IMPACTO CLÍNICO DE LA ORACIÓN EN PACIENTES CON TRASTORNOS
DEPRESIVOS QUE ASISTIERON A LA CONSULTA EXTERNA DE UNA INSTITUCIÓN PÚBLICA DEL
QUINDÍO ENTRE JULIO DE 2020 Y JULIO DE 2021
David Alberto Campos
Vargas*
Resumen
La oración es una
herramienta de gran utilidad en el tratamiento psiquiátrico, tal como propone
la Psicoterapia Formativa. Al potenciar la espiritualidad y fomentar el
crecimiento en la dimensión trascendente del hombre, favorece aspectos clave
para la salud mental, la felicidad y la plenitud existencial, como lo son la
sensación de bienestar, la esperanza, el optimismo, el equilibrio psíquico, el
deseo de mejoría en la conducta y la confianza en el futuro.
Los pacientes que
tienen algún padecimiento psiquiátrico de tipo depresivo, es decir, que cumplen
con los criterios diagnósticos de alguno de los trastornos depresivos definidos
como entidades nosográficas (Trastorno Depresivo Mayor Episodio Único Leve,
Trastorno Depresivo Mayor Episodio Único Moderado, Trastorno Depresivo Mayor
Episodio Único Grave Sin Síntomas Psicóticos, Trastorno Depresivo Mayor Recurrente
Episodio Actual Leve, Trastorno Depresivo Mayor Recurrente Episodio Actual
Moderado, Trastorno Depresivo Mayor Recurrente
Episodio Actual Grave, Trastorno Depresivo Mayor Recurrente en Remisión
Parcial, Otros Trastornos Depresivos Recurrentes, Distimia, Duelo, Trastorno
Adaptativo de tipo Depresivo), se benefician de incorporar la oración diaria a
su tratamiento. Rezar disminuye la intensidad de sus síntomas depresivos,
mejora la autoestima, incrementa la esperanza y la confianza en que las cosas
mejorarán en un futuro, hace que se logre la remisión en menos tiempo y aumenta
la sensación de bienestar y calma en los pacientes.
Estos hallazgos
respaldan uno de los ejes conceptuales de la Psicoterapia Formativa: la vida
religiosa como uno de las dimensiones conducentes a la plenitud existencial, la
felicidad, la integración y la ecualización del psiquismo, la reestructuración
de la personalidad, la optimización del desempeño en todas las dimensiones de
la vida y la redefinición de la forma de ser en el mundo.
Palabras clave: Oración, Trastornos
Depresivos, Salud Mental, Bienestar, Calidad de Vida, Psicoterapia, Psiquiatría,
Psicoterapia Formativa.
Abstract
Prayer
is a very useful tool in psychiatric treatment, as proposed by Formative
Psychotherapy. By enhancing spirituality and promoting growth in the
transcendent dimension of man, it favors key aspects for mental health,
happiness and existential fulfillment, such as the feeling of well-being, hope,
optimism, psychic balance, behavior improvement and confidence in the future.
Patients
who have a depressive type of psychiatric disorder, that is, who meet the
diagnostic criteria for any of the depressive disorders defined as nosographic
entities (Mild Single Episode Major Depressive Disorder, Moderate Single
Episode Major Depressive Disorder, Single Episode Major Depressive Disorder
Severe No Psychotic Symptoms, Recurrent Major Depressive Disorder Current
Episode Mild, Recurrent Major Depressive Disorder Current Episode Moderate,
Recurrent Major Depressive Disorder Current Episode Serious, Recurrent Major
Depressive Disorder in Partial Remission, Other Recurrent Depressive Disorder,
Dysthymia, Adaptive Grief, Disorder Depressive), benefit from incorporating
daily prayer into their treatment. Praying decreases the intensity of their
depressive symptoms, improves self-esteem, increases hope and confidence that
things will improve in the future, makes remission to be achieved in less time
and increases the feeling of well-being and calm in patients.
These
findings support one of the conceptual axes of Formative Psychotherapy:
religious life as one of the dimensions leading to existential fullness,
happiness, integration and equalization of the psyche, the restructuring of the
personality, the optimization of the performance in all the dimensions of the
life and the redefinition of the way of being in the world.
Key words: Prayer,
Depressive Disorders, Mental Health, Welfare, Quality of Life, Psychotherapy,
Psychiatry, Formative Psychotherapy.
Introducción
Para la Psicoterapia
Formativa, la vida espiritual es fundamental: como concibe la psicoterapia como
un proceso total, y tiene en cuenta las tres facetas del ser humano (cuerpo,
mente y espíritu), inevitablemente le apunta a la plenitud existencial, la felicidad
y al sentido de vida que la buena relación con Dios brinda en abundancia.
El psicoterapeuta
formativo y el paciente que asiste a este tipo de terapia buscan el desarrollo
de las virtudes teologales (fe, esperanza, amor/caridad), las virtudes cardinales
(prudencia, justicia, fortaleza, templanza), la vida de gracia, unas
resiliencia y versatilidad mayores, la potenciación de la empatía y la solidaridad,
la reflexión y la praxis filosófica, las adecuadas construcción y gestión de
las cogniciones y las emociones, y la sabiduría de vida.
En línea con lo
anterior, los psicoterapeutas formativos promovemos en nuestros pacientes la
oración, la vida sacramental, las lecturas edificantes (con énfasis especial en
las Sagradas Escrituras), las obras de misericordia, la religiosidad (entendida
como relación y amistad con el Señor), la práctica de ejercicios espirituales,
el despliegue de una vida acorde con los valores del Evangelio, la meditación
(centrada en el infinito amor del Todopoderoso, en pasajes de la Biblia o en
las enseñanzas de los doctores de la Iglesia), el despliegue de conductas
altruistas y solidarias, la aplicación de máximas y ejemplos de santos y beatos
(y, en general, de todos los seres humanos que destacaron por su servicio al
prójimo, más allá de la religión que profesaron), la asistencia a retiros
espirituales y la forja de un talante activamente bondadoso.
