sábado, 10 de octubre de 2020

PSICOTERAPIA FORMATIVA Y CRISTIANISMO EN LAS FAMILIAS CON HIJOS HOMOSEXUALES, por David Alberto Campos Vargas

 

PSICOTERAPIA FORMATIVA Y CRISTIANISMO EN LAS FAMILIAS CON HIJOS HOMOSEXUALES

 

David Alberto Campos Vargas, MD

 

1

 

Corren tiempos recios. El siglo XXI es testigo del mayor ataque a la familia que se haya orquestado jamás. El Maligno, siempre tratando de boicotear el plan amoroso de Dios para la humanidad, intenta en esta época destruir la vida de los hijos, y con ello, desestabilizar los matrimonios y acabar con la armonía en los hogares.

Las fuerzas demoníacas tratan de hacer perder el rumbo a nuestros jóvenes. Intentan apartarlos del Bien y sumergirlos en el Mal. Buscan corromper sus corazones, separándolos de la virtud y hundiéndolos en el pecado.

Nosotros, como cristianos, tenemos una importante misión en esta época tenebrosa: debemos proteger a las nuevas generaciones, y salvaguardarlas de todas las argucias con las que Satanás intenta alejarlos del Señor y de la vida buena.

 

2

 

Una de las estrategias más eficientes a la hora de cuidar a nuestros adolescentes y adultos jóvenes es la de acercarlos al Amor, a la Suprema Bondad: ese Creador que ama tanto a Sus criaturas que llegó a ofrecerse a sí mismo como garantía de salvación. Debemos conectarlos con el Señor, fuente inagotable de bienes y clave para llevar una existencia plena.

El Inmundo lo sabe, y también sus secuaces. Por eso es que están empeñados, en esta neoposmodernidad caótica, en sembrar dentro de sus jóvenes corazones desdén, desagrado y hasta odio hacia Dios y Su Iglesia. Y mal haríamos nosotros, conscientes de esta situación, en jugar a ser instrumentos del Demonio. Ya sabemos que es su abominable interés el de hundir a los jóvenes en el pantano del ateísmo y la inmoralidad. En consecuencia, con nuestros ojos puestos en el Salvador, debemos combatir a los malvados que quieren distanciar a nuestros hijos de Dios.

Las caras del mal en nuestro siglo son múltiples, variopintas, y tan peligrosas como sutiles (pues se ponen máscaras de corrección política, y tratan de camuflarse en valores morales universales como la libertad o la justicia): el neomarxismo, la cultura light, la cultura de la muerte, el materialismo, el hembrismo y el abortismo. Estas inmundicias buscan implementar mundialmente el peor de los totalitarismos (pues es más intolerante con críticos y disidentes que el propio nacionalsocialismo), cínicamente disfrazadas de posturas supuestamente democráticas. Los malhechores no descansan, y acechan a los jóvenes por doquier. Por eso hay que presentarles batalla.

 

3

 

Los enemigos de Cristo y Su Iglesia, reclutados y azuzados por Satán, se han sucedido a lo largo de los siglos. La verdad es incompatible con la mentira; la luz espanta las tinieblas; la bondad repele a los malvados. Toda persona intachable, todo pensamiento sublime, toda obra buena, todo fruto emanado de Dios (que es el Amor completo, eterno y perfecto) resultan fastidiosos para quienes tienen el corazón corrompido y hacen parte de las huestes infernales.

Por eso es que el monstruo de seis cabezas (neomarxismo, cultura light, cultura de la muerte, materialismo, hembrismo y abortismo) de la neoposmodernidad ataca tan fieramente la fe de los jóvenes. Quiere acabar con todo lo que tenga que ver con religión (pues quiere cortar la relación del hombre con la Causa Primera), especialmente con el cristianismo católico, que es el esplendor de la verdad y emana directamente de Jesucristo y Sus apóstoles.

Ante semejante despropósito, la mejor conducta es orar, pedir al Señor los dones necesarios para convencer a estos muchachos (y con un ejemplo sólido y coherente, que sea realización concreta y tenga más impacto que cualquier argumentación), y desenmascarar a tiempo aquellas construcciones sociales e ideológicas basadas en falacias que desde lo “políticamente correcto” tratan de minar la muy cristiana y hermosa tradición de Occidente.

