APORTES TEOLÓGICOS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA
David Alberto Campos Vargas
Afraates
Vivió entre 280 y 345
d.C. Fue obispo en Mosul, Irak. Compuso exposiciones y homilías sobre la
doctrina cristiana, recopiladas en sus Demostraciones.
Insistió en que la salvación del hombre se da gracias a Cristo, el Mesías
verdadero, que es Dios encarnado, y a Su sacrificio y Su resurrección. Señaló
también que con la segunda venida del Señor iba a venir la resurrección de los
justos.
San Agustín
de Hipona
Este filósofo, teólogo,
gramático, abogado y Doctor de la Iglesia vivió entre 354 y 430 d.C. Gran
buscador de la verdad, este aplicado estudioso tomó la obra de grandes
filósofos griegos (especialmente Platón, Aristóteles y Zenón), romanos
(sobretodo Cicerón y Séneca), neoplatónicos (destacando a Plotino), maniqueos y
gnósticos, y los confrontó con las Sagradas Escrituras y los textos de los
Padres de la Iglesia que le antecedieron, produciendo un corpus de altísimo nivel filosófico y literario, sólido y
contundente, que prácticamente delineó las bases de la Cristiandad. Puede
afirmarse que es, junto a santo Tomás de Aquino, el gran intelectual del
Catolicismo.
Estableció que los
seres humanos tienen dos alternativas para llevar sus vidas: de acuerdo a su
propia humanidad, o de acuerdo a Dios. En caso de tomar la primera alternativa,
estaban sentenciados a tener una existencia limitada a lo meramente humano,
llena de afanes, encaminada a los placeres materiales y muy susceptible de
hacerse estéril y pecaminosa. En caso de elegir el camino de Dios, podían tener
la dicha de una existencia en la verdad, equilibrada y estable, mucho más
tranquila y llena de alegrías: una vida sublime, bien vivida, que permite
además asegurarse una vida eterna de plenitud total junto al Señor.
Formuló la doctrina del
pecado original, según la cual todos los hombres nacen con una mácula heredada
de la desobediencia de los padres primigenios (representados por el relato del
libro del Génesis como Adán y Eva), que se llenaron de arrogancia humana y le
dieron la espalda a Dios. Esta mancha puede borrarse por el sacramento del
bautismo (establecido por el mismo Jesucristo, como todos los demás
sacramentos), y no estuvo presente en Jesús (por ser el mismo Dios encarnado,
clímax de perfección).
También central en el
sistema agustiniano es el concepto de libre albedrío, que le permite al hombre escoger
entre lo que viene de Dios (y por lo tanto es bueno, apetecible y virtuoso) y
lo que no (que es malo, indeseable, inmoral y pecaminoso). El Señor desea sólo
lo bueno para los seres humanos, que son sus creaturas, pero ellos son libres
de decidirse por él o no. Y ahí entra en juego otro elemento: la gracia. La
gracia inclina el alma del hombre hacia lo que es correcto, hacia lo que es de
Dios (el Sumo Bien), y lo mueve a la fe y a las buenas obras (a la salvación).
Sin el auxilio de la gracia, al alma humana le queda muy difícil decidirse por
el Bien.
En cuanto a su
antropología, san Agustín concibió al hombre como un ser en el que se unían
perfectamente cuerpo y alma: por eso, al mismo tiempo que arengó a sus oyentes
y lectores a cuidar su alma (y, por lo tanto, su salvación), los exhortó
también a cuidar y respetar el cuerpo. Los pecados, tan dañinos para el alma,
son también nocivos para el cuerpo.
Postuló también que al
inicio de la Historia humana, antes del pecado original, el alma y el cuerpo
constituían un perfecto matrimonio: eran armonía. Pero, después de la caída, se
convirtieron en oponentes. De este modo, la vida humana actual es una representación
de un dramático combate entre el cuerpo y el alma: el primero quiere saciar la
animalidad y se rige por la materia; la segunda, en cambio, busca retornar a
ese momento de felicidad perdida en el que no estaba aún en conflicto ni
encerrada por la materia.
El alma, en términos
agustinianos, es una sustancia en sí misma, capaz de conocer, comprender y
razonar en tanto que participa de la Razón Universal (Dios). Ella también es
capaz de manejar el cuerpo. Para el santo, el momento exacto en el que el alma
es infundida al cuerpo es un misterio sólo conocido por Dios, y ocurre en la
formación del feto, en el embarazo, mucho antes del nacimiento.
