ABORDAJE DE LA DEPRESIÓN DE ALTO FUNCIONAMIENTO DESDE
LA PSICOTERAPIA FORMATIVA
David Alberto Campos Vargas*
I
La depresión de alto funcionamiento es un fenómeno
cada día más frecuente. En esta neoposmodernidad tan orientada hacia la
consecución de metas, el máximo rendimiento, la productividad (al menos
material) y el buscar afanosamente el aplauso y la aprobación de los demás en
redes sociales, manifestar ciertos síntomas depresivos se está convirtiendo en
tabú. Las expectativas tan exageradamente altas, el individualismo, el culto a
la imagen, el antropocentrismo y la cultura light, factores típicos de este
siglo XXI (el Siglo del Narcisismo), están configurando este nuevo tipo de
presentación clínica de los episodios depresivos.
Como se está satanizando cada vez más el expresar tristeza,
desilusión, cansancio, insatisfacción existencial y cualquier otra cosa que ante
los ojos de esta época expresen vulnerabilidad, ya hasta a los deprimidos les
está tocando enfermarse de una nueva manera (aquella en la que no puedan ser
etiquetados como “débiles”, “necesitados de ayuda” o “incapaces de resolver los
problemas por sí mismos”). Por eso la anamnesis de estas personas requiere una
exploración sutil y cuidadosa, yendo más allá de la fachada de
“invulnerabilidad”, “satisfacción” y “perfección” que la gente se empeña en
mostrar en esta época, así por dentro esté viviendo un verdadero infierno
anímico.
De este modo, ahí donde debería encontrarse el porte
abatido, la mirada gacha y la postura cabizbaja, el doctor encontrará un porte atlético,
o por lo menos elegante, una mirada que denota autosuficiencia y orgullo, y una
postura bien erguida. En vez de las lágrimas (o los ojos vidriosos, con los
párpados inflamados) aparecerán unos engañosos ojos brillantes y hasta
soberbios. No serán visibles los gestos de sufrimiento (y mucho menos la
llamada omega melancólica), pues el rostro de la persona parecerá juvenil, bien
humectado, agradable y con expresión triunfante. El paciente no dirá que se
siente triste, aburrido o fatigado, para no parecer “fracasado”, “desmotivado”
o “falto de forma” (tres rótulos que los neoposmodernos jamás desean que otra
gente les ponga); al contrario, manifestará que se siente “muy bien” o
“excelente”, “motivado” y “contento” con “su vida, su familia y su trabajo”, y
lleno de salud, energía y vigor. En lugar de ideas de minusvalía, expresará
sentirse al mismo nivel o incluso superior a los demás. Negará tener ideas de
culpa o fracaso (muchas veces se mostrará hasta arrogante y muy pagado de sí
mismo, ufanándose de sus logros y cualidades). No verbalizará fácilmente ideas
de muerte o suicidio; es más, expresará que quiere “vivir muchos años” para
realizar todos sus proyectos. Su ánimo aparentará estar elevado, y hasta
expansivo. Su introspección y prospección estarán conservadas. A nivel motor
exteriorizará fortaleza y reciedumbre; de hecho, los que padecen depresiones de
alto funcionamiento suelen ser asiduos del gimnasio y muy aficionados al
deporte.
Por lo anteriormente descrito, hasta un médico experimentado
puede confundirse y dar una impresión diagnóstica errada. Incluso un especialista
en Psiquiatría puede pasar por alto depresiones de este tipo. Son trastornos
con disfraz de virtud, enfermedad camuflada de excelencia, infiernos que sólo
la propia persona conoce y padece.
Del deseo de ayudar a todas estas personas que “llevan
la procesión por dentro” y muchas veces se quedan sin recibir la ayuda
apropiada. Siento que tengo el deber moral de dar a conocer este síndrome, pues
por su causa se suicidan a diario personas valiosas y estoy cansado de leer o
escuchar noticias que dejan a todo el mundo estupefacto, porque la persona que
tomó la triste decisión de matarse nunca verbalizó ideas autolíticas y, en
cambio, mostró al mundo una fachada de “éxito, fortaleza y optimismo”.
II
La plenitud existencial, además de ser idea
inspiradora y objetivo principal de la Psicoterapia Formativa, es un anhelo de
todo ser humano. El hombre aspira a dicha plenitud; sin ella, cualquier
trayectoria vital queda incompleta.