En caso de pacientes
pertenecientes a corrientes religiosas no cristianas, o agnósticos o ateos, la
Psicoterapia Formativa respeta la individualidad y las creencias individuales,
y se adapta a lo que cada persona consienta y acepte. He observado que los pacientes
no cristianos pero pertenecientes a otras religiones monoteístas cumplen a
cabalidad con las tareas encaminadas a forjar una vida más plena propuestas por
este modelo psicoterapéutico, en el marco, obviamente, de sus creencias. Los
que pertenecen a religiones politeístas o misceláneas o se enmarcan dentro de
la llamada Nueva Era, les fascinan las oraciones propias de sus tradiciones y
la meditación. A los budistas y a quienes son creyentes pero no tienen una
filiación religiosa específica, la meditación y las buenas obras les resultan
sumamente útiles para alcanzar las metas terapéuticas.
Cuando empezaba la
conceptualización de la Psicoterapia Formativa, temía que en los pacientes
agnósticos o ateos no se produjeran buenos resultados clínicos, o que ellos
mismos sintieran repulsión frente a un tipo de psicoterapia en el que la
espiritualidad juega un papel primordial. Sin embargo, los once años de
experiencia transcurridos desde entonces me han mostrado que la Psicoterapia
Formativa es perfectamente compatible con este tipo de pacientes. En general,
hasta el más recalcitrante de los ateos siente gusto al leer textos
inspiradores, de personas que con tesón han superado todo tipo de dificultades,
o libros psicoeducativos o de automotivación. Son reacios a la vida
sacramental, pero sí aceptan algunos tipos de oración y meditación (siempre y
cuando no impliquen una congregación o un acto devocional). Y están de acuerdo
en realizar obras de caridad, actos de altruismo y todas las conductas que
contribuyan a hacer de ellos mejores personas.
Ahora bien, el método
científico nos invita a analizar nuestras creencias con rigor, objetividad y
racionalidad, y a estar listos a desechar las que no sean sistemáticamente
verificables. Del deseo de someter una variable específica del tratamiento de
la Psicoterapia Formativa (la oración) al rigor del escrutinio científico nació
esta investigación. Quise determinar si la oración en sí misma constituía una
ventaja, si no tenía ningún impacto, o si, por el contrario, resultaba
perjudicial.
El objeto de este
estudio fue entonces aclarar si la oración traía o no consecuencias claramente
medibles y constatables a la salud mental de los consultantes diagnosticados
con algún trastorno depresivo, o si simplemente se trataba de una intervención
neutra (ni benéfica ni deletérea, más bien anexa y potencialmente removible), o
si resultaba ser incluso contraproducente (lo cual iría en contra de más de 300
investigaciones publicadas hasta este año, pero resultaría un hallazgo que
avalaría la actitud de aquellos psiquiatras que ven con malos ojos o hasta
prohíben la oración en sus consultorios y hospitales).
Investigué, en
consecuencia, cuál fue el efecto de la oración en los pacientes con algún tipo
de trastorno depresivo que consultaron por Psiquiatría en la sede de
ambulatorios (Consulta Externa) del hospital psiquiátrico en el cual trabajo,
en el año comprendido entre julio de 2020 y julio de 2021
Antecedentes
Platón fue el primer
pensador en abordar lo divino desde una perspectiva sistemática. Señaló que
Dios era el Supremo Bien, el culmen y la perfección absoluta de la bondad, la
belleza y la justicia. Dicho Dios era un recordatorio de dichos ideales, y una
invitación a buscarlos y vivirlos. También consideró que el hombre podría
asemejarse a Él en la medida en que desarrollara dichas virtudes (en la medida
en que se hiciera más bondadoso, bello y justo). De esta forma, el tener
presente al Sumo Bien en sus vidas movería a los seres humanos a desarrollar
una vida virtuosa.
Marco Tulio Cicerón entendió
la religión como relegere, volver,
retornar, recorrer los senderos que dan soluciones y consuelan a los hombres.
San Pablo captó que la religiosidad y la conducta debían ser una unidad
coherente para que la oración resultara agradable a Dios, y mostró la oración en
sus distintas facetas (saludo, petición, súplica, acción de gracias) como uno
de los caminos más eficientes para relacionarse con Dios, adquirir alegría y
paz espiritual, llevar una existencia armónica, crecer en gracia y actuar
conforme al Evangelio.
Lactancio comprendió la
religión como religare: una
religación, una reconexión con lo trascendente, con lo que va más allá de la
realidad material. San Agustín de Hipona logró exponer con absoluta claridad
los beneficios tanto personales (introspección, moderación, equilibrio,
sabiduría, encuentro con las verdades eternas) como sociales (el triunfo de la
bondad y la justicia) de lo religioso, e incentivó la oración como uno de los
mecanismos más eficaces para el crecimiento espiritual.
El erudito santo Tomás
de Aquino, sintetizando las tradiciones filosóficas y teológicas de numerosos
pensadores neoplatónicos (Plotino), cristianos (Tertuliano, Clemente de
Alejandría, Orígenes, san Juan Damasceno, san Gregorio Nacianceno, san Ambrosio
de Milán, san Agustín de Hipona, Pedro Abelardo, san Buenaventura), hebreos
(Maimónides) y musulmanes (Avicena, Averroes), encontró que la religión
incentivaba el cultivo del espíritu, la vida virtuosa y la conducta conducente
al mayor bien a nivel individual y colectivo. También describió los efectos
positivos de los distintos tipos de oración para el hombre: claridad mental,
incremento de las virtudes, mayor entendimiento de las situaciones de la vida, acercamiento
a Dios, plenitud y felicidad.
Iniciando la Edad
Moderna, grandes místicos escribieron extensamente sobre las bondades y los
frutos de la oración. Cabe mencionar a san Juan de Ávila, san Juan de la Cruz,
santo Tomás de Villanueva, santa Teresa de Ávila, Antonio de Molina, Luis de la
Palma, beato Luis de Granada, san Juan de Ribera, Diego de Estella, Luis de la
Puente, beato Bartolomé de los Mártires y san Pedro de Alcántara, quienes
describieron además los gozos y las delicias experimentados por quienes rezaban
y meditaban a menudo.
Personajes famosos por
haber sido enfermeros y haber narrado cómo aquellos pacientes asiduos a la
oración mejoraban clínicamente, sobrellevaban mejor el dolor crónico y hasta se
curaban milagrosamente, fueron san Ignacio de Loyola, san Juan de Dios, santa
Catalina de Siena, san Camilo de Lelis, san Martín de Porres y san Pedro
Claver. Ellos mismos experimentaron, a pesar de sus quebrantos de salud y
gracias a su fervorosa vida espiritual, un vigor, un entusiasmo y una fortaleza
extraordinarios para poder socorrer a los dolientes y necesitados que tuvieron
a su cargo.
