Puntos en común
1. Reconocimiento del alma. El espíritu existe, y debe ser cultivado. Si se ignora su existencia, se llega al embrutecimiento y al estancamiento. Tanto Jung como yo consideramos indispensable el cuidado del alma.
2. Búsqueda de integración. Ambos métodos buscan integrar los contenidos inconscientes al campo de la consciencia, y además, integrar las diferentes dimensiones del psiquismo.
3. Aceptación de la sincronicidad. He encontrado que el concepto de lo sincrónico, uno de los grandes aportes de Jung y Pauli a la ciencia, es cierto y claramente observable en la vida cotidiana.
4. Reconocimiento del self. El self existe, es distinto de lo que los psicoanalistas llaman Yo, y claramente constituye uno de los elementos esenciales del psiquismo.
5. Importancia del arte en la exploración de lo psíquico. Jung usó, en su propio camino de autoconocimiento, el dibujo, la pintura, la elaboración de mandalas y la escultura. A mí me ha resultado de gran utilidad la escritura, el dibujo y la pintura. Y es un hecho que los pacientes se benefician enormemente al conectarse con la literatura y el arte. La creación literaria, la creación artística, la danza, el teatro, la producción cinematográfica, la fotografía, la artesanía y la jardinería son parte de las estrategias que la psicoterapia formativa ofrece a terapeutas y pacientes para conocerse, aprender de sí mismos, madurar, entretenerse, estimularse cognitivamente y crecer como personas.
6. Vínculo emocional. Jung se conectaba emocionalmente con sus pacientes, de manera magistral. En vez de encadenarse y autolimitarse como proponían Freud y los psicoanalistas ortodoxos, entendía que el vínculo era fundamental para la sanación. Creo que este fue el factor principal detrás de su éxito como médico. La relación genuina y colaborativa entre terapeuta y consultante resulta ser de gran provecho para los dos. La psicoterapia formativa va un paso más allá y postula, además, la sinergia terapéutica.
7. Existen complejos. Son cadenas de elementos reprimidos (y por ende, inconscientes) afines entre ellos por asociación. Si no se trabajan, si no se elaboran y si no se integran al campo de la consciencia, como plantea la psicología analítica, resultan nefastos para el psiquismo. Considero, además, que de la elaboración y la integración, se debe llegar posteriormente a la transformación o metanoia del complejo, a la asimilación y la acomodación del material transformado, a la ecualización y armonización de dichas transformaciones, y, finalmente, al aprendizaje significativo.
8. La sexualidad no es lo primordial. Este hallazgo, punto en común de todos los disidentes del psicoanálisis ortodoxo, y, a partir de 1950, de la casi totalidad de psicoterapeutas (que, de hecho, prefieren ser parte de otras escuelas y modelos, en vez de afiliarse con el viejo psicoanálisis), es completamente cierto. Freud se empecinó en defender su reduccionista visión de la enfermedad mental porque era por naturaleza autoritario y dogmático, y porque estaba maravillado con la simplicidad de su "solución" al problema de la neurosis. Pero Jung (y con él, otras eminencias como Adler, Rank, Ferenczi, Watson, Skinner, Moreno, Erickson, Berne, Ellis, Bateson, Frankl, Hellinger, Beck, Bandler, Grinder, etcétera) pronto advirtió que el pansexualismo freudiano no llevaba a ninguna parte, era insostenible en la práctica clínica, y sumamente precario en los aspectos filosóficos y científicos. Por supuesto, el abordaje de Freud resulta todavía útil en el tratamiento de algunos trastornos histriónicos en los que la represión sexual es el núcleo etiológico... pero la Humanidad es muchísimo más amplia, heterogénea y compleja de lo que creyó el padre del psicoanálisis. La psicoterapia formativa, en línea con las otras escuelas de psicoterapia independientes de la teoría freudiana y del psicoanálisis, considera que la sexualidad es una dimensión importante de la vida humana, pero en modo alguno la principal.
9. El hallazgo de que los mitos y las cosmogonías antiguas contienen restos arcaicos, primitivos, del inconsciente colectivo, es un hecho cierto. La psicoterapia formativa coincide con la psicología analítica en este punto.
10. Estoy de acuerdo con Jung en que el renacimiento espiritual es uno de los puntos centrales del proceso psicoterapéutico. Vivimos en un mundo cada vez más desconectado de lo espiritual e ignorante de lo sublime; la única forma de salir del pantano de materialismo, insolidaridad y narcisismo del presente es que todos los seres humanos logren reconectar con su esencia y rescatar su espíritu. Si a esto añadimos que la inmensa mayoría de pacientes (no sólo los que tienen una condición psiquiátrica, sino todos aquellos que padecen alguna enfermedad) se benefician del hecho de progresar espiritualmente y mejorar su relación con Dios, tenemos uno de los principales determinantes del éxito terapéutico y existencial.
