mundial. Tendríamos una Humanidad feliz, solidaria y amorosa.
VII
La psiquiatría será realmente eficaz cuando pueda comprender esta triple realidad del hombre. Cuando busque no sólo encerrar al psicótico, sino brindar ayuda genuina a todos los seres humanos, y en todos los niveles (corporal, mental y espiritual), podrá generar un impacto positivo real y perdurable. No se puede limitar a prescribir medicamentos buscando un mero alivio sintomático.
Para que la psiquiatría sea una especialidad verdaderamente útil para la población mundial, requiere potenciar el bienestar corporal, mental y espiritual. Esto implica una adecuada nutrición, equilibrio fisiológico, ejercicio, deporte, sana alimentación, promoción de la salud, prevención de la enfermedad, múltiples escenarios de recuperación y descanso, contacto con la naturaleza, buen humor, tratamiento apropiado de las dolencias físicas y, en especial, autocuidado y calidad de vida. Implica también potenciar la salud mental y emocional, a través de diversas prácticas terapéuticas, oportunidades para el desarrollo y la maduración, entrenamiento en inteligencia emocional y gestión de la conducta, oportunidades para el empoderamiento y acciones tendientes a la generación de resiliencia. Y, por supuesto, implica potenciar la plenitud espiritual, el acercamiento a la Fuente Universal, al Sumo Bien que es el motor de todo cuanto existe, y al cual anhela regresar el alma humana.
Desde la psicoterapia formativa, propongo estos sencillos pero al mismo tiempo contundentes mecanismos para la potenciación de las tres dimensiones humanas fundamentales:
1. Conectar con Dios y con lo trascendente en la cotidianidad.
2. Valorar lo bello y lo sublime que está presente aún en los detalles aparentemente ordinarios.
3. Orar.
4. Meditar.
5. Realizar ejercicios de atención plena.
6. Cultivar el gusto por las bellas artes.
7. Disfrutar de la actividad literaria.
8. Escuchar música.
9. Expandir el conocimiento.
10. Acceder a la alta cultura.
11. Fortalecer el vínculo con amigos de verdad (apoyadores, prestos a escuchar, empáticos, validadores, prudentes, cálidos, generosos, afectuosos, optimistas, sensatos, resilientes, listos a sacar los aspectos más luminosos del prójimo).
12. Leer textos edificantes.
13. Realizar retiros espirituales.
14. Pertenecer a grupos de apoyo.
15. Viajar.
16. Comer en compañía de los seres queridos.
17. Alejarse de personas perniciosas (aquellas que muestren envidia, rencor, escasa empatía, celos profesionales, placer en dañar a otros, narcisismo patológico, agresividad, desregulación emocional, imposibilidad para compadecerse y otros rasgos enfermizos).
18. Cultivar la tolerancia.
19. Realizar actividad física.
20. Emparejarse con una persona amorosa, fiel, responsable, honesta, colaboradora, pródiga en actos de cuidado y ternura, leal, prudente, amable, respetuosa, alegre, misericordiosa, dulce, empática y solidaria.
21. Tener un director espiritual.
22. Tener un buen psicoterapeuta.
23. Centrarse en los procesos, más que en los resultados.
24. Garantizarse una buena higiene del sueño.
25. Alimentarse de manera saludable.
26. Entender que el dinero viene y va, y que sólo es útil si está al servicio de la realización personal.
27. Perdonar.
28. Pedir perdón por los errores, voluntarios e involuntarios.
29. Avanzar sin prisa hacia los logros deseados, disfrutando del camino.
30. Mantener la fe, aún en las tormentas de la vida.
31. Tener esperanza y optimismo.
32. Saber pedir ayuda.
33. Apuntar a la plenitud existencial (la sumatoria de la felicidad y la realización personal).
34. Cultivar la gratitud.
35. Sentir gozo y satisfacción por el hecho de ser y estar en el mundo.
36. Detectar y tratar adecuadamente cualquier condición psicológica o psiquiátrica que aparezca. Todo ser humano está expuesto a pérdidas, fracasos y sufrimientos de toda índole, y cada vez son más frecuentes las enfermedades afectivas, las adicciones, los trastornos de personalidad, las dificultades interpersonales y otros problemas psicosociales. Lo importante es afrontarlos inteligentemente y a tiempo.
37. Permitirse múltiples y variadas formas de descanso.
38. Aprender a ver las cosas en perspectiva, sin tomárselas de manera personal.
39. Especializarse en encontrar diversas respuestas y soluciones frente a cada problema que vaya surgiendo en la vida, y moverse en ellas con fluidez y flexibilidad.