En la época de los
grandes pedagogos y fundadores de instituciones educativas (san José de
Calasanz, san Juan Bautista de La Salle, san Marcelino Champagnat, san Antonio
María Claret, san Juan Bosco), se evidenció que la religiosidad hacía que los
jóvenes fueran más reflexivos, organizados, maduros, sociables, solidarios y
felices. La oración y la meditación fueron ampliamente usadas en estos
colegios, como herramientas para formar personas éticas, felices consigo mismas
y dispuestas a ayudar al prójimo.
Con la creación de
clínicas especializadas en la atención a pacientes psiquiátricos, numerosos
pedagogos, médicos, enfermeros, consejeros y terapeutas encontraron que la religiosidad
en general, y la oración en particular, aliviaban enormemente el sufrimiento,
optimizaban la adaptación y disminuían las conductas autolesivas. Cabe citar a
san Benito Menni, Sandor Ferenczi, Alfred Adler, Maria Montessori y Franz
Alexander.
Eminencias de la psiquiatría,
la psicología y la psicoterapia estudiaron los efectos positivos de la religión
en el psiquismo humano. Carl Gustav Jung fue un convencido de la religiosidad
como poderoso factor de sanación; animó a sus pacientes a tener una activa vida
religiosa y a conectarse con lo mítico y lo sacro; fue un erudito en temas
teológicos e introdujo a quienes lo consultaron en prácticas de oración y
meditación, así como en la lectura de distintos textos de corte espiritual,
tanto de tradiciones cristianas como de otras confesiones. Asimismo, Jung encontró
que los íconos religiosos eran símbolos poderosísimos, que hacían emerger
experiencias milenarias compartidas (arquetipos del inconsciente colectivo) y
permitían a los pacientes acceder a la idea de totalidad y unión de los
opuestos, y estimuló la búsqueda de experiencias religiosas como camino hacia
la individuación y maduración de la personalidad.
Richard Wilhelm,
Jolande Jacobi, Barbara Hannah, Joseph Lewis Henderson, Marie-Louise von Franz
y Aniela Jaffé, que se nutrieron de la Psicología Analítica postulada por Jung,
también describieron cientos de casos en los que la oración, la meditación, la
asistencia a servicios religiosos (oraciones colectivas y sacramentos católicos,
cultos protestantes, pujas hinduistas y budistas, ofrendas jainistas) y otros
intentos de contacto con Dios y lo sagrado (romerías y peregrinaciones, danzas
religiosas, ritos de paso, actos votivos), resultaron benéficos para la salud
mental de los pacientes: redujeron sus síntomas, los ayudaron a madurar, les
dieron consuelo y fortaleza en los momentos difíciles, fueron ocasión para
encontrar su sentido de vida y les permitieron mayores funcionalidad y
adaptación al entorno.
Ludwig Wittgenstein, un
filósofo que estuvo interesado en temas psicológicos, entendió que la religión
le permite al hombre valorar e interpretar lo que considera profundo e
importante. Nicholas Wosteltorff, además de lo anterior, postuló que la
creencia religiosa es muy útil socialmente, dada su función regulativa: guía a
cada quien a formarse una imagen de cómo debería ser el mundo, y a actuar
correctamente, en consonancia con dicho ideal.
Otros filósofos que
abordaron la fe, la espiritualidad y la trascendencia fueron Jacques Maritain,
Max Scheller, Karl Jaspers y Gabriel Marcel. Todos ellos encontraron que la
espiritualidad cristiana animaba a llevar una conducta amorosa, solidaria y
compasiva, y que el marco religioso promovía la calma y la confianza aún en situaciones
extremas. Es más: hallaron que la religión constituía un asidero, un apoyo de
valor incalculable, allí donde las fuerzas netamente humanas se veían limitadas
o superadas (como en las situaciones límite descritas por Jaspers, en las que
se pone en jaque la misma existencia).
Erik Erikson afirmó que
las religiones son fundamentales para el desarrollo de una identidad y una
personalidad sanas, puesto que los rituales religiosos marcan el compás de
distintos momentos de la existencia (bautismo en la niñez, confirmación en la
adolescencia, matrimonio en la adultez, unción de los enfermos en la aceptación
de la enfermedad y la preparación para la muerte) y la religión es el vehículo
a través del cual su respectiva cultura promueve en el individuo la forja de
las virtudes necesarias para cada etapa de la vida.
Joseph John Campbell
ayudó a sus pacientes (y sus numerosos lectores) alentando la religiosidad como
oportunidad de autoconocimiento, y describió de qué manera las imágenes
religiosas conectaban lo mítico, lo psíquico y lo sacro, y permitían la
emergencia de lo que Jung denominaba el arquetipo del héroe. Entretanto, Erich
Neumann describió su importancia en el desarrollo personal y la exploración de
lo inconsciente conducente al descubrimiento del sí-mismo y la conciencia
plena.
Viktor Frankl evidenció que la religiosidad va de la mano con
la trascendencia y el sentido de la vida, permite aceptar los golpes de la vida
y da fuerzas para continuar adelante. Constató que la religión podía impulsar a
todos los hombres a ser mejores personas (pues forjaba en ellos el deseo de
ayuda a los demás, la caridad y la solidaridad social) y a construir una
existencia más genuina (dando autenticidad y significado).
Elizabeth Kübler-Ross
señaló la importancia de las creencias religiosas a la hora de afrontar
distintos tipos de duelo (afrontar la muerte de un ser querido, un divorcio, la
aparición de una dolencia física grave) y aceptar las enfermedades terminales y
la muerte con serenidad, esperanza e incluso alegría. También postuló que la
vida espiritual debía ser parte indispensable de los cuidados paliativos.
Posteriormente, varios
representantes de la Psicología Transpersonal (Timothy Leary, Stanislav Grof,
Ken Wilber, Anthony Sutich) describieron los provechos para la vida psíquica
(integración del psiquismo, ampliación de la conciencia, experiencia de lo sacro,
estados amplificados de amor, relajación, conocimiento interior profundo) de
los distintos tipos de experiencia religiosa.