12. Hay una conexión: la propia experiencia tiene nodos en común con la de la humanidad en general. El hombre no es un ente aislado. Todos estamos conectados, todos tenemos algún tipo de relación en este interesante entramado llamado Vida. El universo funciona como una totalidad, tanto a nivel astronómico como a nivel subatómico. Creo que la psicoterapia formativa, la psicología analítica y la teoría sistémica vibran al unísono en este punto.
13. En los antiguos sistemas simbólicos de distintas culturas hay una base psicológica común; en eso existe completa concordancia entre el análisis junguiano y la psicoterapia formativa.
14. Hay un fondo colectivo de imágenes y símbolos arcaicos (llamados por Jung arquetipos).En el reconocimiento de la existencia de dichas entidades arquetipicas, y en la conciencia de que su estudio arroja luces sobre la esencia del hombre (lo que tenemos todos los seres humanos en común), convergen ambas escuelas.
15. Ambos modelos coinciden en que los arquetipos son inconscientes, no tienen una entidad material, y pueden acceder a la conciencia, bien sea porque la conciencia logre inferirlos (en la creación artística, en el ritual, en el mito), bien sea porque se manifiesten de manera patológica, en forma de alucinación, alucinosis o forclusión.
16. La psicología analítica y la psicoterapia formativa proponen un enfoque constructivo y no reductivo de la terapia; hacen hincapié en que cada sesión es un encuentro personal y significativo, y en que cada paciente es único; tienen una finalidad progresiva y no regresiva (por eso no andan en busca de traumas o recuerdos negativos del pasado, sino en oportunidades de transformación y aprendizaje).
17. Estoy de acuerdo con Jung en la necesidad de un acompañamiento didáctico y pedagógico de los psicoterapeutas en formación, que incluya también una supervisión de su ejercicio clínico. No basta leer sobre el modelo para ser un buen psicoterapeuta formativo: se requiere haber estado antes en psicoterapia formativa, actualizarse, y participar en los seminarios y congresos que la Sociedad de Psicoterapia Formativa organiza.
18. Ambas escuelas buscan el crecimiento, el rescate de la espiritualidad, la integración y el equilibrio; la novedad introducida por la psicoterapia formativa es la posibilidad de que el terapeuta también crezca y progrese, a la par con el paciente, en función de su carácter de coequipero, y por obra de la sinergia terapéutica.
19. Igual que Jung, busco que el proceso terapéutico desarrolle las funciones psíquicas descuidadas o hipoactivas, en aras de un desarrollo completo de la personalidad.
20. Tanto la psicoterapia formativa como la psicología analítica valoran enormemente lo divino y lo trascendente. El desarrollo de la espiritualidad potencia la salud del paciente, brinda amplias posibilidades de crecimiento personal y ofrece un marco reasegurador en el que la paz, el equilibrio, la serenidad y la alegría se posibilitan y facilitan.
Diferencias
1. La distorsionada percepción junguiana de Jesucristo y del cristianismo es, en muchas ocasiones, de mal gusto y errónea. A veces, francamente herética. Para la psicoterapia formativa Jesús es el camino perfecto hacia la plenitud de vida. Él es el Amor perfecto, absoluto e inconmensurable; quienes se acercan a Él, encuentran amor incondicional, acogida, misericordia, empatía, aceptación, validación, solidaridad, perdón, nuevas oportunidades y posibilidades de enmienda y transformación. Los psicoterapeutas formativos son profundamente espirituales, encuentran en Cristo un motor y un camino de vida, frecuentan los sacramentos y entienden que la espiritualidad cristiana fomenta la paz interior, la serenidad, el equlibrio, el bienestar y la salud.
2. Jung concibe a Dios como una entidad peligrosa, destructora, que "quiere obligar a hacer el mal con el fin de experimentar su gracia". Nada más opuesto a la propuesta teórica de la psicoterapia formativa, que considera a Dios el Supremo Bien, la Bondad Infinita, la Plenitud y la Fuente Suprema de Felicidad. Estoy convencido, porque lo he observado en todos los pacientes a lo largo de dos décadas de ejercicio profesional, que el contacto con Dios hace florecer los mejores rasgos del psiquismo, mejora la calidad de vida, armoniza y ecualiza la personalidad, empodera, aumenta la autoestima, permite una fecundidad y una creatividad cada vez mayores.