40. Encontrar la forma de sentirse bien, independientemente de las circunstancias.
41. Cultivar la versatilidad.
42. Disfrutar de la espiral formativa (reformulación, reforma, redefinición integración, equilibrio, armonización y ecualización del propio ser).
43. Sentirse libre de ataduras, a la hora de madurar y avanzar en la adquisición de nuevas habilidades.
44. Ser consciente de todas las cualidades que se tienen.
45. Depender cada vez menos de lo que los demás comenten u opinen. Saber que la aprobación externa es irrelevante en un mundo cada vez más confundido y contaminado de antivalores, y que lo importante es saber que se está haciendo lo correcto y que al único que hay que agradar es a Dios.
46. Saber que el dolor no tiene que implicar sufrimiento. Las experiencias dolorosas hacen parte de la vida, pero se pueden asumir como un aprendizaje y una oportunidad de crecimiento y mejoría.
47. Aprender a observar y describir sin juzgar la realidad.
48. Participar inteligente y activamente en el mundo, influyendo en aquello en lo que es posible influir, haciendo lo que funciona y es eficaz a la hora de crecer en virtudes, vivir saludablemente, formarse como una persona plena y estructurar una vida alrededor de la felicidad y el bienestar.
49. Profundizar en el autoconocimiento.
50. Ver el lado positivo en todas las situaciones de la vida.
51. Aprender a respirar. La respiración abdominal, pausada y profunda, es fuente de salud y ayuda a mantener la calma en todos los escenarios.
52. Pensar, reflexionar y analizar muy bien la realidad, antes de tomar decisiones o acciones.
53. Usar la sublimación tan a menudo como sea posible.
54. Entender que no se pueden controlar ni el pensamiento ni la conducta de los demás, pero que sí se tiene señorío sobre sí mismo.
55. Comprender la condición humana, con sus luces y sombras. Y aceptar al otro tal como es.
56. Amar a Dios y al prójimo.
57. Entender que todas las metas son alcanzables, pero que la felicidad no depende de alcanzarlas, sino de divertirse y crecer recorriendo el camino hacia ellas.
58. Resignificar las cosas: lo "traumático" puede hacerse pedagógico y formativo.
59. Experimentar la vida con serenidad, aprendiendo de todo, sacándole partido y provecho a cada experiencia.
60. Entender que todo pasa, que nada en este mundo es permanente.
61. Abrirse a la posibilidad de cambio y transformación, en aras de una existencia cada vez más plena.
62. Captar que la posición jerárquica, las lisonjas y el visto bueno de los demás, el dinero, los bienes materiales, los títulos y las posesiones, no tienen nada que ver con qué tan feliz o pleno pueda sentirse el hombre.
63. Percatarse de la ventaja de evitar los discursos radicales y la polarización del pensamiento, pues son masivos, provocan reacciones intensas, desgastan y pueden desatar agresiones de todo tipo.
64. Entender que se puede construir una vida satisfactoria desde la originalidad y la libertad completas; cada quien, en su realidad y su circunstancia tiene todo el derecho y todas las posibilidades de realizarse como persona, si se rige por los valores universales del amor, la bondad, la honradez, la paz, la verdad, la justicia, la responsabilidad y la solidaridad.
65. Entender que Dios es amoroso, omnipotente y misericordioso: siempre está acompañando y protegiendo a Sus criaturas.
66. Pasear a diario en medio de una arboleda, un bosque o, al menos, un parque.
67. Frente a los errores propios: pedir perdón, perdonarse, corregirse, cambiar y tener la certeza de que no se volverá a incurrir en esa conducta que le hizo daño al prójimo.
68. Mantener la claridad mental y la tranquilidad a pesar de la presión del mundo (que va atolondradamente, a toda velocidad).
69. Darse la oportunidad de aprender a amar, observando la incondicionalidad, la ternura y la fidelidad del amor de un perro.
70. Bendecir, muchas veces al día.
71. Felicitar, cada vez que alguien esté realizando algo bueno.
72. Hacer de la vida religiosa una vida genuina de relación con Dios, potenciadora del amor, de la misericordia y del servicio desinteresado.
73. Ejercer la sexualidad en la monogamia, la intimidad respetuosa, el compañerismo y la dignificación del prójimo. Si se han hecho votos de castidad, entender que suele ser mucho más placentera una vida serena y continente.
74. Vivir el estado civil propio con responsabilidad, elegancia y grandeza: una soltería para aprender y prepararse, un matrimonio para desplegar todo el potencial amoroso y oblativo, una viudez para el testimonio y la satisfacción del deber cumplido.