Más recientemente, el
monje benedictino Anselm Grün ha fusionado conceptos junguianos, espiritualidad
católica y terapia sistémica, logrando una alta tasa de éxito en cuanto a
orientación y consejería psicológica de matrimonios y familias. Grün insiste en
la oración, la lectura de la Biblia y el uso de los sacramentos (especialmente
Confesión, Comunión y Eucaristía) para el logro de una vida equilibrada y de un
completo bienestar corporal, mental y espiritual.
Conceptos fundamentales
Los trastornos
depresivos son un grupo de enfermedades psiquiátricas de origen multifactorial,
que afectan especialmente la esfera emocional de la persona. Su semiología, en
consecuencia, es rica en síntomas afectivos: tristeza, anhedonia, llanto fácil
o incontrolable, labilidad afectiva, sensaciones de fracaso, impotencia, decaimiento,
culpa, derrota, malestar o desesperanza, disforia, hipersensibilidad, nostalgia,
remordimiento (tanto por lo que se hizo como por lo que se dejó de hacer),
ansiedad, dolor (moral, psíquico y hasta físico) e inquietud psicomotora (o,
por el contrario, enlentecimiento psicomotor). También hay sintomatología
cognitiva (cogniciones negativas, ideas de minusvalía, ideas de culpa, ideas de
fracaso, ideas de desesperanza, ideas de muerte, ideas de suicidio), volitiva
(desmotivación, hipobulia, abulia), somática (cefalea, angina, dorsalgia,
lumbalgia, prurito, diarrea o estreñimiento, fibromialgia) y relacional
(irritabilidad, brusquedad en las respuestas, tendencia al aislamiento, y
deterioro en el desempeño familiar, laboral, académico y social), por lo que se
puede afirmar que en todo trastorno depresivo se da una afectación global (psíquica,
física y espiritual) de la persona.
El diagnóstico de los
trastornos depresivos es eminentemente clínico. Se llega a él a través del
encuentro con el paciente y la correspondiente entrevista clínica
semiestructurada. Hay unos signos y síntomas específicos, como los arriba
mencionados, evidenciables en la entrevista psiquiátrica.
El paciente con Trastorno
Depresivo Mayor Episodio Único Leve tiene ánimo triste, llanto ocasional,
anhedonia, insomnio de conciliación, desánimo, disminución del apetito, ligero
enlentecimiento de las funciones cognitivas, debilitamiento del juicio, ideas
de minusvalía, bradipsiquia, bradilalia y ligera bradicinesia.
En el Trastorno
Depresivo Mayor Episodio Único Moderado se encuentra la tristeza como emoción
predominante (a veces en concomitancia con ansiedad), ganas de llorar
frecuentes, sensación de vacío, anhedonia, insomnio y sueño fragmentado, hipobulia,
hipodinamia, hipersensibilidad e irritabilidad (incluso por asuntos de poca
monta), cansancio y falta de energía, falta de apetito, fallas en la atención,
problemas para concentrarse, bradipsiquia, deterioro en el juicio y la toma de
decisiones, dificultad para razonar correctamente, ideas de minusvalía, ideas
de inutilidad, ideas de muerte pasivas, bradilalia,
bradicinesia.
El Trastorno Depresivo
Mayor Episodio Único Grave sin Síntomas Psicóticos exhibe una tristeza desesperada,
ansiedad marcada, llanto constante (y, con frecuencia, la sensación de sentirse
peor después de haber llorado), anhedonia, sensación de vacío y fracaso
existencial, insomnio (tanto de conciliación como de reconciliación) y sueño
fragmentado, abulia, adinamia, franca disforia, cansancio, anergia, falta de
apetito, fallas gruesas en la atención, la concentración y la memoria,
bradipsiquia, juicio severamente comprometido por el estado afectivo,
raciocinio alterado, toma de decisiones deteriorada, fijación en fracasos del
pasado, autorreproches ideas de minusvalía, ideas de inutilidad, ideas de
minusvalía, ideas de culpa, ideas de muerte activas, ideas suicidas de
estructuración variable (a veces francamente elaboradas), bradicinesia e
incluso acinesia.
El Trastorno Depresivo
Mayor Episodio Único Grave con Síntomas Psicóticos suele presentarse con una
tristeza y un abatimiento profundos, signos físicos como la omega melancólica,
las comisuras labiales hacia abajo o la postura cabizbaja por tener la mirada
en el suelo, anhedonia, sensación de vacío y fracaso existencial, insomnio
(tanto de conciliación como de reconciliación), abulia, adinamia, anergia,
ausencia de apetito, fallas gruesas en la atención, la concentración y la
memoria, bradipsiquia, juicio y raciocinio abolidos, estancamiento mental,
incapacidad para tomar decisiones, fijación en tropiezos y pérdidas del pasado,
vivencia del presente como un fracaso, autorreproches constantes y muchas veces
injustos (por lo desmedidos y exagerados), ideas de minusvalía, ideas de
inutilidad, ideas de minusvalía, ideas de culpa, ideas de muerte activas, ideas
suicidas estructuradas y acinesia. Pueden presentarse alucinaciones
egodistónicas e ideas delirantes de corte depresivo.
En el Trastorno
Depresivo Mayor Recurrente Episodio Actual Leve se encuentran dos o más
episodios depresivos, mostrando el episodio actual ánimo triste, llanto
ocasional, anhedonia, insomnio de conciliación, desánimo, disminución del
apetito, ligero enlentecimiento de las funciones cognitivas, debilitamiento del
juicio, ideas de minusvalía, bradipsiquia, bradilalia y ligera bradicinesia.
El Trastorno Depresivo
Mayor Recurrente con Episodio Actual Moderado es un trastorno depresivo
recurrente (ya se trata de más de dos episodios depresivos) que está presentando
un episodio depresivo actual consistente en ánimo triste, anhedonia, llanto
fácilmente provocado y/o frecuente, sensación de vacío, insomnio y sueño
fragmentado, hipobulia, hipodinamia, hipersensibilidad e irritabilidad (incluso
por asuntos de poca monta), cansancio y falta de energía, falta de apetito,
fallas en la atención, problemas para concentrarse, bradipsiquia, deterioro en
el juicio y la toma de decisiones, dificultad para razonar correctamente, ideas
de minusvalía, ideas de inutilidad, ideas de muerte pasivas, bradilalia y
bradicinesia.
