martes, 18 de mayo de 2021

CONSEJOS PARA UN PSICOTERAPEUTA FORMATIVO, por David Alberto Campos Vargas


CONSEJOS PARA UN PSICOTERAPEUTA FORMATIVO


David Alberto Campos Vargas, MD


Escribo esto buscando que mis colegas de la Sociedad de Psicoterapia Formativa tengan herramientas útiles para que puedan llevar a cabo su misión con todo el amor, con toda la entrega y con toda la fuerza de la fe, pues son instrumentos de Dios en su labor.

Me interesa que puedan crecer y ayudar a crecer, madurar y ayudar a madurar, dentro de esa hermosa sinergia que caracteriza la psicoterapia formativa, desempeñándose con generosidad y eficiencia, sin sobresaltos ni desgastes innecesarios. 

Ser psicoterapeuta formativo es asumir varios compromisos: con Dios (entender que sólo Él lo puede todo, que con Él se hace mucho, y que sin Él se hace muy poco; llevar una vida compatible con el Evangelio; huir del pecado y propender hacia la propia mejoría; proceder ética y correctamente siempre; cultivar el espíritu), consigo mismo (cuidarse, amarse de verdad, darse a diario múltiples espacios para el descanso y el restablecimiento de la homeostasis psíquica), con su pareja (fidelidad, cariño, apoyo, comprensión, respeto, amorosa paciencia), con su familia (acompañamiento, tolerancia, ejemplo de vida honesta y bien encaminada), con su comunidad y con la humanidad en general (defender la vida, proceder con justicia, ser testimonio vivo del amor del Señor, tender puentes de paz y concordia).    

Estas recomendaciones parten de mi corazón. La mayoría son cosecha propia, pero algunas pertenecen a otros; las he leído (en textos de Sigmund Freud, Carl Gustav Jung, Otto Fenichel, Donald Winnicott, Horacio Echegoyen, Wilfred Bion, Michael Balint, Franz Alexander, Joseph Sandler, Vicente Caballo, Héctor Fiorini o Henry Pinsker) o las he escuchado (de Javier Auli, de Ulises Santaella, de José Garciandía, de Ricardo De la Espriella, de Daniela Zuluaga, de Lyda Lozano) y me han hecho mucho bien (como persona y como psicoterapeuta). 

Siempre que un estudiante o egresado tenga una duda sobre cómo proceder en su trabajo podrá remitirse a estas recomendaciones, que nos definen como psicoterapeutas formativos y nos ayudan a lograr los objetivos de la psicoterapia formativa.


*


1. Nos formamos y nos dejamos formar. El proceso es bidireccional y sinérgico. Por eso la humildad, la grandeza de espíritu y la bondad son indispensables para hacer psicoterapia formativa.

2. Procuramos, todos los días, espacio y tiempo para el crecimiento personal (oración, meditación, reflexión, diálogo conyugal, lecturas edificantes, deporte, vida sacramental activa, actividades lúdicas y de integración familiar: todo lo que haga presente el amor de Dios en nuestras vidas). 

Si no hay crecimiento personal constante, los pacientes también se estancan. Ellos perciben, de forma sutil pero elocuente, cuál es el estado real y actual de nuestra psique. En la psicoterapia formativa, cuanto más cerca estemos de Dios (y, en consecuencia, cuanto más equilibrado y pleno esté nuestro psiquismo), más facilitaremos los avances del paciente (o la pareja, o la familia, o la comunidad terapéutica) hacia las metas de plenitud, felicidad, realización existencial, sabiduría y madurez. 

3. Escuchamos plenamente a nuestros pacientes. No es una simple escucha activa o atenta, no es una mera atención libremente flotante. Es la conjunción completa con ellos. Sentimos con ellos. Vibramos con ellos.

4. Sabemos ser coequiperos de nuestros pacientes. Avanzamos con humildad y fe en el Señor. Formamos y nos formamos. Permitimos que el proceso terapéutico forme. 