Por lo anterior, igual
que san Atenágoras de Atenas, san Basilio de Cesarea, san Clemente de
Alejandría y Tertuliano, san Agustín condenó la práctica del aborto inducido,
en cualquiera de las etapas del embarazo. Además, la procreación es uno de los
bienes del matrimonio; el aborto frustra este bien, por lo que es moralmente
malo. Y la tercera razón por la que se debe evitar el aborto es que es, en
términos jurídicos, un tipo de infanticidio. En consecuencia, provocar un
aborto es un acto claramente maligno.
Con respecto a la
formación del universo, san Agustín propuso una visión cosmológica interesante:
Dios, siempre existente (eterno), es distinto del universo (que tuvo un punto
inicial, y, por lo tanto, no es eterno). Dios es el Creador; el cosmos, la
creación. El universo, finito pese a su vastedad, tendrá un final así como tuvo
un principio. El libro del Génesis no puede ser interpretado de forma literal,
sino analógica y simbólica: la creación descrita ahí no es una descripción
física, sino un relato metafórico de lo que ocurrió.
En cuanto a su
eclesiología, el obispo de Hipona se opuso a la secta donatista (rigoristas
fanáticos, que insistían en que la Iglesia debía ser “una Iglesia de santos y
no de pecadores”, y por lo tanto, como los clérigos no eran impolutos ni santos
del todo, por ser humanos, los sacramentos por ellos administrados carecían de
validez) con su concepción de la Iglesia como una sola, católica (universal) y
apostólica (fundada por Jesús de Nazaret, y continuada por sus discípulos y los
discípulos de éstos, en una sucesión apostólica ininterrumpida), pero con dos
aspectos: uno visible (la Iglesia en cuanto a institución, con una jerarquía,
un clero, unas órdenes religiosas y un laicado) y uno invisible (la Iglesia
triunfante, animada por el Espíritu Santo, incluyendo a todos sus miembros ya
muertos).
En consonancia con lo
anterior, san Agustín definió la Iglesia visible como el cuerpo de Cristo
institucionalizado, establecido por el Señor para proclamar Su Evangelio (la
clave de la salvación) y administrar Sus sacramentos, falible, susceptible de tener
taras y ser pecadora en tanto que constituida y manejada por seres humanos
(buenos y malos en su obrar, fuertes y débiles en su fe), pero con el claro
deber de ser santa por el hecho de haber sido instituida por Jesús, Dios hecho
Hombre.
La Iglesia, pues, no
tiene que negarles a los pecadores la misericordia que enseñó el propio Jesucristo.
No puede encerrarse, pues está llamada a la apertura. No puede pretender tener
solamente gente “pura y santa”, sino que tiene que agradecer a Dios por su
existencia, que permite la administración de los sacramentos y la difusión de
la buena doctrina que salva, y que está llamada a acogerlos a todos, santos y
pecadores.
Los sacramentos fueron
también instituidos por el Señor a lo largo de Su paso por la Tierra, tal como
se lee en las Sagradas Escrituras. Es evidente que muy pocas veces los
encargados de administrarlos son santos, pero lo que se requiere no es que sean
santos, sino que se encuentren en estado de gracia. Eso sí, sacerdotes y
obispos que no se encuentren en estado de gracia no tienen autoridad ni poder
para preparar y/o administrar los sacramentos.
La autoridad de la
Iglesia está dada por su formación (ordenada por Cristo), por su misión
(propender a la salvación del mundo entero, dando a conocer la verdad del
Evangelio y administrando los sacramentos), porque sus obispos son los
sucesores de los apóstoles, por su función (guía y maestra, depósito de la
tradición apostólica) y porque sigue el primado de san Pedro y sus sucesores (los
obispos de Roma).
En cuanto a lo
escatológico, explicó que es un error tratar de fijar una fecha para la segunda
venida del Señor o para el fin de la Historia.
San Agustín expuso que
el destino eterno de las almas es determinado a la hora de la muerte, negando
la predeterminación (no se nace condenado ni salvo de antemano, sino que la
salvación o la condenación se dan a cada quien según como haya vivido); enseñó
también que para las almas a las que no les alcanzaron la fe y las buenas obras
para acceder al Cielo, pero que no merecen condenarse eternamente en el
infierno, existe en Purgatorio, un estado intermedio de purificación después
del cual el alma ya queda lista para ir al encuentro con el Señor.