3. Jung estuvo toda la vida obsesionado con el espiritismo. Él mismo terminó siendo médium y se vio acosado por todo tipo de espíritus (algunos de apariencia benigna; otros, mucho más siniestros). Los efectos deletéreos de exponerse a este tipo de fuerzas que ni comprendía enteramente, ni mucho menos dominaba, se hicieron sentir en su psiquismo hipersensible. Las incursiones psicóticas breves y los quebrantos de salud que experimentó a lo largo de su vida tuvieron que ver con esta exposición (mediada por la curiosidad) a realidades tan peligrosas como incomprensibles. Desaconsejo a mis discípulos que exploren por sí mismos esos campos (espiritismo, demonología, eventos sobrenaturales) sin la orientación y compañía de teólogos y exorcistas expertos. Es más, como la psicoterapia formativa está enfocada en la formación de personas plenas, armónicas, ecualizadas, realizadas y felices, concibe el acercamiento a lo sobrenatural desde la espiritualidad positiva y fecunda (la reconexión con Dios, el fortalecimiento de la relación con Él, la trascendencia, el progreso del espíritu en sincronía con la salud mental y corporal), y sólo acepta mecanismos saludables y válidos para la plenitud existencial, como los distintos tipos de oración y meditación, las lecturas edificantes y los elementos cultuales y sacramentales que han demostrado ser claramente benéficos. La invocación de espíritus y demonios, la lectura del tarot, la lectura del I Ching, las prácticas adivinatorias, los conjuros, los hechizos, la lectura de runas, la quiromancia, la nigromancia, y otro tipo de supercherías a los que Jung era tan aficionado, no se consideran ni buenas ni deseables para un paciente o un psicoterapeuta formativos.
4. La conceptualización de la Sombra. Para Jung, está casi endiosada, puesta en un pedestal: su integración permitiría la completitud de la psique. Esto, a nivel clínico, es muy refutable. Si bien es cierto que el hacer conscientes algunas porciones de la Sombra resulta benéfico, en tanto que reconecta con motivaciones profundas y permite liberarse de esquemas rígidos y deletéreos, también es verdad que otros aspectos de la Sombra, al integrarse en la personalidad, terminan dañándola (haciéndola vulgar, descomedida, imprudente, en ocasiones obscena, o volviéndola áspera, ruda, irrespetuosa, excesivamente dominante e incluso violenta). Para mí, la Sombra es sólo un aspecto más del psiquismo, tan importante como sus otras dimensiones, y no necesariamente su integración garantiza una vida plena. Es más, he observado que en algunos pacientes el sumergirse en la Sombra puede ser contraproducente, reactivando traumas, provocando sintomatología psiquiátrica (pesadillas, episodios depresivos, ansiedad generalizada, ataques de pánico, actos impulsivos) e incluso llevando al borde de la psicosis.
5. El proceso no tiene por qué ser doloroso, como asume la psicología analítica. El proceso puede ser una delicia, puede constituirse en una experiencia agradable, fascinante, de autodescubrimiento y de múltiples aprendizajes. Como sostiene la psicoterapia formativa, lo terapéutico puede ser reconfortante, ameno y hasta entretenido.
6. El interés de Jung en la parapsicología me parece respetable, pero no me parece un terreno todavía digno de confianza en términos de verdad y solidez filosófica. Aún hay gran cantidad de vacíos, no rellenables por el método científico, en el que se cuelan todo tipo de supersticiones, mentiras y perjuicios, y con los que dicen y escriben barbaridades todo tipo de charlatanes. El padre de la psicología psicoanalítica jamás fue un embustero, de eso no me cabe duda; tuvo siempre las mejores intenciones. Pero lo parapsicológico es aún terreno minado, lleno de engaños y farsantes. Disciplinas relacionadas con la vida humana, como la psicología, la psiquiatría y la psicoterapia, deben sustentarse en bases mucho más firmes.
7. Es bien conocida la historia de Jung con "Filemón", el espíritu "sabio" que lo aconsejó y acompañó en tantas ocasiones. No creo que se trate de una alucinación, porque nunca hubo una psicosis propiamente dicha, ni se alteró el juicio, ni se perturbó el raciocinio, ni se trastornó a largo plazo la personalidad del ilustre galeno. Cabe la posibilidad de que fuera una alucinosis, pero lo raro es que "Filemón" no apareció en momentos de enfermedad, delirium o intoxicación. Podría tratarse, más probablemente, de contenidos escindidos del propio inconsciente de Jung, proyectados y convertidos en una "realidad" con la que al menos él podía interactuar (un caso curioso de forclusión). O podría tratarse de un espíritu propiamente dicho, esto es, de una entidad claramente fantasmagórica. En cualquiera de los casos, me parece bastante arriesgado construir un modelo filosófico y psicológico basándose en los consejos o las opiniones de un ser tan extraño y exótico como "Filemón".