No somos un producto terminado. ¡Qué arrogante es el terapeuta que se cree perfecto y considera que no puede aprender, ni cambiar, ni reconstruirse!

5. Buscamos lo que Dios quiere para el hombre: felicidad, plenitud, paz, realización vital. Por eso le apuntamos a la formación de una personalidad sana, en nuestro(s) paciente(s) y en nosotros mismos. 

6. Somos empáticos. Nos conectamos. Hacemos una alianza sincera. Establecemos vínculos genuinos, y para siempre. Buscamos conocer, comprender, ayudar y dar salud a quien(es) nos consulta(n). 

7. Anhelamos ser buenas personas, con todos y en todo lugar. El psicoterapeuta es exitoso en la medida en que es bondadoso.

8. Somos honestos y espontáneos. Rechazamos el acartonamiento, las respuestas estereotipadas, los silencios prolongados y todas aquellas actitudes que atentan contra la relación médico-paciente y que algunos psiquiatras tratan de justificar bajo una pretendida "neutralidad" que sólo genera desconcierto y estrés en el consultante.

9. Nuestra neutralidad es real y terapéutica. Consiste en la apertura amable, respetuosa y cálida a todas las manifestaciones del psiquismo del paciente. No juzgamos, no discriminamos, no encasillamos y no reducimos al paciente a una determinada categoría nosográfica.

10. Comprendemos que los factores biológicos que otros consideran "determinantes" y los llevan a asumir posturas y creencias machistas y/o hembristas ("los hombres son más dados al espíritu de lucha", "los hombres son más atrevidos", "los hombres son más trabajadores", "sólo las mujeres son capaces de hacer varias cosas al mismo tiempo", "las mujeres son más ordenadas", "las mujeres son más responsables", "las mujeres son mucho menos agresivas que los hombres", "los hombres viven más necesitados de sexo", "las hormonas masculinas producen violencia", "las hormonas femeninas dan sociabilidad", etcétera) son simples variables que pueden tener o no ciertos grados de importancia en cada individuo en particular, pero en modo alguno permiten hacer generalizaciones machihembristas. 

11. Comprendemos que algunos factores psicológicos que otros consideran "determinantes" y los llevan a asumir posturas y creencias discriminatorias ("los hijos que crecen en hogares con liderazgo masculino tienden a ser más reprimidos", "los hijos que crecen en hogares con liderazgo femenino tienden a ser más flojos", "los hijos criados por parejas homosexuales inevitablemente serán homosexuales", "los hogares constituidos por parejas heterosexuales tienen más riesgo de homofobia", "los niños son siempre más apegados las madres", "las niñas son siempre más apegadas a los padres". "las familias basadas en un matrimonio heterosexual tienden a ser más tradicionalistas", etcétera) son simples variables que pueden tener o no ciertos grados de importancia en cada individuo en particular, pero en modo alguno permiten hacer erróneas universalizaciones.

12. Comprendemos que algunos factores culturales que otros consideran "determinantes" y los llevan a asumir muy deleznables creencias xenofóbicas, clasistas y racistas ("los anglosajones siempre son mezquinos y tacaños", "las naciones germánicas son dominantes y belicosas", "los latinoamericanos están hechos para el baile y el deporte", "los mediterráneos son unos sibaritas", "los escandinavos son aburridos y depresivos", "los norteamericanos son materialistas y egoístas", "los musulmanes son fanáticos y peligrosos", "los orientales tienen son pervertidos y maliciosos", "los isleños son perezosos y negligentes", "los indios son sucios y descuidados", "los africanos son primitivos y violentos", etcétera) son meras variables que pueden tener o no ciertos grados de importancia en cada individuo en particular, y en modo alguno son argumentos filosófica o científicamente válidos para etiquetar un grupo poblacional.

13. Inspiramos confianza, porque somos personas intachables, coherentes con nuestra fe.

14. Valoramos la singularidad, apreciamos la diferencia y somos tolerantes, porque vivimos a plenitud los valores cristianos y entendemos que cada ser humano es una creatura de Dios.