Con respecto a la
Virgen María, estableció que era la madre de Dios y que para ello había sido
llena de gracia, y defendiendo además que conservó su integridad, su inocencia
y su pureza toda su vida. María concibió siendo virgen, dio a luz siendo virgen
y permaneció virgen por siempre. Estas ideas serían acogidas por el Concilio de
Éfeso.
En lo referente a la
interpretación bíblica, señaló que se deben leer las Sagradas Escrituras
después de una oración ferviente pidiendo a Dios el auxilio de la recta razón y
la inteligencia para entender las verdades de fe; afirmó además que en aquellos
pasajes en los que el relato contradijera la ciencia o la razón natural, el
texto podía ser interpretado metafóricamente.
Para san Agustín, la
experiencia del Mal en los seres humanos radica en su propia naturaleza,
debilitada y averiada por el Maligno desde los tiempos del pecado original y en
sucesivos ataques a cada alma humana. A esta naturaleza defectuosa de antemano
la llamó concupiscencia, o tendencia al mal y a la inmoralidad inherente al ser
humano, que lo lleva a obrar actos pecaminosos aún a sabiendas de reconocerlos
como tales.
En lo relativo a la
Eucaristía, insistió en la presencia real de Cristo en dicho sacramento. Señaló
que los cristianos debían tener fe en que las especies consagradas eran de
hecho el cuerpo y la sangre del Señor, más allá de lo que pudiesen captar los
limitados sentidos humanos.
Recomendó asiduamente
dar libertad a todos los esclavos como un acto de piedad, y se opuso
furiosamente al comercio de niños. También escribió en contra de los que se
autoproclaman adivinos o los que hacen horóscopos, aduciendo que sólo Dios
puede conocer lo venidero.
De su extensa obra
sobresalen los libros: La Ciudad de Dios,
Sobre la Doctrina Cristiana, De la Trinidad, Confesiones, Retractaciones (en
las que corrige posturas y errores de sus libros de juventud), Del libre albedrío, Comentarios al Génesis,
Comentarios a los Salmos, Comentarios a las cartas de san Pablo, Folios de
Catequesis, Contra los académicos, Sobre el Maestro (un hito la historia de
la Pedagogía), Tratados sobre el Evangelio de Juan, Advertencias
sobre la interpretación literal del Génesis, Del matrimonio y la
concupiscencia, Sobre la corrección y la gracia, De los cuidados a los
moribundos y a los muertos, así como numerosas cartas y sermones.
San Ambrosio
de Milán
Su nombre completo era
Aurelio Ambrosio; este Doctor de la Iglesia, abogado, literato, filósofo y
teólogo vivió entre 340 y 397 d.C., y fue obispo de Milán desde 374 d.C. hasta
su muerte. Como obispo vivió siempre de modo ascético, sobresaliendo por sus
donaciones a los más pobres.
Fue discípulo de
Simpliciano y amigo personal de san Agustín de Hipona, a quien convirtió al
Cristianismo. Cuando el emperador Valentiniano II, reconocido hereje, se puso
del lado de los arrianos, san Ambrosio lo espetó de forma frentera y
determinada. Al emperador Teodosio I lo excomulgó por la matanza de 7000
hombres en Tesalónica. De los Doctores de la Iglesia, pertenece a los cuatro
originales (junto a san Agustín, san Jerónimo y san Gregorio Magno).
En sus escritos
configuró la Ética Cristiana, definiéndola sobre los pilares de la caridad, el
ascetismo, la veracidad, la honradez, el estilo de vida simple, la piedad y el
amor a Dios sobre todo lo demás.
En cuanto a la
liturgia, aconsejaba a los clérigos adaptarse a las costumbres de los distintos
pueblos y no llevar un esquema demasiado rígido. Igual que Orígenes y Dídimo el
Ciego, era consciente del carácter universal (y por ende, pluriétnico) de la
Iglesia.
Fue también uno de los
primeros mariólogos, insistiendo en que la Virgen María no sólo fue la más
perfecta de las criaturas, sino también la madre de Dios encarnado. Defendió la
idea de la virginidad perpetua de María.