Algo patognomónico hay en las personas con depresión
de alto funcionamiento: la sensación de vacío o incompletud existencial. Ahí
donde todos los otros síntomas y signos depresivos están ausentes, siempre se
encuentra este ítem. ¿Por qué? Porque quienes presentan este síndrome tienen
tan alto sentido de responsabilidad, tan peculiar narcisismo y tan formidable
capacidad de trabajo que no expresan la enfermedad sino hasta que están
prácticamente reventados.
Las peculiaridades de la época actual, y la curiosa
presentación de los trastornos narcisistas derivada de aquella (con narcisos
que son hasta bienintencionados, y que se ofenden si les dicen narcisistas, porque
valoran mucho la corrección política), han generado millones de individuos orientados
al logro, bien preparados (muchos de ellos tienen un alto nivel académico, con
varios posgrados en su haber), responsables, trabajadores, productivos, ambiciosos,
competitivos, muchas veces rutilantes y de altas miras, pero con tan pobre vida
interior y tan limitada religiosidad, que se sienten crónicamente vacíos e
insatisfechos.
Como nunca están contentos con lo que tienen o han
logrado, pero tampoco se permiten siquiera sentirse vulnerables, se deprimen
pero ocultan su depresión con un traje de gala, forzando una “sonrisa de
vencedores” y llevando adelante una mascarada con la que hasta logran despistar
a los demás. El drama es que no pueden engañarse a sí mismos, y saben que su vida
transcurre teñida de falsedad. Y eso los va empujando al abismo de forma lenta
pero inexorable.
Resulta imprescindible ayudarles a encontrar su verdadero
camino en el proceso terapéutico. No el camino de la búsqueda insaciable de
simpatías y reconocimientos ajenos. Tampoco el camino interminable del
cumplimiento de metas cada vez más altas y exigentes. Y mucho menos el camino
de acumular dinero, absurdo suplicio que además constituye una de las peores
necedades del alma humana. Su verdadero camino será aquel que los conduzca a la
plenitud. Todo psicoterapeuta formativo debe estar listo a apoyarlos, acompañarlos,
sostenerlos, guiarlos, motivarlos, corregirlos, serenarlos, socorrerlos,
escucharlos e impulsarlos en dicho camino, el único en el cual encontrarán
(¡por fin!) el sentido de vida que les era tan esquivo.
III
Habiendo encontrado su camino verdadero, y decididas
ya a recorrerlo sin estar pendientes del qué dirán (porque la plenitud
existencial implica saber hacer a un lado las expectativas y las exigencias
ajenas, soltando guiones heteroimpuestos y empezando a vivir genuinamente), las
personas con tendencia a la depresión de alto y funcionamiento deberán
incorporar la humildad dentro de sus propias habilidades. Humildad para
entender que no son perfectos (ni están obligados a serlo), que les es lícito y
saludable expresar sus afectos, que es deseable y necesario que aprendan a
pedir ayuda, que pueden tener vulnerabilidades y debilidades como todas las
criaturas vivientes.
El siguiente paso será que aprendan que no tiene nada de malo deprimirse. De hecho, todos los seres humanos han tenido al menos un momento depresivo a lo largo de su vida. Sabiendo ya que eso no las convierte en “perdedoras”, estas personas podrán manifestar más abiertamente sus cuitas, su cansancio, sus temores, su desánimo y su sintomatología depresiva.
De este modo, la engañosa apariencia de perfección e imbatibilidad será cambiada por una consciencia clara de la propia condición humana, una interpretación realista de lo que se es y de los recursos que se tienen, una mayor autoestima, y, sobretodo, una paz espiritual que no se había logrado antes.
IV
El psicoterapeuta formativo ayudará siendo tal cual es, en toda su humanidad y en toda su imperfección, en todas sus luces y sus sombras. Eso es lo que necesita el paciente con depresión de alto funcionamiento: un sanador de carne y hueso, espontáneo, real, libre de ataduras, prejuicios e imposturas. Un médico capaz de apuntar a lo sublime pero también muy conectado con lo terreno, lo suficientemente lúcido como para no dejarse atrapar de la corrección política, las frases de cajón, los consabidos lugares comunes y las otras hipocresías y falsedades de esta época.