 

4 

 

El ataque del Maligno y sus esbirros a la Iglesia ha ido variando a lo largo de la Historia. De los siglos I al IV, bajo la forma de un imperio pagano y perseguidor. De los siglos IV al X, atizando narcisismos, envidias y rivalidades entre el poder temporal y el poder espiritual. De los siglos X al XVI, a través de herejes y sectarios. De los siglos XVI al XIX, usando a monarcas mezquinos y codiciosos. Durante los siglos XIX y XX, con el concurso de políticos ególatras y “pensadores” que eran ateos recalcitrantes. Ahora las maniobras están encaminadas a impedir o al menos debilitar la transmisión de los valores y las creencias religiosas a las nuevas generaciones.

Insisto en que una vida bien vivida, consecuente con el Evangelio, es la mejor manera de contrarrestar la propaganda anticristiana (y particularmente anticatólica) con la que se está bombardeando al mundo desde los medios masivos de comunicación, unas veces sutil y otras veces descarada, y casi siempre basada en calumnias, prejuicios y distorsiones.

En ese orden de ideas, no podemos quedarnos cruzados de brazos. Y mucho menos, ahuyentar a los jóvenes de la Iglesia. Si las hordas del Siniestro quieren despistar y atrapar a los jóvenes, tenemos que enfrentarlas con la determinación y la fuerza de la Verdad Eterna, el Amor Supremo que nos ha dejado Su Palabra, Su Tradición y el Magisterio de Su Iglesia.  

 

5

 

Sea nuestra vida, con la ayuda de Dios, un camino de virtud. Quiero insistir en este punto. Nada es más convincente que el ejemplo. La vía más eficaz para destrozar las mentiras y las redes demoníacas, es mostrarles a los adultos del mañana que el amor al Todopoderoso es la clave para una existencia plena y dichosa.

Ahí donde el neomarxismo intente sembrar duda, incertidumbre y desconfianza, la certeza y la seguridad que sólo son posibles gracias a la fe brillarán con claridad. Ahí donde la cultura light inculque superficialidad, vacío y narcisismo, aparecerá la fuerza del intelecto que sólo el Espíritu Santo puede dar. Ahí donde la cultura de la muerte busque propagar la violencia contra el prójimo, llegarán la caridad y la misericordia que distinguen a nuestro Señor. Ahí donde el hembrismo y el machismo (y sus parientes mejor maquillados, el feminismo y el masculinismo) quieran sembrar el odio entre los sexos, refulgirá el amor puro que capta la belleza de lo complementario y la grandeza de la amistad entre hombres y mujeres. Ahí donde el abortismo apunte a desensibilizar a las comunidades frente al infanticidio, prevalecerá la defensa de la vida y los demás derechos del bebé al que se pretenda aniquilar.

Los jóvenes necesitan que los adultos muestren madurez, sensatez y coherencia. Como seguidores de Cristo, debemos vivir realmente Sus enseñanzas. Siendo testimonios vivos del amor de ese Amor Perfecto que es el Altísimo, lograremos demostrarles que las patrañas de Satanás son tan equivocadas como peligrosas.

 

6

 

Cautivar y convencer sólo es posible con una fe cristiana reflejada en cada acto de la vida cotidiana. El ataque al cristianismo orquestado por el monstruo de seis cabezas de la neoposmodernidad, que busca alejar a los jóvenes de la Iglesia (desprestigiándola, ridiculizándola, estigmatizándola, vilipendiándola, silenciándola, maniatándola, invisibilizándola y aun buscando destruirla, aunque esto sea imposible, pues el mismo Jesucristo dijo que las puertas del Infierno no prevalecerían sobre ella), es contrarrestado con la rotunda evidencia de todos los beneficios que trae el hacer parte de ella. Viendo la dicha que trae a nuestras vidas, estos adultos de mañana podrán contrastar la basura que les inculcan los medios con la realidad innegable de la felicidad de vivir a plenitud la belleza del cristianismo original, y podrán concluir, sin dificultad, que vale la pena frecuentar los sacramentos, acceder a las Sagradas Escrituras completas y bien traducidas, hacer parte de una tradición que se remonta al mismo Señor y sus apóstoles (los primeros obispos), nutrirse de las enseñanzas de sus teólogos y doctores, entusiasmarse con el testimonio heroico de sus mártires y santos, caminar con la maternal compañía de la Virgen Inmaculada… en fin, pertenecer a una comunidad tan numerosa como invencible, porque la anima el propio Espíritu de Dios.

Coherencia. Consecuencia. Rectitud. Plenitud de vida. Una existencia pacífica, noble y fecunda, que muestre todos los frutos de la gracia. Así es como podemos animar a nuestros niños y adolescentes a amar a Cristo y vivir por Cristo, fieles a Su auténtica Iglesia.

