PSICOTERAPIA
FORMATIVA DE GRUPO
David Alberto Campos Vargas, MD*
Introducción
La psicoterapia formativa también puede
hacerse en un formato de grupo. Sus objetivos, alcances y herramientas son los
mismos, aunque el esquema general varía atendiendo a las peculiaridades propias
de este tipo de psicoterapia.
Mi experiencia con la psicoterapia formativa
de grupo se remonta a 2015, cuando empecé a trabajar con pacientes que estaban
en proceso de rehabilitación de drogodependencia en Fenacorsol. Posteriormente,
en 2016, inicié a trabajarla también con los pacientes del Hospital Mental de
Filandia, y desde finales de 2017 la realizo también con miembros de la
Sociedad de Psicoterapia Formativa.
Quiero compartirles de manera breve y concisa
en qué consiste, qué pretende y cómo es que se han estandarizado los esquemas
de intervención hasta el momento. Por supuesto, lo hago con toda la humildad
que da el tener consciencia de que la psicoterapia formativa apenas está
consolidándose en eventos científicos internacionales, y que, sin duda alguna,
aunque se conservará la estructura básica, podrán venir algunas modificaciones
con el tiempo.
¿Qué es
la Psicoterapia Formativa?
La psicoterapia formativa nació como abordaje
psicoterapéutico; en la actualidad puede pensarse como método, como filosofía,
como escuela y como institución.
Es un tipo de psicoterapia que he ido
forjando y definiendo desde hace algunos años, producto de una década y media
de atender pacientes en la consulta privada, aprendiendo de ellos y con ellos,
leyendo a los grandes maestros de la psiquiatría y la psicoterapia, y tomando
ideas de los buenos profesores que he ido conociendo a lo largo de mi carrera.
Las características propias
de la psicoterapia formativa pueden resumirse en estos conceptos: plenitud,
sentido de vida, realización existencial, transformación, trascendencia,
integración, armonización, cohesión, ecualización, transmutación, sinergia,
empatía, aprendizajes significativos, praxis, ética, diálogo y forja del
carácter; en todos ellos, está siempre presente el concepto de formación. Esa bildung que es construcción, estructuración, organización, moldeamiento
de la personalidad alrededor de lo bueno y de lo bello. Y, ante todo, certeza
de que en todo paciente está la posibilidad de cambio: su forma de ser y de
existir siempre puede ser otra. Cambio de forma. O consolidación y
fortalecimiento de una forma apropiada, pero endeble o mal cohesionada.
Como filosofía, la
psicoterapia formativa está encaminada a lograr la plenitud existencial, busca
que paciente y terapeuta logren una redefinición de sí mismos, de sus conceptos
y de sus relaciones (una cosmovisión nueva), y alienta a que ambos, paciente y
terapeuta, logren ser unas buenas personas (éticas, responsables, solidarias,
comprometidas, virtuosas, reconectadas con Dios y con sus aspectos más
profundos, sublimes y trascendentes…en conclusión, bien formadas).
Como escuela, aparte de
constituir un cuerpo doctrinal sólido, basado en la experiencia clínica, la
psicoterapia formativa promueve la capacitación y el estímulo de todos los
psicoterapeutas que vayan más allá de la mera mejoría sintomática y busquen
realmente impactar positivamente en las familias, las comunidades y las
naciones, formando pacientes (y, a su vez, dejándose formar por ellos) en los
más altos ideales de bondad, belleza, moralidad y virtud.
En su aspecto institucional,
ya se constituyó la Sociedad de Psicoterapia Formativa en 2017, que agrupa
hasta el momento a psicoterapeutas colombianos, españoles y alemanes, con miras
a una expansión progresiva hacia otras latitudes. Dicha Sociedad está concebida
como una verdadera red de cooperación científica y académica entre los
distintos psicoterapeutas adscritos al modelo. La primera capacitación de
psicoterapeutas formativos empezó a finales de 2017, y el primer Congreso de
Psicoterapia Formativa se llevó a cabo el 24 de febrero de 2018.
¿Cómo
es un psicoterapeuta formativo?
En la Sociedad de
Psicoterapia Formativa existen unos Estatutos, un Código de Ética, unas
capacitaciones y una disciplina encaminados a lograr la máxima coherencia entre
cada profesional en concreto y el ideal de buen terapeuta.
¿Qué es un buen terapeuta?