Su cristología fue
contundente: Jesucristo era el Verbo encarnado, absolutamente sin pecado,
gracias a que era el mismo Dios perfecto, y concebido sin mancha por obra del
Espíritu Santo. Jesús era Dios, y también el Espíritu Santo, y junto a Dios
Padre configuran la Santísima Trinidad.
Defendió la idea de que
la salvación de Cristo sólo era posible si el hombre respondía a su llamado con
fe y buenas obras. Tuvo también en muy alto concepto la virginidad y la pureza
de corazón.
Dentro de su vasta obra
destacan: Sobre la Fe, Sobre el oficio de
los ministros, Sobre el Espíritu Santo, Sobre la Encarnación del Señor, De los
Misterios, La muerte como un bien, Exposición del Evangelio de san Lucas, De la
Penitencia, Del Paraíso, Santa María Virgen Perpetua en san Eusebio, De los
Sacramentos, De los viudos, De los Vírgenes, Sobre la virginidad, Exhortación a
la virginidad, Sobre el sacramento del Renacimiento, y unos fragmentos de Sobre Filosofía.
También escribió
numerosos comentarios al Antiguo Testamento: El Hexamerón (sobre los seis días de la Creación), Sobre Noé, Sobre Elías, De Jacob y la Vida
Feliz, Sobre Abraham, Sobre Isaac y el alma, Sobre Caín y Abel, Sobre José, Sobre
Tobías, Sobre las oraciones de Job y David, De los Patriarcas.
San Ambrosio nos dejó
también una Explicación de los Salmos,
una Explicación sobre los Símbolos,
tres oraciones fúnebres, 91 cartas, un breve Comentario de las Cartas de san Pablo, y numerosos fragmentos de
sermones.
En el ámbito musical,
introdujo a Occidente el uso de los himnos en la liturgia, cultivó el canto
antifónico (llamado en su honor canto
ambrosiano) y compuso muchos de ellos (han llegado hasta nosotros cinco). También
compuso el Te Deum, para el día en
que bautizó a san Agustín.
San
Anastasio Sinaíta (San Anastasio del Sinaí)
Abad, teólogo y
apologista. Se opuso a las herejías monotelista y monofisista, y fue el gran
teórico de los ángeles de la guarda, a quienes definió como ángeles que el
Señor asignaba a cada cristiano para su guía espiritual y su protección en
todas las situaciones de la vida.
Consideró que así como
los demonios servían al Maligno y trabajaban activamente para alejar a los
hombres de la gracia de Dios, los ángeles (y especialmente el ángel de la
guarda) se esforzaban por mantenernos haciendo el bien. Advirtió que el ángel
de la guarda podía alejarse a causa de los múltiples pecados.
Escribió Guía del Verdadero Camino, Historia de los
sínodos eclesiásticos, Comentario al Génesis, Sermón sobre la Eucaristía (en
el que exhorta a comulgar dignamente, en estado de gracia), Libro de las Cuestiones (preguntas y respuestas sobre aspectos
morales y exegéticos), Hexamerón y
varias homilías. Murió el 700 d.C.
San Andrés
de Creta
Vivió entre 650 y 740
d.C. Fue obispo, teólogo, predicador y compositor de himnos religiosos. Mudo de
nacimiento, empezó a hablar de forma milagrosa el día que recibió su primera
comunión. Destacó por la elegancia de su estilo en sus homilías. Como
compositor, se le reconoce el haber creado numerosos cánones y odas para ser
usados en la liturgia, en los cuales recreó numerosos pasajes de la vida de
Jesús y de los primeros santos de la Iglesia.
Su obra maestra fue el Gran Canon, el canon más largo jamás
escrito, con 250 estrofas que incluyen ejemplos del Antiguo y del Nuevo
Testamento que invitan al arrepentimiento y a la humildad frente a Dios.
San
Antonio Magno (San Antonio Abad, San Antonio de Egipto, San Antonio del Desierto,
San Antonio el Anacoreta, San Antonio de Tebas)
Vivió entre 251 y 356
d.C. Fue uno de los Padres del Desierto, monje y erudito, verdadero modelo de
fe, bondad y vida dedicada al Señor.