75. Confiar en sus capacidades, y especialmente, en la ayuda del Señor.
76. Buscar la excelencia, pero ser indulgente ante las fallas.
77. Gestionar las emociones con sabiduría, entendiendo que no hay emociones "positivas", ni "negativas", sino solamente emociones, y que siempre están fluyendo, dándole paso a nuevas emociones.
78. En medio del devenir de las emociones, lograr una serenidad constante. Que el tono emocional básico sea la tranquilidad.
79. Tener determinación, fuerza de voluntad, constancia y coraje para transformar las cosas que se pueden cambiar, y tener calma y ecuanimidad para aceptar las cosas que no pueden ser cambiadas (porque ya pasaron, porque son asuntos de otros o porque no es nuestra misión cambiarlas).
80. Aprender a sobreponerse al impulso de acción, autodirigirse con prudencia y decidir con autonomía.
81. Recrearse y divertirse con frecuencia.
82. Realizar actividades creativas (escribir, dibujar, pintar, esculpir, tejer, etcétera) en las que el espíritu vuele libremente, sin coacciones ni ataduras, el cuerpo encuentre descanso y la mente pueda centrarse plenamente.
83. Tener una vivienda apropiada, digna y agradable, que represente un hogar acogedor y seguro.
84. Dejar un legado.
85. Sacar el máximo provecho de la personalidad y los demás recursos (físicos, psicológicos, espirituales, materiales, sociales, cognitivos y emocionales) del ser.
86. Forjar una cosmovisión nueva, en la que es posible una vida plena (llena de gozo, bienestar, autoaceptación y sensación de logro).
87. Diseñar planes que no dependan de los demás, sino del propio esfuerzo; gozar mientras se va dando el proceso de hacerlos realidad (así en ocasiones haya que modificarlos o cambiarlos); celebrar cada paso en dicho proceso.
88. Exprimir al máximo la vida, disfrutando de la diversidad de placeres que ofrece.
89. Elogiar, apoyar, acompañar y amar sinceramente.
90. Ayudar al necesitado.
91. Visitar al viudo, al enfermo, al preso y al solitario.
92. Promocionar a quienes la sociedad desprecia, discrimina y estigmatiza.
93. Dar prioridad a lo que ennoblezca el alma.
94. Alegrarse por cada triunfo obtenido.
95. Satisfacer las aspiraciones más profundas.
96. Conseguir todo lo que se anhela actuando éticamente, según los planes de Dios y en coherencia con los valores eternos.
97. Profundizar, pese a que el mundo tienda a la superficialidad.
98. Acoger la sencillez y la simplicidad en cada esfera de la vida.
99. Alejarse de los querulantes, los pendencieros y los picapleitos.
100. Llenarse de motivos para vivir: optar por la vida, cada día.
101. Iluminarse, para poder iluminar.
102. Domar la ira y la frustración: que cada vez sean menos intensas.
103. Multiplicar los momentos de alegría.
104. Sonreír más a menudo.
105. Estimular el buen humor y la capacidad de reírse.
106. Recuperar la capacidad de asombro.
107. Valorarse y quererse independientemente de las calificaciones externas.
108. Comunicarse con asertividad, amabilidad, respeto y caridad.
109. Aprender a entretenerse y sentirse a gusto con facilidad.
110. Pasar tiempo de calidad con los seres queridos.
111. Trabajar en lo que genere felicidad, bienestar y satisfacción vital.
112. Salir de aquellos trabajos que deterioren la calidad de la vida o constituyan una fuente inagotable de estrés y frustraciones.
113. Reconocer, en sí mismo y en el prójimo, las cualidades y las buenas acciones.
114. Emprender e intentar. Una y otra vez. Sin miedo.
115. Buscar la originalidad y la innovación.
116. Sentirse útil, independientemente de las expectativas ajenas.
117. Conservar aquellas amistades que demuestren incondicionalidad e integridad.
118. Vivir en una comunidad en la que todos los derechos humanos estén garantizados.
119. Aceptar los errores, las caídas, los desatinos y los desaciertos, sin torturarse con remordimientos estériles, y lanzarse a corregirlos con determinación y gallardía.
120. Entender que la prosperidad y la riqueza no tienen que ver con los ingresos monetarios.
121. Actuar de manera consciente, responsable, ordenada, efectiva y fecunda.
122. Saborear cada experiencia, y sacarle todo el provecho posible.
123. Elaborar y sanar todo aquello que genere dolor o conflicto.
124. Dejar de vivir como afrentas o insultos los actos que nacen de la estupidez, la inexperiencia o la ignorancia ajenas.