Trastorno Depresivo
Mayor Recurrente con Episodio Actual Grave es el trastorno depresivo recurrente
que está cursando en el momento de la evaluación con ánimo triste, anhedonia,
llanto espontáneo y frecuente, ideas de minusvalía, ideas de culpa, ideas de
desesperanza, ideas de muerte, ideas de suicidio, insomnio marcado (usualmente
de tipo mixto: tanto de conciliación como de reconciliación), bradipsiquia,
bradilalia, bradicinesia, facies francamente depresiva con omega melancólica,
astenia, abulia y adinamia. Puede también acompañarse de ideas delirantes,
usualmente de corte nihilista o hipocondríaco, alucinaciones egodistónicas y en
ocasiones inquietud o agitación psicomotora.
El Trastorno Depresivo
Mayor Recurrente en Remisión es aquel trastorno depresivo recurrente
adecuadamente controlado, y por lo tanto asintomático al momento de ocurrir la
entrevista.
Otros Trastornos
Depresivos Recurrentes es la categoría diagnóstica utilizada para aquellos
trastornos depresivos recurrentes que no cumplen con la totalidad de los
criterios de los trastornos depresivos recurrentes anteriormente expuestos.
La Distimia es un
trastorno depresivo consistente en tener ánimo triste la mayor parte del día,
la mayor parte de los días, durante más de dos años (por lo que lleva al
establecimiento de una personalidad neurótica de corte depresivo, con marcado
pesimismo y una forma negativa de ver la vida y el mundo).
El Duelo es un
trastorno depresivo reactivo, secundario a una pérdida (y, por lo tanto,
resulta normal y esperable la mayoría de las veces). Constituye una Reacción de
Ajuste. Se habla de Duelo Patológico cuando es de una intensidad, una duración
y una presentación clínica desmedidas.
El Trastorno Adaptativo
de tipo Depresivo es un trastorno depresivo resultante de un estrés
significativamente intenso o prolongado, que aparece dentro de los tres
primeros meses de exposición a dicho factor estresante, con elevado malestar
subjetivo y deterioro clínico evidenciable en una alteración del desempeño en
las esferas personal, conyugal, familiar, laboral y/o social.
La oración, por otra
parte, se ha definido como una experiencia privilegiada, en la que se da una
conversación amistosa con Dios (un diálogo del hombre con el Creador), la cual
consolida la buena relación con Él. Orar es estar en unión con el Señor dentro
de las peculiaridades de cada uno (el Todopoderoso que ama a su criatura predilecta,
y el ser humano débil pero esperanzado, que gracias a su fe sabe o al menos
intuye que será escuchado).
Dentro del Magisterio
de la Iglesia se han dado varias definiciones sobre la oración: la petición a
Dios de bienes convenientes (san Juan Damasceno), un coloquio al mismo tiempo amistoso
y humilde con el Señor (san Gregorio Nacianceno), una oportunidad de acercarse
a quien es Todopoderoso (san Juan Crisóstomo), un pensar en Dios con piedad y
afecto humilde (san Agustín de Hipona), el piadoso afecto de la mente que
piensa en Dios (san Buenaventura), la elevación de la mente a Dios para
alabarlo y pedirle las cosas convenientes para la salvación eterna (santo Tomás
de Aquino), un encuentro de amor con el Amado (san Juan de la Cruz), un
abandono en los brazos de Dios (san Juan Pablo II), una oportunidad para
renovar y revigorizar la fe (Benedicto XVI). Ninguna es mejor que otra: todas
se complementan entre sí, y enriquecen el concepto de modo innegable.
Es muy ilustrativa la
comprensión (nítida y acertada, al mismo tiempo psicológica, antropológica y
teológica) que tiene Benedicto XVI sobre la oración. Desde cuando era profesor
de Teología, y por supuesto, siendo Cardenal y Prefecto de la Congregación de
la Doctrina de la Fe, Joseph Ratzinger se centró en la vivencia del hombre
orante. Algunos de sus hallazgos han sido estos: a) la oración es un estilo de
vida que enseña a escuchar y acatar la palabra y la voluntad del Señor (a
confiar en Él y a dejarnos conducir por Él); b) orar
es hacer lo que Cristo ha querido enseñarnos: conectarnos con el Padre; c) la
oración es un encuentro personal, íntimo y profundo, con un Dios amoroso que
siempre está a la espera de poder amar a Su criatura; d) cuando la persona ora,
entra en comunión con el Amor pleno, y aprende a amar; e) la oración como
encuentro no la podemos circunscribir a una técnica, a un método o a una
ceremonia: es la sintonía, en el pensamiento y en la voluntad, entre el ser
humano y su Señor; f) orar no puede ser un acto interesado en el que a cambio
de cumplir una serie de rituales se puedan esperar ciertos resultados, pues
Dios no es manipulable ni comprable, y siempre están en juego la libertad y la
gracia; g) rezar es un medio para acrecentar la unión con el Todopoderoso, que
fortifica la fe y renueva la esperanza; h) aunque la criatura nunca podrá
poseer por entero a su Creador, sí puede participar de la vida del Creador,
conocerlo mejor y familiarizarse con Él a través de la oración; i) mediante la
oración el corazón del hombre logra deshacerse de las preocupaciones del mundo;
j) el cristiano que reza no pretende cambiar los planes de Dios o corregir lo
que Dios ha previsto: busca más bien el encuentro con el Padre de Jesucristo,
pidiendo que esté presente, con el consuelo de su Espíritu, en todos los
momentos de su vida; k) orar con fe y deseo de seguir la voluntad del
Todopoderoso impide la degradación del hombre, le permite vivir con la mirada
fija en Él, y lo salva de la esclavitud de doctrinas fanáticas y terroristas;
l) rezar es un medio para avivar el deseo de estar cerca de Dios y vivir
genuinamente los valores del Evangelio; m) la oración es una escuela de fe,
esperanza y caridad; n) el que ora se transforma: le da cada vez más cabida al
Señor en su vida, y aprende qué es lo que verdaderamente puede pedirle; o)
rezar alivia el sufrimiento, nos alegra y nos hace libres ante la seducción de
los falsos ídolos que han encandilado al mundo; p) la oración nos transforma en
una permanente confesión de fe; q) cuando oramos asiduamente aprendemos a no
anteponer nada al Amor; r) orar es alimentar la vida interior y aumentar la
pertenencia al Señor; s) el que reza encuentra sostén en las situaciones
difíciles de la vida.