Fue el primer fundador
de monasterios cristianos, maestro de san Macario el Grande y autor de una Carta al emperador Constantino, así como
de numerosas sentencias recopiladas en el libro Dichos de los Padres del Desierto. Sólo salió del desierto a
Alejandría en una ocasión, el año 338 d.C., para ayudar a refutar a los arrianos.
Arnobio
de Sicca
Fue maestro de
Lactancio. Escribió un trabajo apologético en siete volúmenes que san Jerónimo
nombró Frente a las gentes. En él
defendió al Cristianismo frente a la religión grecorromana, dedujo que el alma
humana podía ganar la inmortalidad por el estado de gracia, insistió en que
Dios era único y Buen Supremo.
Otras ideas que
defendió fueron: el Cristianismo como religión verdadera, el paganismo como
inmoral y lleno de vicios, los dioses paganos como seres ridículos y carentes de
fuerza, la imposibilidad humana para predecir el futuro (con lo cual quedaban
desacreditados “adivinos” y “hacedores de horóscopos”). En respuesta a la
persecución ordenada por Diocleciano, compuso Contra los paganos. Murió en 330 d.C.
Arquelao
de Carras
Obispo de Carras,
célebre por haber vencido a los heréticos discípulos de Manes (los maniqueos)
en un debate público en el 278 d.C.
Este obispo
desenmascaró la falsedad de Manes, quien se autoproclamó “el último profeta
enviado por Dios” y consideró que el cuerpo del hombre era del demonio mientras
que su espíritu era de Dios y que todo era cuestión de ejercicios de ascesis
para poder “liberar la luz interior” y no reencarnar más. Arquelao echó por
tierra este burdo dualismo e insistió en que las prácticas ascéticas no eran
suficientes para lograr la comunión completa con el Señor; además, advirtió
sobre la falsedad de la reencarnación y sobre cómo el hombre no podía excusarse
en ella para vivir de forma irresponsable y viciosa su vida terrena.
Frente a la creencia
maniquea de la ausencia de responsabilidad humana por los males cometidos
(supuestamente inevitables, por el dominio del Mal sobre el cuerpo y la vida
del hombre), Arquelao insistió en que el hombre sí tenía voluntad y capacidad
para hacer el bien.
Arquelao
de Cesarea
Obispo de Cesarea y
apologeta del siglo V. Combatió la secta de los messalianos o “euquitas”,
quienes sostenían errores como que la esencia de la Santísima Trinidad podía
ser visible al ser humano suficientemente entrenado en prácticas ascéticas, o
que la salvación no precisaba de fe ni de sacramentos ni de pertenencia a la
Iglesia, sino de la liberación “del mundo y las pasiones”. Los messalianos
también se consideraban libres de cualquier obligación moral o disciplina, por su
supuesta “experiencia de Dios en el interior de sus corazones”.
San Atanasio
de Alejandría (Atanasio el Grande)
Este teólogo, polemista
y Doctor de la Iglesia vivió entre 296 y 373 d.C. Como obispo de Alejandría, hizo
una valiente defensa de la divinidad de Cristo frente a los arrianos (que
incluían numerosos obispos, presbíteros y diáconos en sus filas), y de la
Iglesia frente a los emperadores arrianos Constancio II y Valente, y frente al
emperador pagano Juliano el Apóstata. Por eso se le llegó a llamar “Atanasio
contra el mundo”, y san Gregorio Nacianceno lo nombró “Pilar de la Iglesia”.
Como pensador y
escritor, produjo las Cartas a Serapión
(en las que defendió las verdades guardadas por la tradición de la Iglesia,
frente a las novedosas herejías de su época), las Cartas concernientes a los decretos del Concilio de Nicea (en las
que condenó el arrianismo, y proclamó abiertamente que el Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo compartían la misma dignidad, tenían plenitud de divinidad y
constituían todos la Santísima Trinidad), una Exposición de los Salmos, una Carta
sobre las Sagradas Escrituras en la que por primera vez se describe
claramente cuáles son los textos del Canon bíblico (los 73 libros de la Biblia), así como algunas Oraciones contra los arrianos.
Su Defensa del Espíritu Santo consolidó la idea del Dios único
conformado por tres personas distintas y dejó sin argumentos a los herejes
macedonianos (quienes negaban la divinidad del Espíritu Santo), mientras que su
libro Contra los ateos sintetizó la
doctrina católica que se había ido forjando desde la fundación de la Iglesia
por Jesús.