Complementando lo anterior, debemos recibir con los brazos abiertos a los jóvenes. Convencidos ya con nuestro ejemplo, deberán sentirse bienvenidos. La Iglesia será entonces Madre y Maestra, tal como la entendía san Juan XXIII, acogedora y sencilla, dinámica y alegre, joven y comprometida, como verdadera esposa del Señor.

 

7

 

La intención del Diablo es llevarse a la juventud entera. Dañarla, sumergirla en la inmoralidad, trastornarla, enfermarla, ensuciarla, confundirla, arrastrarla al Infierno. Siempre ha sido así (baste leer los recuerdos de san Juan María Vianney o san Juan Bosco para saber que el placer del Asqueroso en corromper la juventud no es algo nuevo), pero en esta época parece que lo ha definido como su objetivo primordial.

Que los jóvenes de hoy se acerquen al Señor es, en consecuencia, prioritario. La neoposmodernidad, con respecto a otras épocas, ofrece algunas ventajas en cuanto a valores y actitudes (ecologismo, pacifismo, respeto a la diferencia, superación del antropocentrismo, tolerancia); tiene zonas grises, mixtas, en las que pueden descubrirse elementos positivos y negativos (cosmopolitismo, aperturismo, globalización); y, como todo lo humano, luce también aspectos aterradores (el monstruo de seis cabezas que ya he señalado). Por ende, si estos muchachos quedaran enteramente a merced de su época, sin ninguna intervención nuestra, podrían ser fácil presa del Demonio. Si no hablamos a nuestros hijos de Dios, nadie más lo hará. Si no los invitamos a recobrar la paz y la gracia en los signos que Yahvé nos ha dejado para re-acercarnos a Él, sólo escucharán a quienes ridiculizan los sacramentos. Si no les mostramos en nuestra propia existencia, como algo concreto y tangible (como les gusta a ellos, los neoposmodernos) que es con Cristo que hallamos plenitud, sólo se quedarán con la versión materialista y pesimista de los que niegan la realidad ultraterrena. Si no somos prueba fehaciente de que es gracias a la vida religiosa (la vida de relación con el Todopoderoso) que superamos los problemas y logramos ser plenamente felices, serán arrastrados por el océano de resentimiento y desesperanza que divulgan minuto a minuto los enemigos de la fe.  

Por eso es tan importante que los jóvenes sean parte fundamental de la Iglesia, que descubran la grandeza de su tradición y de sus enseñanzas, que vibren con ella, que conozcan sus frutos y sus obras, que se familiaricen con sus beatos y santos (ejemplos de vida fecunda y moldeada por el Espíritu Santo), que accedan a sus tesoros de erudición y misticismo, que sientan la paz y la alegría de su Evangelio, que contemplen sus verdades, que entiendan sus orígenes y su devenir (captando que, aún en momentos de conflicto y contradicciones, siempre ha estado ahí Jesucristo, tal como en sus inicios, guiando y corrigiendo), que capten su significado tanto en la Historia humana como en la Historia de Salvación, que asuman su misión y su ayuden a pulirla en donde aún hace falta, que puedan disfrutar de todas las bendiciones que ella y Su Fundador tienen para ofrecerles.   

 

8

 

En contra de lo que pretenden las criaturas infernales, las nuevas generaciones deben comprender que la Iglesia tiene las puertas abiertas y está lista a acogerlos con amor y respeto, tal como en los días de san Pedro, su primer Papa, entendiendo que sus singularidades y sus anhelos juveniles son válidos y dinamizan la realidad eclesial.

Caso especial lo constituyen los jóvenes homosexuales. Por una serie de infortunios históricos, y especialmente por la interpretación distorsionada que hacen las sectas de la Sagrada Escritura (apartándose del cristianismo original, católico, apostólico y romano), muchos de ellos se sienten también incomprendidos y discriminados ahí justamente donde deberían ver a un Cristo amoroso y cálido recibiéndolos con ternura. Y esto, unido a la gran telaraña de calumnias, prejuicios y distorsiones que tejen los malvados, y al furor anticristiano de casi todos los gobernantes de la actualidad, los aleja de la Fuente de Vida (nuestro Señor, el Dios que es Amor y Bondad) y los sirve en bandeja al Maligno (empeñado, insisto, en alejar a niños y jóvenes de Jesucristo y Su Iglesia, para socavar la unidad familiar y de paso dañar los matrimonios).