8. La lujuria de Jung fue uno de sus grandes descalabros. Sus censurables relaciones con pacientes y estudiantes, sus amantes y sus tonterías en el terreno erótico, afectivo y sexual, son completamente incompatibles con los valores, los principios filosóficos y los elementos técnicos de la psicoterapia formativa. El psicoterapeuta formativo debe estar tan fuerte espiritualmente, tan constante en su relación con Dios, tan conocedor y tan dueño de sí mismo, tan ético en su obrar, tan atento a sus propias reacciones, tan íntegro y coherente a nivel moral, que no puede incurrir en semejantes desviaciones. Creo que buena parte de los problemas de tipo contratransferencial que experimentó el doctor Jung, se las hubiera podido evitar de haber seguido las recomendaciones que doy a mis discípulos: orar antes de empezar la jornada, y entre paciente y paciente; frecuentar la Misa y los sacramentos (si son protestantes, asistir a culto y congregarse con regularidad; si pertenecen a otras religiones, ser activos en las prácticas devocionales de las mismas); ver en cada paciente a un hermano al que hay que ayudar; tener un estilo de vida saludable y satisfactorio; entender que la amabilidad debe ir siempre acompañada de la castidad y la pureza del corazón.
9. En ocasiones, Jung era tan intrépido que trataba de usar a favor del paciente psicótico sus ideas delirantes, siguiéndole el juego y explorándolas como si fuesen reales y plausibles. No dudo que haya tenido las mejores intenciones al hacerlo, pero lo considero un error técnico y metodológico. Las ideas delirantes (psicóticas) no necesariamente deben ser abordadas como adaptativas o benéficas para el paciente. De hecho, es un peligro validar al paciente en su delirio y darle a entender que está en lo cierto: eso puede provocar un estancamiento en su mejoría, y, a veces, un paso al acto o una puesta en escena que pude incluso terminar en tragedia (autoagresión, heteroagresión, suicidio, homicidio, etcétera).
10. El ocultismo asociado a la psicología analítica es otra enorme diferencia. Jung invocaba espíritus, frecuentaba médiums (y él mismo terminó siendo médium), se sentía muy atraído por la magia, leía el tarot y era nigromante. A la luz de la psicoterapia formativa, esto fue un franco desperdicio de su talento. Su intuición, su sensibilidad extraordinaria y su especial conexión con el mundo espiritual pudieron capacitarlo para explorar aspectos igual de fascinantes, pero mucho más útiles, de esos aspectos usualmente desconocidos. De otro lado, así las intenciones del espiritista sean las mejores, está demostrado que dichas prácticas son la ocasión para que el Maligno despliegue muchas de sus estratagemas.
11. Estoy convencido que los contenidos del inconsciente colectivo no son genéticamente heredados, como creyó Jung. Son producidos espontáneamente en ocasiones, pero en todas las culturas, en todas las partes del mundo, a consecuencia de a) la especial configuración cerebral del ser humano + b) la frecuencia con que ciertas experiencias ocurren en la existencia humana. Los arquetipos pasan de generación en generación porque es inevitable que se produzcan, tal como es el cerebro humano, y porque se relacionan con ciertas vivencias ligadas a la condición humana (contemplar la salida y el ocaso del sol, por ejemplo). No están en ningún cromosoma. Lo que sí está en nuestros cromosomas es el cómo se desenvuelve nuestro organismo, y cómo son la estructura y la fisiología básicas del cerebro; la experiencia de vida hace el resto. Es más: el fenómeno, biológico y cultural, de la transmisión del conocimiento (como tradición oral, como tradición escrita, como memes que pasan de generación en generación), termina por asentar y "fijar" lo arquetípico, dando la engañosa impresión de que, de alguna manera, "estuvieron siempre allí". Pero insisto: no hay "un gen que codifique determinado arquetipo" (la idea resulta hasta graciosa, a la luz del conocimiento médico actual), sino que los arquetipos se producen por la peculiar configuración del cerebro humano, el especial dinamismo de la mente humana, las particularidades propias del espíritu humano, y la también llamativa reiteración de ciertas experiencias en la vida humana (a todos los hombres se nos presenta, de una u otra forma, la posibilidad de conocer fenómenos como el nacimiento, el crecimiento, el cambio, el envejecimiento, la muerte, el heroísmo, la sagacidad, la maduración, la integración, completitud, etcétera).Tal como está diseñado el sistema nervioso, y tal como funcionan la mente y el espíritu del hombre, se producen unos arquetípicos específicamente humanos, que terminan además insertándose en la memoria histórica de la humanidad, como huellas mnésicas tan profundas e introyectadas, que pueden hacerse pasar por contenidos o ideas innatas. Probablemente otras formas de vida con desarrollo cerebral complejo compartan algunos arquetipos con el ser humano (los animales pueden tener también algún arquetipo similar al "disco solar", pro ejemplo, porque también han captado la salida y la puesta del sol, y captan el paso del día a la noche), pero dudo que todos los arquetipos sean completamente iguales entre las distintas especies, y dudo aún más que sean completamente iguales en comparación con los arquetipos humanos, por las diferencias que hay (tanto a nivel cerebral como mental, espiritual, social y cultural, y por lo distinta que es la transmisión del conocimiento en el ser humano, si se le compara con otros animales).