Es el terapeuta empático, moralmente intachable, bueno en el sentido más
filosófico de la palabra; conoce y comprende a su paciente, y logra establecer
un vínculo sincero; es honesto; sus gestos y actitudes, lejos de ser hipócritas
o impostados, son genuinos y creíbles; vibra con su paciente, entra fácilmente
en sintonía; disfruta lo que hace; se esfuerza por ir acrecentando cada día su
bagaje cultural y psicoterapéutico, estudia y se actualiza constantemente; se entrega, no es mezquino con su saber ni
con su tiempo; está atento a lo que hace, quiere ser útil, busca ejecutar la
maniobra que le sea más benéfica al paciente en cada momento de la sesión; trasciende
lo puramente individual y tiene en cuenta lo familiar, comunitario y colectivo;
tiene una fuerte vida espiritual; es juicioso y sensato en su acontecer cotidiano;
sabe cuándo debe ser intuitivo y cuándo debe ceñirse a la técnica, y se mueve
entre ambos polos con flexibilidad; sabe vivir bien, tiene experiencia de vida;
es capaz de reconocer en el otro a un prójimo que hay que cuidar (vive una
ética del cuidado y del cariño); busca conectar con dicho prójimo de forma
respetuosa, responsable y adecuada; es transmutador y catalizador, es agente de
cambio; transmite con claridad y precisión lo que está pensando; sabe escuchar;
reconoce el valor de su trabajo, y en consecuencia ejerce su labor con toda la
nobleza y toda la altura posibles; se alía con las partes sanas del paciente, y
le permite reflexionar, razonar, pensar y repensarlo todo; tiene claro quién es
y busca hacer de sí mismo el mejor instrumento para el tratamiento del paciente;
sólo efectúa acciones que fomenten la formación y el desarrollo integral de su
paciente, en el marco de una legítima alianza terapéutica; sabe que en la
psicoterapia se da un crecimiento mutuo; está abierto a nuevos aprendizajes,
libre de dogmatismos; ejerce, además de su función sanadora, una función
pedagógica; es facilitador y motivador, y entiende que el proceso puede ser
placentero o al menos agradable (no asume que la psicoterapia ha de ser siempre
dolorosa o difícil); permite un espacio seguro para que el paciente pueda ser
lo más sincero y espontáneo posible.
¿Cuáles
son las metas de la psicoterapia formativa de grupo?
De manera esquemática, pueden presentarse de
este modo:
1. Consecución de la plenitud existencial, la
felicidad, el verdadero sentido de la vida.
2. Conexión con Dios.
3. Fortalecimiento de la dimensión
trascendente y religiosa.
4. Constitución de un proceso pedagógico y
formativo, una oportunidad para hacer mejores personas tanto a los pacientes
como al terapeuta.
5. Logro de aprendizajes significativos.
6. Encuentro, en compañía de los pacientes, de
una cosmovisión nueva.
7. Reflexión, pensamiento, argumentación
encaminada a la forja de una personalidad equilibrada y virtuosa en cada uno de
los pacientes, y en el grupo como totalidad.
8. Logro de una nueva perspectiva existencial,
una forma de ser y existir en el mundo distinta a la que se llevaba antes de
empezar el proceso: una nueva filosofía de vida para el grupo.
9. Redefinición completa y conjunción
armónica de todas las dimensiones del grupo.
10. Logro de un sano equilibrio entre las
distintas facetas y tendencias del sí mismo en cada paciente (self integrado y ecualizado) y en el
grupo (que tiene una personalidad propia, y que está llamado a ser una
construcción bien ensamblada, funcional y estructurada).
11. Praxis. El grupo debe llegar, a partir del
conocimiento, a la transformación. Tiene que lleva al terreno real y concreto
todo lo logrado en el proceso.
12. Optimización de los aspectos relacionales
y contextuales de los miembros del grupo (inclusión de las parejas y las
familias).
Otras
consideraciones en la psicoterapia formativa de grupo
La integralidad debe darse en lo teórico y lo
técnico: se deben usar diversas miradas y herramientas según cada momento
vivido en la sesión. El dinamismo de los grupos es enorme, y exige al
psicoterapeuta desenvolverse con versatilidad y eficiencia.
Cada grupo es un mundo nuevo. El buen
psicoterapeuta debe tener la mente abierta a la hora de abordarlo,
y echar mano de distintos enfoques y distintas maniobras, de distintas
escuelas, buscando el beneficio de sus
pacientes. La terapia debe adaptarse a las necesidades del grupo.
La sinergia entre el grupo y el
psicoterapeuta es innegable. El grupo influye en el terapeuta, así como el
terapeuta influye en el grupo. Son equipo, se compenetran, complementan y ayudan.
El psicoterapeuta ha de ser un instrumento
terapéutico que se dona y se convierte en catalizador del cambio (la
transformación) en el grupo y en cada uno de los miembros del mismo.