Es triste que gran parte de los hermanos separados hayan asumido actitudes de rechazo a la comunidad homosexual. Eso es contrario al Evangelio. Por fortuna los miembros de la Sociedad de Psicoterapia Formativa que pertenecen al cristianismo protestante jamás incurrirían en semejante error. Pero ellos, lastimosamente, son una parte ínfima de los feligreses de dichas sectas. Se debe trabajar fuertemente también con todas esas congregaciones en las que se ha subdividido el protestantismo (porque el que divide está condenado a dividirse), para sensibilizarlas, liberarlas de prejuicios y flexibilizarlas en sus conceptos. Se debe realizar una psicoeducación masiva (tanto de pastores como de adeptos) para que se vayan superando esas posturas homofóbicas, y se vaya entendiendo que la valoración de todo un segmento poblacional no puede estar basado en citas descontextualizadas del Antiguo Testamento de Biblias mal traducidas y mutiladas. Y es también una pena que algunos grupos de cristianos católicos hayan incurrido en actitudes de estigmatización y exclusión con la comunidad homosexual, cuando tantos y tan connotados teólogos, y aún Pontífices, reiteradamente han llamado a la Iglesia a incluirla y apoyarla, obviamente sin perder su identidad y su tradición milenarias. El catolicismo, como representante del cristianismo primigenio, tiene que dar un ejemplo de cristianismo auténtico comprendiendo, acogiendo y ayudando a los jóvenes homosexuales o confundidos que requieren ante todo calor de hogar. Y las demás denominaciones cristianas deben adherirse a esta noble tarea.

 

9

 

En modo alguno puede defenderse algo tan ridículo como la ideología de género (un adefesio tan aborrecible como lleno de postulados falsos); dicha corriente es una mescolanza de disparates basados en una actitud claramente anticientífica. Tampoco tienen fundamento otras absurdas corrientes posmodernas que desconocen los aspectos biológicos de la identidad sexual, confunden identidad con orientación sexual y también de forma errónea creen que todo reposa en lo socio-cultural (un supuesto tan exagerado como falaz). Y mucho menos válido sería ir en contra de lo establecido por la Iglesia.

El matrimonio católico es heterosexual. Se da entre un hombre y una mujer que se aman tal como son, creen en el amor monogámico y celebran dicho sacramento de forma libre y consentida. Implica un compromiso y un juramento solemne ante Dios: seguir amándose hasta la muerte (más allá de las vicisitudes como la pobreza, la enfermedad o la vejez). Es un sacramento (un signo visible de la gracia) y es también una institución a la que los cónyuges se adhieren buscando la felicidad mutua y la generación y educación de la prole. Modificar estas verdades eternas sería necio y desatinado. No puede haber un matrimonio católico homosexual.

Ahora bien, el fenómeno de la homosexualidad en la especie humana constituye una realidad innegable. Hace parte de la vida psíquica de los seres humanos. No constituye una patología psiquiátrica (aunque puede, obviamente, verse asociada a trastornos de personalidad y otras enfermedades de la psique) y es una variante anormal pero no patológicas de la conducta sexual. Es decir, no hace parte de la conducta mayoritaria, natural y biológicamente esperable del hombre, pues se encuentran por fuera de la normalidad estadística y de las mismas leyes naturales, pero tampoco es un diagnóstico en Psiquiatría (no es, en sí misma, una patología). El matrimonio católico no es ni puede ser de naturaleza distinta al orden biológico que nos ha hecho sobrevivir en la Tierra (la heterosexualidad, la condición más coherente con la reproducción y la supervivencia humanas), pues está perfectamente alineado con el plan del Señor para Su criatura predilecta, y con Sus leyes naturales. En consecuencia, el sacramento como tal es incompatible con la homosexualidad. Pero el matrimonio homosexual de naturaleza estrictamente civil (no sacramental, no católico) es, por supuesto, válido y deseable, pues da estabilidad y favorece la fidelidad en una población con tendencia a ser promiscua.

 

10

 

Como sabiamente me dijo un padre de familia, “al Diablo no le entregaremos a nuestros hijos en bandeja”. Si alejamos a los jóvenes de Cristo, con posturas homofóbicas o intolerantes, no hacemos sino respaldar a quienes están interesados en contaminar sus almas y arrastrarlos a la perdición y viven hablando mal de la Iglesia. Un exceso de conservadurismo puede ser inadecuado.

De otro lado, si claudicamos en nuestras creencias y nos alineamos cándidamente junto los malvados “políticamente correctos” que tratan de confundir lo bueno y lo malo y pretenden maquillar lo abominable con endulzados términos (apoyando al monstruo de seis cabezas del siglo XXI), también cometemos un error. Un exceso de apertura es claramente peligroso.