Considero que Jung supuso que los arquetipos vendrían de alguna manera codificados en el genoma, y transmitidos a través del ADN, porque en su época ni siquiera se había revelado el genoma humano; ya hoy se sabe que no existe cromatina con archivos de imágenes o símbolos. Por supuesto que hay arquetipos, elementos compartidos por todos los hombres del mundo, pero no es porque vengan en el ADN humano, sino porque constituyen huellas fuertes, profundamente incorporadas, arraigadas y asimiladas (desde hace milenios, o tal vez más). Es un largo proceso en el que se suman las peculiaridades cerebrales, mentales y espirituales, la repetición de experiencias y conceptos, los dispositivos culturales, las tradiciones y las otras vías de transmisión intergeneracional de conocimiento... repetidos con una frecuencia relativamente alta. Así, los arquetipos son producidos y traídos de vuelta, una y otra vez, de generación en generación.
12. Jung llegó a escribir que los pensamientos llegaban a constituirse en realidades objetivas, concretas y materiales; esto, a mi entender, es filosófica y científicamente incorrecto. Claro que los pensamientos, en cierto sentido, crean realidades, pero son realidades circunscritas al terreno del pensamiento. Se puede pensar o imaginar lo que se quiera, pero no basta eso para que lo pensado o imaginado se convierta en una realidad concreta. Los pensamientos, al producirse en la mente, no se transforman automáticamente en realidades concretas. Por eso las fantasías son eso, fantasías, y no realidades. Por eso los delirios son tales, y no resisten el contraste con la realidad. Por eso hasta las mejores ideas son simplemente ideas, circunscritas a su terreno, mientras no se ejecuten determinadas acciones concretas en el mundo real. Si el propio Jung hubiera sido tan junguiano, hubiera considerado que su paciente que se creía "con fondo de harina de maíz" era en realidad dicho budín de ciruelas... pero, obviamente, Jung comprendió que se trataba de una idea delirante. Jung tampoco estaba tan orate como para considerar que la paciente suya que creía que viajaba a la luna (ella lo imaginaba, lo fantaseaba) lo hubiera hecho realmente. El hecho de que un psicótico crea que lo persigue una fuerza policial extraterrestre no significa, en modo alguno, que exista realmente dicha situación.
Sin acciones concretas, no se producen realidades concretas. El pensamiento sin acción se queda estéril. Las ideas esbozan, pero son las acciones las que allanan el camino para que se produzcan los cambios concretos que les permitirán hacerse realidad. El ser humano crea, imagina, fantasea, todo tipo de cosas, a diario... y eso no equivale a que se concreten, en el mundo real, esas cosas creadas, imaginadas o fantaseadas, si faltan las acciones que logren concretarlas.
13. Jung daba por sentado que la individuación y la integración inconsciente-consciente eran el logro definitivo y la culminación del desarrollo psíquico. Discrepo. Si bien la individuación y la integración inconsciente-consciente son hitos deseables dentro del desarrollo psíquico, este desarrollo no puede ser reducido o limitado a ellos. La individuación sin socialización deja a la persona incompleta; el "viaje hacia el centro", sin el "viaje hacia afuera", termina en un ensimismamiento narcisista e inmaduro; la integración inconsciente-consciente, sin armonización ni ecualización, puede producir algo monstruoso: la abolición de las fronteras entre la lucidez y la locura, la sensatez y la psicosis, la sabiduría y la estupidez, la realidad y el delirio, lo verdadero y lo falso. Es necesaria la integración, obviamente. Por eso es deseable que todas las personas se conozcan muy bien a sí mismas. Pero eso es sólo el primer paso. Sin ecualizar ni armonizar lo integrado, la persona puede ser víctima de sus propios contenidos inconscientes, y puede verse con facilidad desbordada por ellos (como le ocurrió al propio Jung, en más de una ocasión).
14. Hacer consciente lo inconsciente del individuo no es en modo alguno sinónimo de cura. Tampoco lo es la integración. Es más: así se logren la armonización y ecualización del psiquismo, no se puede afirmar categóricamente que el paciente "está curado". La experiencia me ha enseñado que todo triunfalismo puede ser ilusorio. Tal vez Jung, como Freud, le concedió excesiva importancia al inconsciente. La psicoterapia formativa reconoce la importancia del inconsciente, pero entiende que el inconsciente no es necesariamente ni portador de sentido pleno, ni orientador fidedigno de una persona hacia su finalidad, ni mucho menos garante de su felicidad o su realización.