No se requiere una parafernalia o de un lugar
especial para la ejecución de la psicoterapia formativa de grupo. Basta un
espacio limpio y seguro, sin contaminación visual o auditiva. Hasta el día de
hoy, he obtenido buenos resultados trabajando con grupos de entre diez y
veinticinco integrantes, en sitios al aire libre o en auditorios o salones. Una
treintena de sillas (ojalá cómodas y ergonómicas) es el único mobiliario
requerido, aunque no es algo indispensable si se trata de una locación
campestre.
Contenidos
de la psicoterapia formativa de grupo
Como he sostenido en otros ensayos y
artículos, es deseable equilibrar lo espontáneo con lo esquemático, lo lúdico
con lo solemne, lo intuitivo con lo racional. Obviamente el terapeuta ha de
llegar a cada encuentro con una idea previa de lo que espera encontrar en dicha
sesión, y ha de efectuar, antes de la misma, unas adecuadas preparación y
planeación. Pero ellas no pueden ser camisa de fuerza. Si en algún momento
aparece algo novedoso o inesperado que pueda ser utilizado para beneficio del
grupo, el guión puede cambiar.
La clave está en ser sensatamente flexible, y
vibrar con el grupo de tal forma que los asuntos a tratar en la sesión vayan
surgiendo sin acartonamientos, sin sacrificar la espontaneidad ni el dinamismo
propio de lo inconsciente que va aflorando en el momento menos pensado. Al
mismo tiempo, recomendaría asegurarse que con el grupo se van a tener por lo
menos doce encuentros, para cumplir a cabalidad los ítems a desarrollar a lo
largo del proceso.
Me he percatado que con grupos de drogodependientes
en proceso de rehabilitación conviene enfocarse en el autocuidado, el rescate
de las funciones yoicas, el fortalecimiento de habilidades sociales y
comunicativas, la religión (entendida como religazón con lo divino), la
adquisición de la capacidad de espera, la recuperación de las redes de apoyo
social y familiar, la identificación y la transformación clara de los factores
que provocaron el consumo o la recaída, la forja de una personalidad fuerte y
disciplinada, el saneamiento de las amistades, la recuperación a nivel
académico y ocupacional, el uso adecuado del tiempo libre y la adquisición de
una devoción y una piedad robustas.
Con grupos de pacientes crónicos, he visto
pertinente trabajar la introspección y la conciencia de enfermedad, la
construcción de redes de soporte emocional, la adherencia al tratamiento, la
plena reinserción laboral, la reestructuración de la personalidad, la
espiritualidad en la vida cotidiana, el rescate de los valores y las
capacidades que favorecen la adaptación, la expansión del círculo social, la
psicoeducación, el fortalecimiento de la fe, la identificación de síntomas de
alarma y el favorecimiento de los aspectos sanos del psiquismo.
Con los miembros de la Sociedad de
Psicoterapia Formativa he ido descubriendo que un formato estilo Balint puede
complementarse con el redescubrimiento de Dios y de la vida espiritual
(frecuentemente ahogada por docentes obtusos en las Facultades de Medicina y
Psicología), la instauración de un estilo de vida ético, equilibrado y
prudente, el trabajo en la escucha activa y otras herramientas de comunicación,
la capacitación constante en habilidades y técnicas terapéuticas, el logro del insight y la formación filosófica.
Por supuesto, todos los puntos anteriores, en
esos grupos y en otros grupos terapéuticos (incluyendo familiares y cuidadores)
tienen que estar en consonancia con las metas de la psicoterapia formativa,
para lograr un proceso finamente ensamblado y eficaz.
Recomiendo a los psicoterapeutas hacer una
buena oración (que ojalá incluya tanto meditación como plegaria), a solas,
antes de cada sesión, y el ofrecimiento de la misma al Señor, que sabrá guiar y
organizar todo a favor del crecimiento personal del grupo. También, al terminar
el encuentro, una breve oración de agradecimiento (por lo general, a los
pacientes les gusta mucho hacer la oración de la Paz compuesta por san
Francisco de Asís).
Conclusión
La psicoterapia formativa de grupo tiene
múltiples aplicaciones y utilidades, y puede ser usada en diferentes escenarios
clínicos. Teniendo en cuenta la necesidad de ofrecer una psicoterapia
estructurada, completa e integral a diversos grupos de pacientes, resulta un
modelo útil, práctico y eficiente, ampliamente versátil y de bajo costo.
*
Médico cirujano - Pontificia
Universidad Javeriana.
Especialista en
Psiquiatría - Pontificia Universidad Javeriana
Neuropsicólogo - Universidad
de Valparaíso
Neuropsiquiatra - Universidad
Católica de Chile
Filósofo - Universidad
Santo Tomás de Aquino
Magíster en Filosofía y
pensamiento político – Universidad Santo Tomás
Estudiante de Teología – Obispado
Castrense de Colombia
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