La clave está en el justo centro. Defender la tradición y la sabiduría de la Iglesia, entendiendo que la grandeza del matrimonio no puede ensuciarse con basura como la ideología de género o el neomarxismo feminista, abortista y enemigo de la heterosexualidad y la familia. Permanecer en la Verdad, sin ceder a los grupos de presión que utilizan el Maligno y sus secuaces. Pero también acoger cariñosamente a los muchachos homosexuales, y a todos los jóvenes en general, sabiendo que sólo en Aquél que es el Bien y la Belleza tendrán vida plena y saludable.

 

11  

 

Las metas de la psicoterapia formativa (plenitud existencial, reflexión filosófica, estructuración de una personalidad sana y madura, redefinición, transformación, potenciación de los aspectos espirituales y trascendentes, formación, integración armónica, cohesión del self, praxis, aprendizaje, transmutación integradora, adquisición de nuevos significados y nuevas estrategias de afrontamiento) están en plena sintonía con la apertura a Dios y el encuentro del sentido de la vida en la religión (que es la reconexión, la religazón con el Todopoderoso, fuente de toda felicidad y de toda esperanza), y se nutren especialmente del Cristianismo.

Y es que el proyecto de vida ilustrado por el Señor en Su mensaje y con Su ejemplo representa todo aquello a lo cual aspiran el paciente y el terapeuta: la verdad prístina y potente, la felicidad serena e invencible, el fructífero equilibrio del cual la salud mental es consecuencia lógica e inevitable.

El interés central del psicoterapeuta formativo está en la adecuada formación: la construcción madura, adaptativa y coherente de la personalidad, en aras de alcanzar la dicha de la vida plena (tanto en sí mismo como en sus pacientes); en ese orden de ideas, todo lo que atente contra estos objetivos debe evitarse, y todo lo que contribuya a lograrlos (como el acercamiento a la Iglesia, la riqueza de la vida sacramental que fortalece la gracia y la vivencia devota de un cristianismo sincero y bien fundamentado) debe ser motivado y potenciado en el proceso terapéutico.

 

12

 

En conclusión, mal haríamos en apartar a los jóvenes del proyecto de Dios para este mundo. Ellos se encuentran sedientos de fe y verdad en un mundo que por lo general les ofrece mentira e incertidumbre. Sería un disparate cerrarle las puertas de Su Iglesia (o de sus múltiples ramificaciones) a los jóvenes homosexuales, ya de por sí bastante expuestos a distintos estresores (confusión, incomprensión, estigmatización, matoneo, discriminación y otras dificultades en la socialización). Como ya se ha dicho, los escenarios que deformen y/o perviertan, que traigan desdicha o que dificulten la realización vital no son ni convenientes ni deseables. Es por ello que urge integrarlos y acogerlos cálidamente en parroquias y congregaciones, en grupos de oración, en retiros espirituales y en todas aquellas actividades pastorales que hacen parte de la labor formativa y evangelizadora.

Al homosexual no podemos apartarlo del Señor y de la vida de relación con Él, verdadero y único camino de plenitud existencial. Eso sería ir en contra de los fundamentos del mismo Jesucristo. Nuestro Señor nos ha dejado Su Evangelio, esa Buena Nueva que es la más alta sabiduría, superior a cualquier filosofía habida o por haber. Por ende, lo más justo es que absolutamente todos los seres humanos puedan acceder a Él.

Venciendo a Satanás y sus inmundos colaboradores (que están empeñados en saturar esta neoposmodernidad contradictoria de aparatos teóricos y propagandísticos encaminados a debilitar la Iglesia y a crear una brecha entre ella y la humanidad, a corromper a los hombres del mañana y a poner en riesgo al planeta entero) lograremos hacer de este un mundo mejor, más bello y solidario, más cercano a la esencia de Su Hacedor.

 

David Alberto Campos Vargas

Médico y cirujano – Pontificia Universidad Javeriana

Especialista en Psiquiatría – Pontificia Universidad Javeriana

Neuropsicólogo – Universidad de Valparaíso

Neuropsiquiatra – Pontificia Universidad Católica de Chile

Filósofo – Universidad Santo Tomás de Aquino

Teólogo – Obispado Castrense de Colombia

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

EN BUSCA DE UN LENGUAJE VERDADERAMENTE INCLUSIVO E INCLUYENTE, por David Alberto Campos Vargas

EN BUSCA DE UN LENGUAJE VERDADERAMENTE INCLUSIVO E INCLUYENTE   David Alberto Campos Vargas, MD*   Introducción   Felizmente, y ...