En La encarnación de la Palabra, san Atanasio explicó, de conformidad
con san Juan Evangelista, que el Logos era eterno y por tanto existía antes de
la creación del mundo, y que quiso encarnarse para hacerse hombre, siendo Dios,
por un acto de infinito amor y de infinita misericordia, buscando que la
Humanidad se redimiera de su caída y se reencontrara con la felicidad y la
armonía perdidas.
También escribió
numerosas exégesis bíblicas, una Carta al
monje Draconte (en la que lo urgió, dado el peligro que corría la Iglesia
en ese entonces, a tomar una postura más activa en la defensa de la sana
doctrina y en su divulgación), una Carta
a la Iglesia de Alejandría (en la que insistió en que reconocer a Jesús
como hijo de Dios no era algo opcional sino algo indispensable para no caer en
herejía) y una Vida de Antonio Abad.
Otros textos de san
Atanasio fueron: Tratado de la Salud y de
la Enfermedad, Discurso sobre la virginidad y Sobre
el amor y el autodominio. Se le ha atribuido también, aunque no hay
consenso de todos los expertos, el Credo de Atanasio.
San Atenágoras
de Atenas (Atenágoras el Apologista)
Vivió entre 133 y 190
d.C. Filósofo y escritor neoplatónico converso al Cristianismo, autor de una Apología (en la que, de manera sólida,
defendió el monoteísmo y la grandeza de la Iglesia en contraposición a la
decadencia de las costumbres romanas) y de un Embajada a favor de los cristianos (en el que se dirigió al emperador
Marco Aurelio, también filósofo y tristemente célebre por su implacable
persecución a los católicos, exponiéndole razones para cesar dicha infamia),
además de un tratado llamado De la
resurrección de los muertos.
San Basilio
Magno (Basilio de Cesarea)
Este Doctor de la
Iglesia, teólogo, escritor y obispo nació en 329 y murió en 379 d.C. Combatió a
los seguidores de Arrio y de Apolinar de Laodicea (obispo amigo suyo, también
contrario a Arrio, que incurrió a su pesar en herejía al postular que el alma
racional de Cristo no tenía nada de humana y que Su cuerpo era una forma
espiritualizada y gloriosa, distinta del cuerpo del resto de los hombres).
Junto a san Pacomio
(fundador del monasticismo cenobítico cristiano) fue el gran impulsor de la
vida monástica en Oriente. Estableció normas para la vida monástica, haciendo
hincapié en la vida comunitaria, la oración litúrgica, el estudio de la Sagrada
Escritura, los trabajos manuales y el cuidado amoroso de los pobres.
Escribió Sobre el Espíritu Santo probando la
divinidad del Espíritu Santo y exponiendo la naturaleza de la Trinidad de Dios,
y Refutación del impío Eunomio, obra
en la que desnuda los errores arrianos.
Se conservan también
muchos de sus sermones, así como algunos comentarios sobre la Pascua y la
Creación. También algunos escritos referidos al culto de las reliquias de los
santos, la importancia del estudio de los filósofos clásicos y de la literatura
griega, y la necesidad de una interpretación de la Biblia más espiritual y
menos literal.
Aunque algunos lo ponen
en duda, la tradición le atribuye el haber escrito un tratado de moral (Moralia) y de una Estética. En el primero, señala que la ética cristiana nos llama a
vivir las necesidades del prójimo como si fueran nuestras. En el segundo, llama
la atención sobre el uso adecuado del lenguaje, que en su opinión debe ser
bello, en especial cuando trate de la Suprema Belleza que es Dios.
También escribió 300
cartas, tocantes a la administración eclesiástica, la reforma de los
monasterios y los usos correctos en la liturgia.
San Beda
el Venerable
Vivió entre 672 y 735
d.C. Historiador, hagiógrafo, escritor, filósofo, lingüista, científico y
traductor, declarado Doctor de la Iglesia en 1899.
Como comentarista
bíblico, siguió el método hermenéutico alegórico, destacó por la altura
filosófica y por la dimensión ética que encontró en la interpretación de
numerosos pasajes. Prácticamente comentó todos los libros de las Sagradas
Escrituras. Todos estos comentarios fueron incorporados en la Glosa Ordinaria del siglo XI. También escribió varias homilías sobre
Adviento, Natividad y Pascua, y otras festividades. Dichas homilías fueron
recopiladas y editadas por Pablo el Diácono.
