miércoles, 18 de agosto de 2021

BREVE ANÁLISIS DE "FRAGMENTADO" (SPLIT), por Daniela Londoño Cañas

Fragmentado (Split) es una película dirigida y escrita por M. Night Shyamalan y protagonizada por James McAvoy, quien interpreta a Kevin, un paciente con trastorno de identidad disociativo (o como nos referiremos a esta entidad en lo sucesivo, TID), quien convive con 23 personalidades, incluyendo al original. La cinta inicia con el rapto de un grupo de adolescentes para que sean devoradas por una vigesimocuarta personalidad, “La Bestia”, quien en el transcurso del largometraje es revelado como un ser poderoso y aparentemente con habilidades sobrenaturales. A continuación, se presenta el ejercicio diagnóstico del antagonista y personaje principal de la película.

Si partimos de la impresión diagnóstica de un TID, debemos establecer su definición y dejar claros los criterios diagnósticos propuestos por el manual DSM-V. El TID es una perturbación de la identidad que se caracteriza por dos o más estados de la personalidad bien definidos, que se puede describir en algunas culturas como una experiencia de posesión. La perturbación de la identidad implica una discontinuidad importante del sentido del yo y del sentido de entidad, acompañado de alteraciones relacionadas del afecto, el comportamiento, la conciencia, la memoria, la percepción, el conocimiento y/o el funcionamiento sensitivo-motor. Estos signos y síntomas pueden ser observados por parte de otras personas o comunicados por el individuo (1). Kevin Crumb encaja fácilmente en esta descripción con sus múltiples personalidades definidas, presentando al menos tres en los primeros minutos de la película.

El personaje principal cumple también con los demás criterios diagnósticos, que incluyen lapsos recurrentes en la memoria incompatibles con el olvido ordinario, malestar clínicamente significativo o deterioro en lo social, laboral u otras áreas, y síntomas que no se pueden atribuir a los efectos fisiológicos de una u otra afección médica. Entre los diagnósticos diferenciales que suelen considerarse en un individuo con TID están la esquizofrenia, el trastorno amnésico debido a enfermedad médica, el trastorno amnésico persistente inducido por sustancias psicoactivas y las crisis parciales complejas, que suelen ser breves. Sin embargo, el cuadro de Kevin no encajaba con los criterios de ninguna de estas alternativas.

La explicación más acertada de la causa del trastorno en el personaje principal de la película, es que se trata de un mecanismo por el cual se evade el maltrato severo que sufrió en su niñez. Esto se deduce por las escenas retrospectivas a lo largo de la película, en las que se hace evidente el maltrato frecuente que sufría Kevin por parte de su madre, el cual era tanto físico como psicológico. Se ha propuesto como modelo patológico de esta entidad una teoría en la que el cerebro crea múltiples personalidades alternas, con rasgos distintos, en las que no esté presente la experiencia negativa y de este modo sobrevivir a esta (2), esto se ha confirmado en la búsqueda retrospectiva de abuso infantil en pacientes con diagnóstico de TID (3). Así, el único que vive el maltrato es la personalidad principal del protagonista y no las demás, es por esto que la manera en la que se logra controlar al personaje es evocando a Kevin, llamándolo por el nombre completo y dejándolo expuesto, lo que lo vuelve vulnerable y fácil de controlar. Hacia el final de la película, sólo una de las tres adolescentes secuestradas sobrevive, ya que, al percatarse de las cicatrices del cuerpo de la víctima, la personalidad violenta (“La Bestia”) la identifica como una atormentada más por el abuso infantil y le perdona la vida.

La existencia del trastorno como tal ha sido ampliamente cuestionada. Varios autores han postulado sus dudas acerca de la falta de claridad con respecto al concepto de disociación y hasta qué punto sus raíces se encuentran en la experiencia clínica de la hipnosis (4), sugiriendo que el diagnóstico de TID podría ser inducido por conflictos inconscientes y compromisos expresados tanto en la transferencia del paciente como del terapeuta dentro de la ambivalencia terapéutica (5), o inclusive que es tan sólo un epifenómeno derivado del trastorno límite de la personalidad (6). Por lo anterior, una cantidad considerable de profesionales de la salud desconocen o abiertamente niegan la existencia del TID, profundizando el estigma hacia estos pacientes y dificultando aún más su acceso a atención médica de calidad, lo cual puede generar incluso mayor carga para los pacientes que el trastorno en sí (7). 

De cierta manera, Split crea conciencia sobre un trastorno poco conocido y a veces no aceptado, es fiel a los criterios DSM-5 en su representación del trastorno (obviando las características fantasiosas de la personalidad “La Bestia”), y logra transmitir a la audiencia las luchas internas que enfrentan las personas con TID. Finalmente, pero no menos importante, es un excelente ejemplar del séptimo arte y debo extender mi recomendación a toda persona que disfrute de un buen thriller.


Daniela Londoño Cañas

Médica - Universidad de Manizales

Diplomada en AIEPI - Universidad de Antioquia


REFERENCIAS


1. American Psychiatric Association. Diagnostic and statistical manual of mental disorders DSM-5. (2013).

2. Braun, B. G. Multiple Personality Disorder: An Overview. Am. J. Occup. Ther. 44, 971–976 (1990).

3. Coons, P. Confirmation of childhood abuse in child and adolescent cases of multiple personality disorder and dissociative disorder not otherwise specified. J Nerv Ment Dis. 182, 461–464 (1994).

4. Frankel, F. Hypnotizability and dissociation. Am J Psychiatry. 147, 823–829 (1990).

5. Ganaway, G. Hypnosis, childhood trauma, and dissociative identity disorder: Toward an integrative theory. Int. J. Clin. Exp. Hypn. 43, 127–144 (1995).

6. Lauer, J., Black, D. W. & Keen, P. Multiple personality disorder and borderline personality disorder. Distinct entities or variations on a common theme? Ann Clin Psychiatry. 5, 129–34 (1993).

7. Johnson, J. G., Cohen, P., Kasen, S. & Brook, J. S. Dissociative disorders among adults in the community, impaired functioning, and axis I and II comorbidity. J Psychiatr Res. 40, 131–140 (2006).



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