Las finalidades y los
tipos de oración pueden abarcarse en estos grupos: adoración, acción de
gracias, petición, perdón y ofrecimiento. Todas las religiones presentes en el
planeta fomentan al menos una de estas modalidades de contacto con lo sagrado. Las
oraciones pueden ser novedosas, espontáneas, improvisadas y producto de la
inspiración personal, o antiguas (como el Padre Nuestro, creada por el propio
Jesucristo), inspiradas por el Espíritu Santo a los devotos especialmente
cercanos a Dios, recitadas con fervor a lo largo de los siglos y constituyentes
del tesoro de una tradición que nunca pasa de moda. En el cristianismo original
(católico) ambas maneras de rezar son válidas. En el cristianismo ortodoxo, casi
totalmente compatible con el catolicismo en cuanto al dogma, también. En las
corrientes iniciales del protestantismo (luteranismo, calvinismo, anglicanismo),
oraciones como el Padre Nuestro o el Gloria son claramente aceptadas. Dentro de
los adeptos de las variopintas sectas derivadas de aquellas, muchos se resisten
a las oraciones tradicionales; sin embargo, tan pronto conocen el origen
bíblico de ellas, su resistencia cede un poco.
En el contexto colombiano,
quienes se definen como creyentes son casi todos cristianos. El cristianismo
católico, con 9 de cada 10 personas (90%), es dominante por amplísima mayoría.
Y casi la totalidad del 10% restante se divide entre las cada vez más numerosas
ofertas del cristianismo protestante. Un pequeño porcentaje se identifica con
algunas religiones de Lejano Oriente (especialmente budismo, taoísmo e
hinduismo), pero son realmente escasos los colombianos que están oficialmente
afiliados a ellas. Pensando en ello, entraron al estudio cuatro oraciones: el Padre
Nuestro, el Alma de Cristo, la Coronilla de la Divina Misericordia y el Gloria.
Diseño del Estudio
Se aprovechó que
gracias a la pandemia de Covid 19 y a la creación del servicio de
Telepsiquiatría en la institución en la que laboro, la tasa de inasistencias a
la Consulta Externa de Psiquiatría se redujo a cero, puesto que todos los
pacientes se hicieron abordables a través de una sencilla llamada telefónica.
Lo anterior permitió
superar una de las grandes dificultades de antaño en este tipo de
investigaciones: el seguimiento de los participantes. Gracias a la
Telemedicina, el monitoreo de la evolución de cada consultante se pudo hacer de
forma eficiente. Las otrora dificultades logísticas (traslado de sus domicilios
hasta la sede de servicios ambulatorios, cancelación de citas debido a eventos
inesperados, pérdida de las atenciones por impuntualidad o incumplimiento) y
hasta económicas (costos de alimentación y viaje, especialmente para aquellos
consultantes que residen en zonas rurales) se superaron, y se pudo hacer un
rastreo completo, mes a mes, de todos los pacientes.
Lo anterior resultó ser
muy apropiado para llevar a cabo la investigación: del universo estudiado (pacientes
que consultaron por Psiquiatría a la sede de Consulta Externa del hospital,
entre julio de 2020 y julio de 2021) y la población seleccionada (los pacientes
que pidieron cita específicamente conmigo, entre julio de 2020 y julio de 2021),
la totalidad de la muestra elegida (los pacientes que quisieron ingresar al
estudio, dieron su consentimiento y cumplieron con los criterios de inclusión)
tuvo la oportunidad de ser evaluada en todas las consultas agendadas (una cada
mes, durante el año estudiado).
Tipo de Estudio
Se realizó una
investigación cualitativa, con un modelo de estudio descriptivo tipo cohorte,
evaluando durante 12 meses la evolución de cada paciente a través de entrevista
clínica semiestructurada mensual.
Cada consulta tuvo una
duración de treinta minutos, y constó de los siguientes momentos: a) saludo; b)
recolección de datos subjetivos (lo referido por el paciente y sus
acompañantes) y objetivos (examen mental del consultante); c) confirmación (triangulada
con sus acudientes) de que se estuvieran haciendo a diario todas las oraciones
evaluadas en el estudio; d) redacción de la nota de control en la Historia
Clínica; e) indicaciones, recomendaciones y signos de alarma.
Población
El Quindío tiene
alrededor de 570.000 habitantes; la mayoría son de raza mestiza (57%) y blanca
(30%), y el resto de raza mulata (9%), negra (3%) e indígena (1%). Pese a ser
el departamento (estado) más pequeño de Colombia, es uno de los más destacados
en cuanto a las industrias cafetera y turística. Su capital, Armenia, es junto
a Pereira y Manizales uno de los tres puntos cardinales del llamado Eje
Cafetero colombiano.
La institución de Salud
Mental en la cual trabajo es el principal hospital psiquiátrico de la región;
cuenta con cuatro sedes (dos de las cuales están ubicadas en Armenia, y dos en
Filandia), ofrece los servicios de consulta externa por psiquiatría, consulta
externa por psicología, hospitalización, desintoxicación y rehabilitación de
drogodependencias, psicoterapia (individual, de pareja, de familia y de grupo)
por psiquiatría y por psicología, hospital día, terapia ocupacional y trabajo
social. Fue fundada en 1969 y lidera todos los procesos de atención en
psiquiatría y promoción de la salud mental en todos los municipios del Quindío.
Desde 2018 atiende alrededor de 4.800 pacientes al año. La sede de Consulta
Externa, en la que laboro, está ubicada en la ciudad de Armenia, capital del
Quindío, y nos ofrece a los psiquiatras la posibilidad de hacer citas mensuales
con cada paciente. Somos un total de 7 médicos psiquiatras los que hacemos
parte del equipo terapéutico de dicha sede.
Como psiquiatra de la
Consulta Externa de esta institución, atendí entre 8 y 10 pacientes por
jornada, durante el año en el que transcurrió la investigación, los días lunes,
martes, miércoles, jueves, viernes y algunos sábados. Durante el tiempo en que
transcurrió la investigación (48 semanas) no solicité vacaciones ni me ausenté
un solo día (puesto que no salí de casa mientras completaba mi esquema de
vacunación contra la Covid 19), por lo que trabajé un total de 1064 horas. En esas
1064 horas atendí una totalidad de 2128 consultas. En esas consultas, llegaron
a mí 114 pacientes distintos. De ellos, 88 cumplieron a cabalidad con el
consentimiento informado y los criterios de inclusión.