15. Defendemos la verdad y la franqueza; nuestros gestos y actitudes, lejos de ser hipócritas o impostados, son genuinos y creíbles.

16. Entramos en sintonía con nuestro(s) paciente(s), sin distingos ni excepciones. Toda persona que consulte, sin importar su sexo, su raza, su nacionalidad, su filiación política, sus creencias religiosas, su estilo de vida o su orientación sexual, sabe que en la psicoterapia formativa se encuentra a salvo y es bienvenida.

17. No nos tomamos las cosas personales. Muchos colegas están de acuerdo con nuestro modelo y nos remiten aquellos pacientes que deseen madurar, perfeccionarse, ser felices y plenos, trascender y dejar legado. Pero unos pocos colegas ni siquiera entienden nuestro modelo, o no se toman la molestia de estudiarlo, pero se tornan hostiles tan pronto escuchan hablar de Dios, de valores o de vida cristiana. Frente a ellos, tenemos la opción compasiva de entender que las calumnias que salen de sus bocas obedecen a lo trastornado de su psiquismo y lo perturbado de su corazón.

Las personas siempre van a hacer y decir cosas. Está en su naturaleza. Pero la clave está en saber que somos nosotros quienes decidimos o no asumir cuanta cretinada se diga sobre nuestro modelo. De las almas mediocres, mundanas, dañadas, pervertidas o malignas, brotan las críticas contra un estilo de psicoterapia que es profundamente espiritual. Si dicen sandeces, bobadas o falsedades, ¿para qué tomárselas en serio?. No vale la pena sufrir por lo que ni siquiera es cierto. No es útil ni práctico perder el tiempo con gente obtusa, o quemarse en discusiones estériles. La verdad brilla con luz propia.

En vez de cargar con la indignación, la tristeza, la rabia, el malestar o el dolor que esas calumnias o esas críticas destructivas provocan, el psicoterapeuta formativo continúa victorioso y seguro de sí mismo, de la mano del Señor, sabiendo que por cada envidioso que abra la boca para decir necedades hay mil familias agradecidas por la eficiencia y los excelentes resultados.

Estamos seguros de lo que somos y lo que hacemos. Somos excelentes y hacemos las cosas de manera profesional e impecable. No tiene sentido distraernos en afirmaciones falsas y sin fundamento. En cambio, cada elogio y cada felicitación, cada paciente recuperado, cada matrimonio salvado, cada proceso bien conducido, nos deberán llenar de satisfacción. Esa es la dicha del deber cumplido, y cumplido con amor y legítimo deseo de ayudar.     

18. Disfrutamos lo que hacemos. Lo gozamos. Nacimos para ser psicoterapeutas. Elevamos nuestro oficio a nivel de arte. 

19. Identificamos nuestros impulsos de acción (todo lo que nos motiva a obrar, a hacer), y tenemos la ventaja de ser reflexivos e inteligentes, y por ello analizamos si actuar ese impulso de acción es lo indicado para ese momento específico de la sesión o esa situación específica del proceso; si lo es, procedemos. Si no lo es, evitamos realizarlo.

20. Procuramos acrecentar cada día nuestro bagaje cultural y psicoterapéutico; por eso, a diario, estudiamos aquello que nos hace cada vez más idóneos como terapeutas, nos abrimos a las distintas manifestaciones artísticas y literarias, consolidamos y expandimos nuestros saberes, ensanchamos aquellos conocimientos que nos permiten servir mejor y con eficiencia a nuestros consultantes.

21. Mantenemos nuestra orientación holística. Todos los autores, todas las escuelas y todos los modelos de psicoterapia pueden ser de utilidad en algún momento del proceso. Atrincherarse en determinadas directrices teóricas o técnicas suele ser contraproducente; el paciente necesita resultados. Debemos ofrecerle alivio, felicidad, compañía y crecimiento, no ortodoxia ni miopía conceptual.