125. Alegrarse de cada nuevo avance hacia la maduración y el mejoramiento del carácter.
126. Renunciar a todo lo que pueda ser ocasión de pecado.
127. Aceptar los procesos de enfermedad y envejecimiento.
128. Entender que no todo en la vida resulta como se desea o se planea.
129. Encajar los momentos difíciles con fuerza, entereza y madurez, sabiendo de antemano que son transitorios, tendrán solución y dejarán una enseñanza.
130. Rechazar todo lo que sea pesimista, violento o desesperanzador.
131. Sufrir lo menos posible, aprender lo más que se pueda.
132. Aspirar a lo grande, lo legendario, lo glorioso y lo sublime, y perseverar hasta lograrlo, con fe y humildad (y sabiendo que, aún si no se consigue, valió la pena intentarlo).
133. Saber liderar.
134. Entender que el liderazgo no tiene que ver con tener un cargo de poder.
135. Rodearse de personas honestas, responsables, trabajadoras, constantes, decentes, francas y veraces, tanto en la vida pública como en la vida privada.
136. Alejarse de quienes viven en medio de intrigas, trampas y planes para perjudicar al prójimo.
137. Tomar por lo menos cuatro vacaciones largas y doce vacaciones cortas al año.
138. Alejarse de toda sustancia tóxica, así sea legal y socialmente aceptada.
139. Alegrarse en la realización de todo lo que sea benéfico, provechoso, formativo y edificante.
140. Entender que los tiempos de Dios son perfectos, y que la prisa y la impaciencia humanas van de la mano con la inmadurez y la necedad.
141. Huir de los trabajos mal remunerados, repetitivos, y alienantes, en los que haya mal clima laboral, en los que se haga daño al prójimo o en los que no se pueda innovar.
142. Hacer que el trabajo no ocupe más de 1/3 del tiempo de vigilia.
143. Dormir lo suficiente como para estar al día siguiente con la suficiente energía como para poder lanzarse a concretar lo planeado.
144. Darse el gusto de corregirse, mejorar y perfeccionarse.
145. Encontrar la felicidad en hacer una cosa a la vez, haciéndola de manera excelente.
146. Recordar que la bondad es compasiva.
147. Atreverse a hacer tantas cosas bellas y maravillosas como quiera.
148. Confiar en lo que se es: alguien grande, capaz de hacer cosas grandes, que merece vivir y ser feliz.
149. Mirar, paso a paso, todos los días, lo bello y valioso que ofrece la vida.
150. En vez de enfocarse en lo deficitario o defectuoso, centrarse en sacar partido de lo que hace mejor.
VIII
Como es evidente, la separación entre cuerpo, mente y espíritu es completamente artificial. De hecho, es simplemente didáctica. La unidad indisoluble del ser humano es innegable. Es por eso que las anteriores recomendaciones son útiles para todas y cada una de las dimensiones de la persona.
La psicoterapia formativa permite la salud corporal, mental y espiritual tejiendo logros complementarios: formación integral, plenitud existencial, felicidad, realización personal, bienestar, trascendencia, integración psíquica, reconexión con Dios, estructuración de una personalidad sana (armónica, equilibrada y ecualizada), reflexión, redefinición, reconceptualización, praxis filosófica, gestión inteligente de las emociones, optimización de las funciones psicológicas, mejoría en las relaciones, uso eficiente de los recursos, autodireccionamiento, fe, esperanza, madurez e integridad. Es una vía útil para que la psiquiatría pueda lanzarse de nuevo a explorar, de manera creativa e innovadora, múltiples estrategias de salud para la población mundial.
Para finalizar, deseo hacer una gentil invitación al lector: busque siempre, con entusiasmo y alegría, trabajar en sí mismo, en la totalidad de su ser. Tener buena salud espiritual, mental y corporal es un derecho humano fundamental, aún en espera de ser garantizado en nuestra época.
*
David Alberto Campos Vargas
Médico y Cirujano, Pontificia Universidad Javeriana
Especialista en Psiquiatría, Pontificia Universidad Javeriana
Neuropsicólogo, Universidad de Valparaíso
Neuropsiquiatra, Universidad Católica de Chile
Filósofo, Universidad Santo Tomás de Aquino
Cómo citar este artículo: Campos Vargas, D.A. (2023) Salud espiritual, mental y corporal. Revista Virtual de Psicoterapia Formativa, julio de 2023.
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