Excelente conocedor del
latín y de los autores grecolatinos, se propuso y logró traducir al inglés
todos Evangelios. De hecho, en su lecho de muerte alcanzó a terminar de
traducir el Evangelio según san Juan.
También nos dejó varios
textos científicos: Del Tiempo, Del
cálculo del tiempo, La razón temporal, y Sobre la naturaleza de las cosas.
Como profesor de
gramática, escribió un tratado Sobre el
arte de la métrica y otro Sobre
ortografía, y un célebre libro Sobre los esquemas y tropos en las Sagradas
Escrituras. También escribió numerosos poemas, algunos de ellos siguiendo
el estilo popular (canciones en lengua vernácula).
San Benito
de Nursia
Vivió entre 480 y 547
d.C. Famoso por su santidad, su piedad, su caridad y su capacidad para hacer
exorcismos.
Escribió la Regla para los monasterios benedictinos
y fue el fundador del monasticismo de Occidente. Sobresalió por sus sermones y
sus discursos invitando a la disciplina de la vida religiosa, el amor por el
trabajo y el estudio, y la belleza del silencio reflexivo.
San Celestino
I
Al parecer fue
estudiante de san Ambrosio de Milán, y llegó a ser Papa en 422 d.C., sucediendo
a san Bonifacio I.
Escribió numerosas
cartas y exhortaciones apoyando las misiones, condenando herejías como el
pelagianismo (que sostenía que el ser humano podía bastarse a sí mismo para
salvarse, dado que el pecado original no alteraba su voluntad, y que el propio
esfuerzo humano hacia el bien no necesitaba de ninguna ayuda divina) y el
nestorianismo (que negaba la divinidad de Jesucristo e invitaba a llamar a
María “madre de Jesús” y no “madre de Dios”), y combatiendo el novacianismo
(que rechazaba la absolución y la reincorporación a la Iglesia de los que
habían incurrido en herejía). En todos sus textos invitó a la reconciliación
entre los cristianos, y a la aceptación de los pecadores sinceramente arrepentidos.
Murió el 432 d.C.
San Cesareo
de Arles
Vivió entre 468 y 542
d.C. Obispo, polemista y apologeta. Promotor del ascetismo y de la vida
religiosa en Europa, célebre por sus sermones llenos de fuerza y fervor, de los
cuales han llegado a nuestros días 250. En todos ellos es notorio su afán por
mantener la sana doctrina frente a las numerosas corrientes desviacionistas y
el celo por mantener en alto los valores del cristianismo y la educación del
laicado, así como la lucha contra las prácticas sincréticas neopaganas. En
dichos sermones también instó a que todos los creyentes, y no sólo los
clérigos, conocieran cabalmente la Biblia y los comentarios de los santos, e
invitó a que al interior de todos los hogares se hiciera la lectio divina a lo largo del día.
San Cesareo
Nacianceno
Hermano menor de san
Gregorio Nacianceno; fue un médico, astrónomo y político prominente que vivió
entre 331 y 368 d.C. Cercano a la corte imperial en Bizancio, prefirió defender
su fe católica a caer en la influencia del emperador Juliano el Apóstata y se
opuso a sus intentos de restauración del paganismo. A la muerte del apóstata,
regresó a Bizancio y fue nombrado por el nuevo emperador cuestor y recaudador
de impuestos de Bitinia. Al poco tiempo prefirió dejarlo todo y dedicarse a la
vida religiosa. Llevó de ahí en adelante una vida ascética, entregado a la
oración y a las obras de caridad. Se le ha atribuido una colección de 197 Preguntas y respuestas.
San Cipriano
de Cartago
Vivió entre 200 y 258
d.C. Obispo, autor y mártir. Destacó por sus habilidades pastorales y por su
sólida educación clásica, rasgos bastante útiles en las luchas que sostuvo
contra numerosas herejías. Antes de morir decapitado en la persecución
organizada por el emperador Valeriano, pudo escribir Exhortación a los mártires.