22. Entendemos que cada cosa tiene su tiempo. Sin atolondramientos ni premuras, con espíritu reflexivo y sereno, iremos dándole a cada sesión (esto es, dándole al paciente y dándonos a nosotros mismos) lo que es pertinente y necesario, con visión de conjunto y a largo plazo, pero sin incurrir en prisas ni osadías técnicas inadecuadas.

23. Participamos inteligentemente y activamente en cada momento de la sesión, realizando lo que de verdad funciona y viene al caso, con precisión y contundencia.

24. Frente a las dificultades, nos entregamos a Dios y Su misericordia; pedimos al Espíritu Santo Sus dones y nos refugiamos en la oración, la meditación de las Sagradas Escrituras y la lectura atenta de los sermones y otras obras de quienes mejor han entendido el mensaje de Cristo. También pedimos ayuda a personas que por su probidad, su talante, su sabiduría y su calidad humana puedan ofrecernos algunas luces complementarias que nos ayuden a resolver de la mejor manera cada problema que se presente.

25. Mantenemos la calma en todas las circunstancias. A través de la conciencia plena, la serenidad que da el sentirse del lado del Bien, la confianza en el Señor y la interpretación lúcida de cada situación, procedemos de manera táctica y certera, paso a paso, conservándonos tranquilos y ecuánimes.

26. Somos generosos con nuestras habilidades y con nuestro tiempo. Por eso damos lo mejor de nosotros mismos con todos nuestros pacientes, sin sesgos, sin favoritismos. Por eso nuestras sesiones no se limitan a los 45, 60 o 110 minutos de otros modelos. Si el paciente necesita más, es justo y necesario darle más. 

27. Frente a la estulticia, el narcisismo, las triquiñuelas, los prejuicios y las intrigas de quienes tienen alguna posición de poder, entendemos que a Dios es al único al que hay que mantener contento. Ni un gerente, ni una junta directiva, ni un coordinador científico, ni mucho menos una autoridad civil o militar, podrán inmiscuirse en nuestra sublime labor. Y mucho menos pretender que reproduzcamos en nuestro quehacer ese sistema de jerarquías ridículas en el que los poderosos se mueven. Atendemos a todos los pacientes con la misma calidez y amabilidad. Brindamos un servicio de la más alta calidad a todo el mundo, pues nuestro apostolado no tiene color político, ni obedece a ninguna estratificación social.

28. Hacemos psicoterapia de primera calidad, con amor y como un acto de servicio cristiano. Es justo recibir una adecuada retribución económica, pero lo principal es agradar a Dios sirviendo al prójimo de la mejor manera posible.

29. Entendemos que no vale la pena reaccionar ante las provocaciones o las transferencias negativas de manera precipitada, irracional o inapropiadamente contratransferencial. 

Sabemos que conviene hacer un alto en el camino. Pausada y razonablemente, evaluamos la situación asumiendo que en el otro no hay mala intención, ni deseo real de agredir, sino necesidades, fantasías y hasta temores inconscientes que vale la pena comprender. Serenamente, entendemos que un impasse, una situación incómoda, un estancamiento o una sesión "tensa" son parte del proceso psicoterapéutico. Nos encomendamos al Todopoderoso, ponemos todo en Sus manos. Si el paciente decide abandonar el tratamiento, proseguimos el acompañamiento a la distancia (que suele consistir en oraciones pidiendo por su salud y su tranquilidad), captando que necesita un tiempo para despejar sus dudas, gestionar sus emociones y reflexionar. Si el paciente regresa (como sucede muchas veces), lo recibimos de forma respetuosa y deferente. 

30. Estamos atentos a lo que hacemos. Somos cuidadosos con cada detalle. Le ponemos todo el corazón a nuestro trabajo. Nos entregamos de lleno, porque amamos lo que hacemos (y sabemos que nuestra obra es del agrado del Señor). 