El terapeuta será sincero, y su obrar será tan transparente que el paciente sienta realmente confianza en su incondicionalidad. No hay que temer a la transferencia, que inevitablemente tendrá altas dosis de idealización y esperanza. Es un paciente tan necesitado de aprobación y afecto que esto no será problema, dado que el mismo encuadre de la psicoterapia formativa, con su insistencia en el autocuidado (los cuidados del cuidador) la oración, la castidad, el respeto, la pureza y los demás valores del Evangelio, impide cualquier tipo de erotización o desviación de la relación terapéutica.
En cada ocasión, según lo requiera el momento terapéutico (y suele haber varios momentos terapéuticos en una sola sesión), el doctor podrá ser guía, escudero, maestro, confidente, motivador, consejero, amigo, entrenador y hasta asesor de imagen. Y, en todos los momentos terapéuticos, en todas las sesiones, como coequipero, catalizador de transformación y potenciador de la sinergia terapéutica. Siempre con honradez y profunda humanidad, mostrándose como es (en coherencia absoluta con una de las principales tareas que tiene que realizar el paciente), sin presunciones ni poses: sin el distanciamiento del paciente y las actitudes artificiosas que lastimosamente han calado tanto entre psicólogos y psiquiatras (como si la frialdad y la pedantería fueran sinónimos de profesionalismo, siendo en realidad todo lo contrario).
Con ese obrar terapéutico, mezcla de espontaneidad y erudición, de sencillez y complejidad, el tratante le permitirá al paciente librarse de sus cadenas, pues entenderá que tiene derecho a ser lo que está llamado a ser, y no lo que los demás esperen de él. Y ambos, como diada terapéutica, irán cimentando ese camino de empoderamiento y desarrollo de potencialidades que permitirá el dejar de lado la presión de grupo y las ridículas exigencias de la cultura light.
V
Las personas con depresión de alto funcionamiento, una vez definen qué es lo que realmente las satisface y las llena (aquello que de verdad las conecta con su esencia y los lleva a actuar de manera proactiva y coherente con sus valores), empiezan a vivir como realmente desean (y no subyugados a los guiones y deseos de otros), y pueden lanzarse entonces a la aventura de ser es auténticos y espontáneos.
Ahí llega la otra ganancia para ellas. Tan pronto hallan su verdadero camino y comienzan a disfrutar una vida libre, empiezan a desplegar la fe y la religiosidad que habían tenido ocultas o mutiladas, o peor aún, distorsionadas, y con toda la fuerza que dan la relación con Dios y el desarrollo de la trascendencia, se ven catapultadas hacia alturas cada vez mayores.
A lo anterior se añade la desbordante energía de la sinergia paciente-terapeuta, y se sienten acogidas y amadas, y empiezan a sentirse realmente seguras y capaces de triunfar (y dejan de depender de la aprobación externa y las ideas ajenas); superan entonces las trabas hetero y autoimpuestas (o mejor dicho, inicialmente heteroimpuestas y, por culpa de mecanismos y estilos masoquistas de introyección y estructuración patológica del polo de los ideales, finalmente autoimpuestas), se liberan de la mendicidad afectiva, mejoran y maduran.
Adquieren una personalidad sana, integrada y ecualizada; hacen una redefinición de sí mismas y sus conceptos; incorporan aprendizajes significativos, mejoran sus relaciones; logran la conjunción armónica de todas las dimensiones de su psiquismo; potencian su coeficiente emocional; equilibran cuerpo, mente y espíritu; forjan un psiquismo creativo y vigoroso; construyen una cosmovisión nueva a la que pueden también dar una praxis.
Casi al mismo tiempo, o inmediatamente después, estas personas mejoran todas sus dimensiones existenciales desde la filosofía y de la fe. Optimizan en tal grado el funcionamiento psíquico, y empiezan a vivir con todo el poder que dan valores como la bondad, la verdad y la justicia, que su amor hacia sí mismos y hacia los demás llega a crecer exponencialmente.
VI
Llegado a este punto, el paciente con depresión de alto funcionamiento alcanzará la realización personal, el logro de la felicidad auténtica y el desarrollo de sus potencialidades. Alcanzará la vida plena (un derecho universal que, lamentablemente, tardará decenios en ser reconocido como tal).