Es decir, este estudio
fue un seguimiento juicioso y estricto de 88 personas distintas a lo largo de
un año, con una evaluación clínica cada mes, evaluando el impacto de la oración
en quienes tenían trastornos depresivos.
Criterios de Inclusión
Entraron a la investigación
los pacientes que tuvieran estas características: a) sólo estar recibiendo
citas de Psiquiatría conmigo, y con ningún otro profesional de la Salud Mental
(para que no hubiese sesgos ni injerencias dadas por variación en el prestador
de servicios de salud mental en los resultados; b) no estar tomando ningún tipo
de psicofármaco (para que los resultados clínicos fueran claramente achacables
a la intervención investigada, y no a otras intervenciones o tratamientos); c) no
estar recibiendo terapia ocupacional (también con el objetivo de que los resultados clínicos
fueran claramente derivados de la intervención investigada, y no a otras
intervenciones o tratamientos); d) no estar recibiendo ningún tipo de apoyo distinto
del realizado en los controles conmigo (con el fin de evitar que otras
intervenciones pudieran alterar el resultado); tener más de 18 años (ser mayor
de edad en la República de Colombia); f) no tener algún tipo de retraso mental,
discapacidad cognitiva o trastorno del desarrollo (condiciones que podrían
alterar el curso clínico o los resultados); g) no tener algún tipo de enfermedad
psiquiátrica grave como Esquizofrenia, Trastorno mental y del comportamiento
secundario a lesión/disfunción cerebral, Demencia, Trastorno de
Esquizoafectivo, Trastorno Afectivo Bipolar, y Trastorno mental y del
comportamiento secundario a uso de sustancias psicoactivas (condiciones que
podrían alterar el curso clínico, los resultados o el seguimiento de cada
paciente a lo largo del año de estudio); h) haber asistido a consulta conmigo
entre julio de 2020 y julio de 2021; i) haber dado su consentimiento para hacer
parte del estudio.
Criterios de Exclusión
No entraron a la
investigación los pacientes que tuvieran estas características: a) tener citas
con otros profesionales de la Salud Mental; b) recibir cualquier tipo de
psicofármaco; c) recibir cualquier tipo de psicoterapia, por Psiquiatría o por
Psicología; d) recibir terapia ocupacional por parte de un profesional; e) tener menos de 18 años (ser menor de edad en la
República de Colombia); f) tener algún tipo de retraso mental, discapacidad
cognitiva o trastorno del desarrollo; g) tener algún tipo de enfermedad
psiquiátrica grave como Esquizofrenia, Trastorno mental y del comportamiento
secundario a lesión/disfunción cerebral, Demencia, Trastorno de
Esquizoafectivo, Trastorno Afectivo Bipolar, y Trastorno mental y del
comportamiento secundario a uso de sustancias psicoactivas.
Intervención
Los 88 pacientes que
quisieron participar en el estudio tenían estas características: a) 61 eran de
raza mestiza y 27 de raza blanca; b) todos tenían edades comprendidas entre los
21 y los 59 años; c) eran 39 de sexo masculino y 49 de sexo femenino; d) 6 de
ellos pertenecían al estrato socioeconómico 6 (clase alta), 11 al estrato
socioeconómico 5 (clase acomodada), 21 al estrato socioeconómico 4 (clase
media), 30 al estrato socioeconómico 3 (clase media), 12 al estrato
socioeconómico 2 (clase baja) y 8 eran de estrato socioeconómico 2 (población
muy vulnerable); e) todos ellos tenían al menos un diagnóstico de trastorno
depresivo. En cuanto a la filiación religiosa, 55 eran cristianos católicos, 31
eran cristianos protestantes (de variadas denominaciones), 1 era agnóstico y 1
era ateo.
A los 88 pacientes que
quisieron participar en el estudio, dieron su consentimiento y cumplieron con
los criterios de inclusión, se les dijo que implementaran estas oraciones todos
los días: a) en la mañana, al despertar, el Alma de Cristo; b) a las tres de la
tarde, la Coronilla de la Misericordia; c) antes de acostarse a dormir, un
Padre Nuestro y un Gloria.
Con dicho esquema se
logró el objetivo de no herir susceptibilidades ni violentar la fe de los
pacientes que participaron del estudio, pues se eligieron cuatro oraciones
antiguas compatibles con todos los subtipos de cristianismo (el Alma de Cristo,
el Padre Nuestro, la Coronilla de la Divina Misericordia y el Gloria). Con
respecto a las formas tradicionales de oración, se les explicó a todos los
pacientes el por qué el Alma de Cristo y la Coronilla de la Divina Misericordia
eran claramente cristocéntricas; asimismo, se les señaló el Padre Nuestro como
la oración enseñada por Cristo como ejemplo perfecto para acercarse al Padre, y
el Gloria como un reconocimiento a las tres Sagradas Personas: Padre, Hijo
(Jesucristo) y Espíritu Santo. Al mostrarles el fundamento bíblico de todas las
oraciones, la totalidad de los pacientes cristianos no católicos aceptó hacerlas,
aunque sin mayor entusiasmo y sin esperar mayor cosa de ellas. El paciente
agnóstico y el paciente ateo no le vieron problema a realizarlas, pues dijeron
que se habían enrolado en el estudio por curiosidad y estaban completamente
abiertos a lo hacer lo que se les indicara.
Curiosamente, buena
parte (24 de 55) de los pacientes católicos no conocían ni el Alma de Cristo ni
la Coronilla de la Divina Misericordia. Y, por supuesto, ni el paciente
agnóstico ni el ateo ni los pertenecientes a las distintas corrientes de
cristianismo protestante las conocían. Para subsanar esta situación, se les entregó
un modelo impreso con cada una de dichas oraciones.
Fue conveniente monitorear
mes a mes la aquiescencia y la adherencia de todos los participantes,
asegurándome de que los creyentes no católicos (31 de los 88) o de los no
creyentes (2 de los 88) no se fueran a sentir incómodos o molestos en ningún
momento de la investigación, por tener que realizar oraciones católicas. También
fue útil el monitoreo de que sí estuvieran haciendo la totalidad de las oraciones
a lo largo del día, todas las semanas: para ello los estuve telefoneando o
contactando por redes sociales cada fin de semana, además del respectivo
control realizado en la cita mensual de Consulta Externa por Psiquiatría en la
modalidad de Telemedicina.