31. Escuchamos y observamos sin hacer juicios de valor, y hablamos con claridad, precisión, asertividad y dulzura. Ejecutamos la maniobra que le resulte más benéfica al paciente en cada momento de la sesión, después de considerar todas las opciones (de todas las escuelas y todos los autores, porque somos lo suficientemente sensatos como para saber que en un solo sitio no están todas las respuestas). 

32. Reconocemos las cosas positivas que la gente hace. Y las que nosotros hacemos. Fomentamos la autoestima en todos. Y la caridad empieza por casa.

33.  Tenemos en cuenta que no hace falta fanfarronear ni presumir. Lo que los pacientes hablan de nosotros es nuestra mejor publicidad. 

34. Trascendemos lo puramente individual y tenemos en cuenta lo familiar, comunitario y colectivo en la vida del paciente. Por eso tendemos puentes y entablamos relación con distintos miembros dentro de cada uno de los sistemas en los que nuestros pacientes se desenvuelven.

35. No menospreciamos la virtualidad. Entendemos que la telemedicina, la telepsiquiatría y todas las modalidades de consulta remota representan una verdadera salvación en tiempos de pandemia, y les resultan apetecibles a muchas personas (porque no hay costos de desplazamiento, no hay posibilidad de "perder la cita por no llegar a tiempo", se puede hablar con varios familiares en una misma sesión y se superan las brechas geográficas).

36. Llevamos una vida virtuosa, ética, fuertemente espiritual y profundamente religiosa.

37. Tenemos en cuenta el contexto, las raíces y el camino que ha recorrido cada paciente. Por eso podemos entenderlo (y entender lo que dice, lo que pregunta, lo que calla, lo que evita, lo que le place comentar, lo que actúa, lo que no se atreve a hacer, etcétera). 

38. Vivimos con sensatez, disciplina y buen juicio. Sabemos que los vicios, las tonterías y las adicciones nos quitan un tiempo valiosísimo que podemos invertir en nuestro crecimiento personal.

39. Entendemos que aunque casi nunca es posible controlar las respuestas conductuales de los demás, sí podemos controlar nuestras respuestas. 

40. Sabemos decir las cosas. Pensamos antes de abrir la boca. Pero no somos una especie de oráculo solemne y parco, sino que somos personas que empatizan y vibran con el paciente. Por eso, si el paciente lo necesita, podemos ser prolijos y animados en nuestra conversación.

41. Nos movemos con flexibilidad e inteligencia entre la intuición y la técnica, entre el sentir y el pensar, entre la espontaneidad y el encuadre.

42. Nos reconocemos humanos (y, por ende, falibles e imperfectos). Pedimos perdón cuando nos equivocamos, sin creer que nos estamos "humillando" por eso. Esa facilidad para captar que no somos perfectos nos permite estar siempre atentos a corregir los pequeños errores que podamos cometer en consulta, y nos ayuda a crecer como profesionales. 

43. Sabemos vivir bien, porque tenemos experiencia de vida.

44. Entendemos que hay dos mandatos esenciales: amar a Dios y amar al prójimo.

45. Aprendemos de nosotros mismos (de nuestro organismo, del funcionamiento de nuestro psiquismo, de nuestros sueños y otras manifestaciones del inconsciente personal y colectivo, de nuestra cultura, de nuestro entorno, de nuestra historia, de todo lo que nuestras emociones vienen a comunicarnos).

46. Podemos sentir, pensar y actuar con discernimiento, buen juicio y lucidez, porque gracias a nuestra constante vida de oración podemos cosechar a diario los frutos del Espírito Santo.

47. No nos tragamos los prejuicios y los falsos "modelos de éxito" que la sociedad trata de inocularnos, como la falsa creencia de que todo está en "llenarse la barriga" y "hacer plata".

48. Reconocemos en el otro a un prójimo que debemos cuidar, y con el que debemos conectarnos de forma respetuosa, responsable y adecuada.  