15. Complementando la idea anterior, estoy seguro que ni los instintos rigen necesariamente nuestras acciones, ni los arquetipos determinan nuestro modo de captar el mundo. Instintos y arquetipos, como contenidos inconscientes, tienen su área de influencia, pero no son decisivos. Es una necedad tratar de reducir toda la complejidad, la variedad y la grandeza de la vida humana, a unos fenómenos que ni siquiera constituyen la totalidad del funcionamiento psíquico. Como claramente demostraron Beck, Ellis y otros representantes de la terapia cognitivo-conductual, se pueden hacer intervenciones ampliamente efectivas y valiosas sin siquiera apelar a lo inconsciente.
16. No es una ley universal que los arquetipos den siempre la forma o la dirección a los instintos. Existen muchos otros determinantes, que Jung pasó por alto. Tampoco es una ley absoluta que los instintos determinen cómo captamos los arquetipos. La percepción consciente de los contenidos inconscientes es mucho más compleja de lo que aparentaba ser para la ciencia médica del siglo XX. Las neurociencias han ido desvelando que los mecanismos que Jung llegó a conocer son apenas unos pocos, dentro de una vasta variedad.
16. Resulta insostenible que el arquetipo sea siempre la percepción que el instinto tiene de sí mismo, como creía Jung; existen arquetipos no referidos a los instintos, sino a experiencias vitales reiteradas, a nivel tanto personal como transgeneracional; también existen arquetipos producidos espontáneamente, de manera fisiológica, por las peculiaridades propias del cerebro humano (como el de la famosa luz al final del túnel que experimentan muchos moribundos).
17. Hay realidades externas, no subjetivas, independientes tanto del instinto como del propio psiquismo. Pretender que el mundo real es reducible a la subjetividad resulta disparatado. Por supuesto, el valor que Jung da a lo subjetivo es comprensible, y hasta validable, en psicoterapia. Pero reducir el universo entero a la imaginación de una sola persona resulta un sinsentido.
18. Para la psicología analítica, los arquetipos se revelan exclusivamente como imágenes. A lo largo de mi ejercicio profesional he notado que los arquetipos se pueden revelar también como palabras, conceptos o discursos.
19. Dios no puede ser reducido a arquetipo. Es un ser personal y real, cuya existencia e influencia no solamente pueden ser inferidas a nivel filosófico, sino constatadas empíricamente, a través del estudio de los milagros, las apariciones y otro tipo de epifanías.
Jung fue atinado al considerar la relación con Dios (lo religioso) uno de los caminos hacia la salud mental y espiritual; su error fue haber creído que ese Dios era una simple idea en el interior de la psique humana: por eso creyó, ingenuamente, que el estudio del inconsciente iba a derrumbar las religiones existentes. Y también por eso incurrió en el error de creer que Dios como tal no existía, sino que estaba en el interior de cada ser humano. ¿Qué dice al respecto la psicoterapia formativa? Que es cierto que el psiquismo tiene una parte que proviene de Dios, y es esa dimensión del ser llamada espíritu (que no es la misma mente, como llegaron a suponer los psiquiatras de antaño, excesivamente materialistas y reduccionistas); pero es justamente ella la que permite acercarse a ese ser mucho más grande (de hecho, infinito e inmenso), mucho más bueno (de hecho, perfecto), mucho más potente (de hecho, Todopoderoso), llamado Dios. El espíritu humano es una partícula que conecta con ese Supremo Bien, pero, evidentemente, no logra contenerlo: lo infinito e inmenso (Dios) no puede ser contenido ni caber en lo finito y limitado (el espíritu de cada persona). Dios es un ser diferente del hombre, en esencia, potencia, acto y presencia. La creencia de que Dios está en el interior de cada ser humano es, en consecuencia, parcialmente verdadera y parcialmente falsa: el espíritu de cada ser humano (incluso me atrevería a decir que de las formas de vida animal que tienen un funcionamiento psíquico superior, como los caninos o los paquidermos), es una partícula de ese gran espíritu que es Dios (y, en ese sentido, podría ser cierta la afirmación de que el Sumo Bien habita en cada uno), pero la fracción no puede ser confundida con el todo. Es descabellado igualar la partícula con la totalidad. El espíritu de cada ser es apenas una gota, dentro del océano infinito llamado Dios.