El hecho de que 33 de
los 88 enrolados en el estudio hicieran oraciones tradicionales del catolicismo
sin pertenecer a dicha confesión religiosa resultó ser interesante para la
investigación, puesto que permitió escudriñar si la oración en sí misma era
útil para los pacientes con trastornos depresivos, aún sin el respaldo
afectivo, sin la congruencia ideológica y sin la sugestión como motores de
mejoría sintomática.
Resultados
De los 88 pacientes que
participaron en el estudio, 86 evidenciaron una ostensible mejoría clínica,
tanto a nivel subjetivo como a nivel objetivo (entrevista clínica
semiestructurada); dentro de ellos estuvieron el paciente agnóstico y el paciente
ateo.
Sólo 2 de los
participantes manifestaron que no observaron una mejoría sustancial, pero
tampoco exacerbación o recrudecimiento de sus síntomas. Expresaron que lograron
sentirse mejor, más esperanzados, y que definitivamente, la oración alejó las
ideas tanáticas pasivas (el quererse morir, pero no por suicidio sino presentando
una muerte repentina, preferiblemente al dormir). Se trató de dos pacientes
femeninas, de 56 y 58 años de edad, de confesión cristiana católica, que
presentaban múltiples estresores psicosociales concomitantes con su cuadro
clínico.
Ningún paciente señaló
un retroceso clínico o empeoramiento de su sintomatología con la intervención
estudiada (oración).
Todos los pacientes
manifestaron que el rezar los hizo sentir mejor, más calmados y serenos.
En sólo dos de los
participantes no cambió el diagnóstico, porque no se redujeron ostensiblemente
los síntomas tras un año de intervención (oración). En todos los demás, se vio
un cambio clínico tan notorio que se vio un descenso en la severidad de la
categorización nosográfica: 56 de los 88 pacientes pasaron de tener Episodio
Depresivo Moderado a Episodio Depresivo Leve al mes de la intervención, y se
curaron por completo y no recayeron al cabo de los 12 meses que duró la
pesquisa; 23 de los 88 pacientes dejaron de tener criterios diagnósticos
compatibles Distimia al terminar el año en el que transcurrió el estudio (se
hará seguimiento en el 2022, para confirmar que definitivamente cesó) y 9
pasaron de la categoría Trastorno Depresivo Mayor Recurrente Episodio Actual Moderado
a ser personas con Trastorno Depresivo Mayor Recurrente en Remisión, al mes de
empezar la intervención, y no volvieron a salir de dicho diagnóstico.
Como dato curioso, al
terminar el estudio y analizar sus experiencias, el paciente agnóstico y el
paciente ateo se convirtieron en creyentes: el primero se hizo bautista como su
hermano mayor, y el otro retomó el catolicismo en el que fue criado en su
niñez.
Conclusiones
1. En esta
investigación, se encontró que la oración es útil para disminuir
ostensiblemente la sintomatología depresiva en la casi totalidad de los
pacientes estudiados.
2. Este estudio evidenció
que la oración aumenta la autoestima y hace sentir muy bien a la casi totalidad
de los pacientes estudiados.
3. Esta pesquisa mostró
que la oración disminuye la severidad del cuadro clínico en los distintos
trastornos depresivos.
4. En línea con lo
anterior (disminución de la sintomatología depresiva, aumento de la autoestima,
sensación de bienestar, disminución de la severidad del cuadro clínico), es
también posible que la oración disminuya la posibilidad de que las personas que
tengan algún trastorno depresivo cometan suicidio. Sin embargo, se requiere de
un ulterior estudio con una muestra más grande y con población más comprometida
a nivel clínico (con trastornos depresivos graves y con ideación suicida activa)
para constatar esta hipótesis.
5. Este trabajo
constató algo que muchos eminentes psiquiatras, psicólogos y psicoterapeutas ya
habían conceptualizado y postulado a nivel teórico en años anteriores: que la
oración es un factor decisivo para optimizar la salud mental y la calidad de
vida.
4. Esta investigación
corroboró lo que otras investigaciones similares habían encontrado: rezar es,
en líneas generales, un hábito benéfico para la salud.
5. Esta exploración demostró
que los efectos benéficos de la oración son independientes de las creencias
religiosas o la filiación religiosa del paciente.
6. Resultó interesante que
aún los pacientes agnósticos o ateos puedan sacar provecho de la oración, al
menos en términos de reducción de la severidad de los síntomas depresivos.
Deberán realizarse estudios posteriores, con muestras mayores, para esclarecer
este fenómeno.
7. La oración demostró
ser un factor positivo y saludable en la población estudiada (asistentes a la
consulta externa de Psiquiatría conmigo, en la institución pública en la que
laboro, en los meses comprendidos entre julio de 2020 y julio de 2021, que
cumplieran con los criterios de inclusión). Aunque por el diseño del estudio
los resultados pueden ser extrapolables (pues los criterios de inclusión y de
exclusión para el estudio permitieron realizar una observación bastante depurada
y específica del impacto de la variable estudiada en la salud mental de los
pacientes que participaron), será muy interesante realizar otros estudios
similares en otros sectores poblacionales (no en pacientes, así en este trabajo
se tratase de pacientes sin medicación psiquiátrica ni trastornos psiquiátricos
graves), para observar el impacto de dicha intervención (la oración diaria y
constante) en la salud mental de la población general.
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Médico
cirujano, Pontificia Universidad Javeriana
Especialista
en Psiquiatría, Pontificia Universidad Javeriana
Neuropsicólogo,
Universidad de Valparaíso
Neuropsiquiatra,
Pontificia Universidad Católica de Chile
Psicoterapeuta,
Sociedad de Psicoterapia Formativa
Filósofo,
Universidad Santo Tomás de Aquino
Teólogo, Obispado Castrense de Colombia
Profesor,
Universidad del Quindío
Cómo citar este artículo: Campos Vargas, D.A. (2021) Impacto clínico de la oración en pacientes con trastornos depresivos que asistieron a la consulta externa de una institución pública del Quindío entre julio de 2020 y julio de 2021. Revista Virtual de Psicoterapia Formativa, noviembre de 2021.
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