49. Somos conscientes de que existen situaciones inevitables, dadas por el entorno (a muchas personas les cuesta entender el valor de la psicoterapia, o su utilidad, especialmente si son poco educadas, materialistas y chabacanas en su comprensión de la vida y las relaciones humanas), la cultura (que hasta distorsiona la comprensión de la enfermedad psíquica) y las otras variables que caracterizan la sociedad en la que nos desenvolvemos.  

50. Transmutamos y catalizamos. Somos agentes de transformación y cambio.

51. Trabajamos con nuestra mente sabia, con los elementos más adaptativos y sanos de nuestro psiquismo. Por eso es que nuestros pacientes también despliegan los aspectos más luminosos de su espíritu.

52. Reconocemos cuán valiosa es la psicoterapia formativa; por eso realizamos nuestra labor con toda la nobleza y toda la altura posibles.

53. Somos pacíficos y propendemos por el bien común. Entendemos que este planeta sería un mejor lugar para vivir si todas las personas se trataran con gentileza y cariño. Por eso evitamos sectarismos, regionalismos, nacionalismos y torbellinos políticos. Por eso somos objetores de conciencia en caso de guerra, y apoyamos a los objetores de conciencia que se rehúsan a cometer homicidios que el sistema trata de maquillar y presentar como deseables siendo en realidad abominables, como el aborto.

54. Nos aliamos con las partes sanas del paciente, cualquiera que sea su diagnóstico. Por eso les permitimos a nuestros consultantes reflexionar, razonar y decidir por sí mismos. A veces orientamos, recomendamos o aconsejamos, pero siempre brindamos libertad de acción a nuestros pacientes. 

55. Tenemos claro quiénes somos (cuál es nuestra historia, cuáles son nuestras inclinaciones y apetencias, cuáles son nuestras fortalezas y nuestras oportunidades de mejora, cuáles son nuestras luces y nuestras sombras) y buscamos hacer de todo eso una buena caja de herramientas, para beneficio del paciente. Buscamos hacer de nosotros mismos unos instrumentos útiles a nuestros consultantes.

56. Sólo efectuamos acciones que fomenten la formación y el desarrollo integral de quienes acuden a nuestro consultorio, en el marco de una apropiada alianza terapéutica.

57. Resignificamos las cosas, rescatando lo bueno, lo positivo y lo hermoso de cada experiencia. Tenemos esperanza aprendida.

58. Somos serenos y seguros de nosotros mismos. Por eso sacamos partido y provecho hasta de las experiencias más duras o difíciles.

59. Disfrutamos la vida. Entendemos que es un maravilloso regalo de Dios. Damos gracias por estar vivos, y alentamos a los demás a que disfruten de sus vidas.

60. Sabemos que en la psicoterapia formativa se da un crecimiento mutuo. Tanto el consultante como el consultado pueden convertirse, con cada encuentro, en mejores seres humanos. Por eso asistimos a cada sesión sin temores ni armaduras. Moldeamos y permitimos que nos moldeen. Salimos más frescos, más sabios, más maduros de cada sesión. 

61. Estamos siempre abiertos a nuevos aprendizajes, somos libres y hacemos ciencia. Por eso huimos de la esclerosis del dogmatismo, y estamos siempre dispuestos a repensar y reevaluar todas las cosas (incluso nuestras hipótesis diagnósticas). Entendemos que hay una evolutividad, un constante cambio en nuestros pacientes (y en nosotros mismos).

62. Somos sanadores y también somos maestros. Tenemos una función pedagógica. Y un liderazgo social innegable. Somos agentes de cambio.

63. Nos mantenemos fieles a nuestra esencia. La zozobra, el pesimismo, la neurosis colectiva, el descontento y las demás influencias externas jamás nos determinan. Nuestra mente está fija en Dios, fuente eterna de Bondad y Belleza. La fealdad y la maldad de quienes están lejos de Él nunca podrán contaminarnos.