20. La psicología analítica pretende explicarlo todo a través de paralelismos con lo mitológico. Es innegable que los mitos reflejan en buena medida algunos elementos del espíritu humano, como los arquetipos. Pero también resulta irrefutable que el reflejo de algo no es lo mismo que ese algo. En la mitología no se van a encontrar todas las respuestas. Y mucho menos en la mitología antigua, por la que Jung sentía una especial debilidad. La tarea del terapeuta no puede ser limitada a proveer al paciente de paralelos mitológicos a sus vivencias, ideas o sueños. Pretender reducir la vida a los relatos mitológicos resulta ser un descalabro. Jung criticó a Freud por tratar de explicar todos los fenómenos psicológicos a partir de la sexualidad, y también criticó a Adler por intentar hacer lo mismo basándose en la voluntad de poder. Pero, irónicamente, se metió en otro laberinto sin salida. La psicoterapia formativa reconoce la complejidad del psiquismo, y, por ende, que cualquier intento explicativo unilateral resulta limitado, estrecho e infructuoso. No se pueden dar explicaciones simplistas para los fenómenos complejos. La complejidad del objeto de estudio (la psique) requiere también complejidad en los abordajes.
21. La ampliación de la conciencia, concepto budista que Jung tomó para su escuela, resulta ser un avance en la maduración del individuo. Hasta ahí, no hay discusión. Pero Jung dio un paso más, y resultó ser un paso en falso: creyó que la ampliación de la conciencia garantizaba una existencia dichosa, o por lo menos equilibrada. La evidencia clínica demuestra que ampliar la conciencia no necesariamente es algo benéfico: en las psicosis, por ejemplo, suele verse una conciencia ampliada como consecuencia de una invasión de elementos inconscientes. También se han descrito pacientes literalmente subyugados por determinados contenidos del inconsciente. El propio Jung vivió una incursión psicótica (de la que sacó mucho provecho, gracias a su notable inteligencia y capacidad reflexiva) cuando se sumergió, sin mayores precauciones, en los pantanos de su propio inconsciente. Curiosamente, en su madurez, Jung trató de corregir su error y matizó su optimismo relacionado con la ampliación de la conciencia, al notar fenómenos de inflación (derivados de la posesión, por parte de la conciencia, de la energía psíquica inconsciente, que es indiferenciada, amorfa, polarizada y numinosa) que terminaban causando difusión de la identidad, disminución de la autonomía, alteraciones de la personalidad e incluso escisión o fragmentación yoica (como en el caso de algunas esquizofrenias).
22. Otro punto de divergencia entre la psicoterapia formativa y la psicología analítica es la astrología, a la que Jung era bastante aficionado. Para la psicoterapia formativa, la astrología no pasa de ser una pintoresca pseudociencia, carente de validez epistemológica. Resulta ridículo pretender inferir el carácter de las personas, o peor aún, tratar de predecir el curso de su vida o su futuro, a partir de unas creencias anticuadas y sin fundamento científico.
23. Obsesionado con la cuaternidad, Jung creyó que las funciones psíquicas podían reducirse a sólo cuatro de ellas (pensamiento, sentimiento, intuición y sensación); es evidente que el psiquismo, en su complejidad, consta de una amplia variedad de funciones. A mi entender, el ser humano es tan maravilloso, versátil y complejo, que la cantidad de funciones psíquicas aún por descubrir, o por estudiar más a fondo, es inmensa.
24. Jung, aunque profundamente religioso, tenía una visión errónea de Dios. En sus escritos de juventud, influenciado por Freud y sus posturas reduccionistas, mecanicistas y materialistas, creía que Dios era una especie de error necesario, una idea capaz de evitarle al hombre los sentimientos de indefensión y desamparo. En otros textos, igualaba a Dios con el inconsciente y creía, de manera ingenua, que su psicología analítica iba a barrer con todas las religiones y se constituiría en una especie de suprarreligión. Más tarde, y tras la lectura de numerosos autores gnósticos, incurrió en un panteísmo infantil. Todas esas visiones fueron un despropósito. Jung no llegó a notar la verdadera naturaleza de Dios. Si fuera una simple idea no se verían a diario sus acciones y efectos en el mundo material, tanto de tipo cotidiano como de tipo sobrenatural (milagros y otras epifanías). No es ningún truco infantil para sentirse tranquilo. Si eso fuera así, no se verían clínicamente trastornos de ansiedad o sentimientos de indefensión e impotencia en las personas creyentes. En modo alguno es lo mismo que el inconsciente, pues el inconsciente es apenas una parte del individuo, y para colmo, una parte llena de imperfecciones, contradicciones, paradojas, complejos y contenidos residuales. Y aunque es el punto cero del Cosmos, el origen, y en ese sentido todas las cosas derivan de Él, no pueden confundirse la causa con los efectos, ni el creador con las creaturas. La psicoterapia formativa concibe a Dios como el ser por antonomasia (Él es, desde siempre, por siempre y para siempre), plenamente amoroso, supremamente bondadoso, eterno, generoso, punto de origen y sustentador de todos los demás seres pero distinto de ellos, omnisciente, verdadero, fuente de vida y omnipotente.