Cabe señalar que la psicoterapia formativa insiste en que también el tratante aprende y se transforma a la par que el tratado. Tal vez a un ritmo más veloz, por las ventajas comparativas que tiene (por su preparación, su aprendizaje como terapeuta y su experiencia de vida), pero el hecho es que también va cambiando para bien en la medida en que transcurre el proceso.
Psicoterapeuta y cliente, en virtud de la sinergia terapéutica y de la especial manera en que se viven los fenómenos de transferencia y contratransferencia en este modelo, se construyen, se edifican, se completan, se perfeccionan y maduran. Es decir: se forman de tal modo que la existencia es genuina y dichosa y vale realmente la pena.
VII
El psicoterapeuta formativo, sabiendo que la plenitud existencial y la conducta suicida son incompatibles, debe estar alerta y prevenir el suicidio con todo su saber y toda su experiencia. Para ello debe cumplir a cabalidad con estos logros: a) sensibilización y psicoeducación; b) construcción de un entorno protector; c) acogida respetuosa y serena; d) escucha cálida, validadora y activa; e) inmediata activación de redes de soporte familiar y social; f) elaboración de un plan familiar de contingencia (con eliminación o almacenamiento bajo llave de objetos que el paciente pueda usar para hacerse daño, elaboración de un llavero con las llaves de todas las habitaciones, detección y alejamiento de las personas que son un factor de descompensación anímica); g) acompañamiento permanente; h) música, masajes y aromas que le resulten relajantes y agradables al consultante; i) actividad deportiva y lúdica; j) meditación; k) oración; l) tratamiento de las comorbilidades y corrección de las situaciones que dificultan la vida del paciente; m) manejo farmacológico, si se requiere; n) hospitalización, si hay alto riesgo suicida.
Conseguida también la plenitud existencial (suma de felicidad y realización personal), el psicoterapeuta formativo y el paciente, a través de la sinergia terapéutica, van a reencontrar y potenciar el gozo y la satisfacción por ser y estar en el mundo. Comprendiendo que su condición humana (con sus debilidades y sus imperfecciones) no es ningún pecado, y que tienen también derecho a deprimirse, solicitar ayuda y recibir tratamiento, y que, perseverando con fe, podrán hallar todas las respuestas que buscan, entrarán en la que llamo espiral formativa (reformulación, reforma, redefinición, reconceptualización, integración, equilibrio, armonización y ecualización), y transformarán su personalidad, su self, su vivencia y su propia existencia, libres de las cadenas de la aprobación y la validación externas.
Referencias
Campos, D.A. (2020). Principios de Psicoterapia Formativa. Armenia: SPF Ediciones.
Chinchilla, A. (2008). La depresión y sus máscaras. Madrid: Editorial Médica Panamericana.
Frankl, V. (1999). El hombre en busca del sentido último. El análisis existencial y la conciencia espiritual del ser humano. Barcelona: Editorial Herder.
Frankl, V. (2003). Ante el vacío existencial. Hacia una humanización de la psicoterapia. Barcelona: Editorial Herder.
Frankl, V. (2015). El hombre en busca de sentido. Barcelona: Editorial Herder.
Grün, A. (2015). Caminos a través de la depresión: impulsos espirituales. Barcelona: Editorial Herder.
Reyes, M., y Strosahl, K. (2020). Guía clínica de evaluación y tratamiento del comportamiento suicida. Ciudad de México: Manual Moderno.
Skynner, R., y Cleese, J. (2011). Life, and how to survive it. New York: Random House.
David Alberto Campos Vargas
Médico cirujano, Pontificia Universidad Javeriana
Especialista en Psiquiatría, Pontificia Universidad Javeriana
Neuropsicólogo, Universidad de Valparaíso
Neuropsiquiatra, Pontificia Universidad Católica de Chile
Psicoterapeuta, Sociedad de Psicoterapia Formativa
Filósofo, Universidad Santo Tomás de Aquino
Teólogo, Obispado Castrense de Colombia
Profesor, Universidad del Quindío
Cómo citar este artículo: Campos Vargas, D.A. (2022) Abordaje de la depresión de alto funcionamiento desde la Psicoterapia Formativa. Revista Virtual de Psicoterapia Formativa, mayo de 2022.
Gracias Doctor
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