64. Somos facilitadores y motivadores.

65. Estamos convencidos de que el proceso psicoterapéutico puede ser francamente placentero, o al menos agradable. El autoconocimiento no tiene que implicar, forzosamente, displacer o duelo, como algunos teóricos sostienen.

66. Brindamos un espacio seguro a nuestros pacientes. Inspiramos confianza, porque somos de fiar. La coherencia con la que vivimos los valores del Evangelio hace que los pacientes puedan desnudar su alma con absoluta seguridad.

67. De antemano sabemos situaciones que escapan a nuestra previsión y buen juicio. Cosas que no están en nuestros planes, y que en un primer momento irrumpen con toda la violencia de la sorpresa y la impredecibilidad. Entendemos que dichas situaciones hacen parte de la vida. Y también sabemos que hay que hacerles frente, con fortaleza, fe y determinación. 

68. Cultivamos la bondad. Nuestro corazón es un corazón bondadoso y compasivo, que rezuma misericordia. Por eso nuestros pacientes nos buscan. Y por eso se mejoran, y hacen más plena su vida. 

69. Podemos reírnos de nosotros mismos. Somos humanos y asumimos nuestra condición humana con naturalidad y cordialidad. El hecho de apuntar bien alto y tener la vista en el Reino de los Cielos no es óbice para tener los pies bien puestos en la tierra.

70. Comprendemos a la gente con cariño. Estamos para iluminar, para ayudar, para dar armonía. No juzgamos, apoyamos. No nos querellamos, amamos. 

71.  Si el paciente desea una consulta presencial y no hay ningún impedimento (ni pandemia, ni lejanía geográfica), se la brindamos en un espacio seguro, íntimo, tranquilo, rodeado de zonas verdes. Un lugar acogedor, lo menos "médico" posible (quien busca psicoterapia formativa no está buscando pasillos atestados de enfermos, ni profesionales afanados, ni ruido, ni olores penetrantes, ni escenas hospitalarias), con unas condiciones de confort y estética acordes con el equilibrio y la plenitud a los que aspira. 

72. Entendemos el crecimiento como maduración, como transformación (personal, conyugal, familiar, grupal, comunitaria, colectiva). Con cada sesión de psicoterapia formativa, nosotros y los pacientes avanzamos hacia una forma de ser más llena de amor, más misericordiosa, más amable, más solidaria y libre. Cada encuentro nos permite estar un paso más cerca de nuestras metas, ser más plenos y resolver los problemas de forma creativa, eficiente, divertida y serena.

73. Sabemos que muchas personas cargan con grandes lastres (maltrato, abandono, deprivación social, inhibición afectiva, pobre acceso a la alta cultura, cogniciones negativas, repertorios conductuales limitados y estereotipados, violencia, patrones de interacción maladaptativos, etcétera), y andan por ahí causando estragos, dañando a otros y dañándose ellas mismas, multiplicando el sufrimiento del mundo. 

Si llegan como pacientes, podrán aprender, elaborar, modificar, sanar (o al menos aliviar) y cambiar muchos aspectos de sus vidas; tantos, que podrán llegar a ser personas distintas (lograrán una redefinición, una reestructuración y una ecualización de su personalidad). Y podremos aprender de ellos, y caminar junto a ellos, con la ayuda del Señor, hacia la cura y la transmutación. 

Si no aceptan nuestro apoyo, ni el de otros terapeutas, podremos al menos orar por ellos. Evitaremos ser leña de su fuego. Jamás permitiremos que nos agredan, pero tampoco nos engancharemos en disputas estériles con ellos. Somos como vehículos que se cruzan: dejaremos que pasen y se pierdan en el horizonte, no ensuciaremos nuestro espíritu respondiendo con agresión sus agresiones, no cargaremos los horrores y demonios que ellos están acostumbrados a cargar. Los perdonaremos, pediremos a Dios que se apiade de ellos, los dejaremos ir y los olvidaremos, fieles a nuestros valores.