25. Jung concebía la personalidad como un derivado del arquetipo al que llamó "persona" (máscara), y la concibió en términos de rol y funcionamiento sociales. Mi concepción de la personalidad es más amplia: es la dimensión psíquica que engloba todas las características esenciales de cada individuo, en cuanto a su estructura y su función, que no solamente se hacen visibles en la interacción social, sino también en los valores, las actitudes, las cogniciones, las emociones y las acciones de cada ser humano.
26. Para Jung, la imagen anímica de cada individuo está representada siempre por el sexo opuesto al suyo; en ese orden de ideas, los individuos de sexo masculino tendrían una imagen anímica femenina (a la que el sabio de Küsnacht llamó "ánima") y los individuos de sexo femenino tendrían una imagen anímica masculina ("ánimus"). He constatado, a lo largo de mi carrera, que la verdad es que todos los seres humanos tenemos una imagen anímica masculina y una imagen anímica femenina: todos tenemos un "ánima" y un "ánimus". Del mismo modo, he encontrado que las personas más sanas a nivel corporal, mental y espiritual tienen muy bien desarrolladas ambas facetas (masculina y femenina) de su personalidad, valoran por igual lo femenino y lo masculino, y están siempre dispuestas a aprender del sexo opuesto. También he notado que los sujetos más trastornados y enfermos se mueven entre la sobrevaloración y el infravaloración del propio sexo y del sexo opuesto: se hallan inmersos en el machihembrismo, condición psicopatológica en la que oscilan entre el machismo y el hembrismo (y sus vertientes atenuadas, como el masculinismo y el feminismo), con menosprecio, rencor y odio hacia lo masculino o hacia lo femenino, intercalados con idolatría y endiosamiento de su complementario.
27. En sus estudios sobre psicología de la religión, Jung llegó a insinuar que Jesucristo era un simple arquetipo, equiparable a la piedra filosofal o al unicornio de la literatura esotérica. Esto es un exabrupto. Primero, porque no se puede reducir a simple concepto a una persona real e histórica, cuya existencia es innegable (pues hasta historiadores no cristianos hicieron referencia a Él). Segundo, porque los arquetipos sólo hacen parte del inconsciente, y Jesús, en cambio, se movió en el terreno de lo consciente, corporal y visible, tuvo un claro ser-en-el-mundo y un eficiente hacer-en-el-mundo. Por eso fue Dios y Hombre: no fue un simple espíritu, también tuvo cuerpo, y fue humano en el pleno sentido de la palabra (con una singularidad correspondiente a su carácter divino: nunca cometió pecado). Tercero, porque Jesús desborda el reducido terreno de lo psicológico. Y cuarto, porque Su naturaleza no es arquetípica (no es una disposición psíquica, ni una idea innata, ni es un producto humano).
Colofón
Es evidente que, pese a sus múltiples desaciertos, la psicología analítica de Carl Gustav Jung (1875-1961) constituye un legado invaluable para todos los psiquiatras, psicólogos y terapeutas. Como la psicoterapia formativa es integrativa y está abierta a todas las herramientas que puedan ser de utilidad para cada paciente, rescata aquellos aspectos del modelo junguiano que han demostrado ser valiosos en la práctica clínica.
Bibliografía
Campos Vargas, D.A. (2020). Fundamentos de Psicoterapia Formativa. Armenia: SPF Ediciones.
Campos Vargas, D.A. (2024). Psicoterapia Formativa en tiempos de crisis. Bogotá: SPF Ediciones.
Jung, C.G. (2021). Recuerdos, sueños, pensamientos. Barcelona: Seix Barral.
Jung, C.G. (2013). Obra Completa. Madrid: Trotta
Jung, C.G. (2011). Psicología y Religión. Barcelona: Paidós.
Jung, C.G. (2011). Psicología y simbólica del arquetipo. Barcelona: Paidós.
Jung, C.G. (2010). Psicología y Alquimia. Bogotá: Editorial Solar.
Jung, C.G. (2009). Arquetipos e inconsciente colectivo. Barcelona: Paidós.
Jung, C.G. (1995). El hombre y sus símbolos. Barcelona: Paidós.
*
David Alberto Campos Vargas
Médico y Cirujano, Pontificia Universidad Javeriana
Especialista en Psiquiatría, Pontificia Universidad Javeriana
Neuropsicólogo, Universidad de Valparaíso
Neuropsiquiatra, Universidad Católica de Chile
Filósofo, Universidad Santo Tomás de Aquino
Cómo citar este artículo: Campos Vargas, D.A. (2024). Psicoterapia Formativa y Psicología Analítica. Revista Virtual de Psicoterapia Formativa, febrero de 2024.
No hay comentarios:
Publicar un comentario