74. Agradecemos los esfuerzos de nuestros ancestros y valoramos la tradición y los aspectos positivos del legado de quienes nos precedieron. Pero no estamos anclados al pasado. Nos gusta mejorar lo que los grandes de antaño nos dejaron. Nos sentimos llamados a innovar y abrir nuevos horizontes. En el ámbito de la Psicología, la Psiquiatría y la Psicoterapia (y en ningún ramo del saber humano) no está dicha la última palabra (y es posible que nunca llegue a estarlo). 

75. Entendemos claramente, así esta época enferma trate de inculcarnos otra cosa, que el valor del prójimo no depende de su nivel socioeconómico, ni de su preparación académica, ni de su inteligencia. 

76. Somos conscientes de que todas las personas tienen la misma dignidad, la misma importancia ante el Señor. Cada vida humana es valiosísima. No hay pacientes "VIP", ni "especiales", ni "recomendados". Todos y cada uno de nuestros pacientes merecen que entreguemos lo mejor de nosotros mismos en cada intervención.

77. Cuando atendemos parejas o familias, tenemos claro que el amor es incondicional (que quien ponga condiciones para amar, no sabe lo que es el amor), que el amor verdadero sigue existiendo a pesar de los daños y las heridas, que el amor es generoso, que el amor es leal y paciente, que el amor es comprensivo y no juzga, que el amor es servicial y respetuoso, que el amor está siempre presto a perdonar y olvidar las afrentas, que el amor es incompatible con la soberbia o la desconfianza, que el amor es contrario al egoísmo, que en el amor no caben las luchas ni los rencores, que no hay manera de sostener un hogar sin amor, y que cuando el otro menos merece amor es cuando más lo necesita.

78. Nos damos espacios de sano esparcimiento, relajación y descanso. Viajamos. Dormimos bien. Nos alimentamos adecuadamente. Nos gratificamos de manera agradable a los ojos de Dios.

79. Buscamos integrar, unir, amigar, conciliar y hacer la paz, dondequiera que estemos. Somos asertivos y amorosos, porque comprendemos que la polarización del pensamiento (y los subsiguientes discursos y comportamientos polarizados) son masivos, provocan emociones demasiado intensas y desgastantes, alejan de la homeostasis, trastornan (así sea momentáneamente) el psiquismo, siembran discordia y resentimiento, esparcen odio y multiplican el sufrimiento.

80. Comprendemos que hay que darle al paciente (y al prójimo en general) momentos para que gestione sus emociones, capte contenidos complejos, piense de nuevo las cosas, y digiera y metabolice elementos generadores de conflicto. En esos momentos sólo es prudente hablar o intervenir para apoyar, validar y dar sostén. 

Muchos modelos enseñan que hay que resolver los problemas a toda costa y deprisa, generando dolor y ansiedad, como si se tratase de hacer una incisión un absceso. La experiencia nos ha demostrado que esa vía no es atinada ni prudente, y ni siquiera necesaria. Hay que darle tiempo al paciente. 

Como procedemos con calma y de manera cariñosa, pausadamente, nuestros consultantes logran hacer introspección e insight de manera mucho menos dolorosa que en otros métodos; incluso, la mayoría de las veces, lo disfrutan bastante. El conocimiento es una experiencia placentera.           


David Alberto Campos Vargas

Médico y cirujano - Pontificia Universidad Javeriana

Especialista en Psiquiatría - Pontificia Universidad Javeriana

Neuropsicólogo - Universidad de Valparaíso

Neuropsiquiatra - Pontificia Universidad Católica de Chile

Filósofo - Universidad Santo Tomás de Aquino

Psicoterapeuta - Sociedad de Psicoterapia Formativa


Cómo citar este artículo: Campos Vargas, D.A. (2021) Consejos para un psicoterapeuta formativo. Revista Virtual de Psicoterapia Formativa, Mayo de 2021.

1 comentario:

  1. Enriquecedor volver una y otra vez a las bases de la Psicoterapia Formativa, que a su vez son bases de espiritualidad en la terapia.

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