Otras obras suyas
fueron A Donato (monólogo acerca de
su conversión, la corrupción del gobierno imperial y las decadentes costumbres
romanas), Testimonio (una invitación
a la vida cristiana, virtuosa y caritativa, como alternativa a la vida disoluta
de los paganos), Tratado sobre la oración
del Señor (acerca del Padrenuestro), Sobre
los caídos (en la que recomendaba misericordia y oración para con los
enemigos de Dios y de Su Iglesia), y La
unidad de la Iglesia Católica, su libro más famoso.
Además se conservan
unas 60 cartas suyas, en las que es visible su generosidad, su bonhomía y su
celo apostólico, y una oración pidiendo la ayuda de los ángeles frente a los
ataques demoníacos.
Se le atribuyen también
a san Cipriano textos como: Sobre los
espectáculos, La virtud de la
modestia, El orgullo de los mártires, Sobre los montes Sinaí y Sión, y Contra los jugadores.
San Cirilo
de Alejandría
Este Doctor de la
Iglesia vivió entre 376 y 444 d.C. Autor prolífico, santo varón y protagonista
de numerosas polémicas cristológicas, en las que defendió con valentía las
verdades de fe de la Iglesia. Como obispo de Alejandría (cargo que ocupó del
412 al 444 d.C.) e inspirado apologista, fue una de las figuras protagónicas
del Concilio de Éfeso (431 d.C.).
Definió claramente a
Jesucristo como verdadero Dios hecho Hombre, Verbo encarnado y Mesías,
constituido para la redención de la Humanidad. A María la conceptualizó como Theotokos y madre de este Dios
encarnado. Y a la Santísima Trinidad la comprendió como un solo Dios
Todopoderoso, una sola naturaleza, una misma esencia y un mismo ser con tres
aspectos distintos o hipostasis (subsistencias
del mismo ser): Padre, Hijo (la instancia encarnada, el Logos hecho carne) y
Espíritu Santo.
Otro elemento
fundamental de la cristología de san Cirilo de Alejandría es su hipótesis de
los dos estados del Hijo: a) el estado previo a la encarnación, en el que era
Logos o Verbo; b) el estado en el que asumió la encarnación, en la persona de
Jesús de Nazaret. Este Logos encarnado tuvo plena naturaleza humana además de
su plena naturaleza divina, y fue hombre en todo excepto en el pecado, y murió
en la cruz para la salvación de todo el género humano.
Su espíritu de lucha
frente a los distintos herejes de su época se materializó en todos sus
escritos. Sus obras más célebres fueron: Comentarios
al Antiguo Testamento, Diálogos sobre la Santísima Trinidad, Discurso contra
los arrianos, Comentario al Evangelio de Juan, Comentario al Evangelio de
Lucas, Convirtiéndonos en Templos de Dios, Resumen de la reunión con Juan de
Antioquía, Contra las blasfemias de Nestorio (en cinco tomos), Cristo es uno y único, Escollos sobre la
encarnación del Unigénito, Contra Diodoro de Tarso y Teodoro de Mopsuesta,
Tesauro, Tesauro contra herejes, Contra Juliano el apóstata y Tratado contra los sinusiastas.
San Cirilo
de Jerusalén
Este teólogo, polemista
y Doctor de la Iglesia nació en 313 y murió en 386 d.C. Combatió los errores de
los patripasianos (herejes antitrinitarios de Occidente, que consideraban que
Dios Padre no compartía esencia con Jesús) y sabelianos (herejes
antitrinitarios de Oriente, que sostenían que no había identidad sustancial
entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo).
Escribió veintitrés
exposiciones catequéticas mientras fue obispo de Jerusalén; dichas conferencias
han sido clasificadas en Homilías de
Catequesis y Catequesis Mistagógicas (relativas
a los misterios del bautismo, la confirmación y la eucaristía). En todas ellas,
insistió en que la vida de fe es el sello de todo miembro de la Iglesia fundada
por Cristo, e instó amorosamente a los que se preparaban para el bautismo a
conocer la Palabra del Señor y a amar los sacramentos por Él establecidos.
Defendió la idea de la
igualdad de esencias entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; Jesucristo se
ofreció sacrificialmente para la salvación de todos los hombres, por amor, y
resucitó al tercer día, porque era Dios. Tan divino fue, según san Cirilo, que
a sabiendas de que conocía todo lo que iba a ocurrirle durante Su pasión,
mantuvo su fe y el plan salvífico intacto, aceptando amorosamente todas las
circunstancias que rodearon Su juicio y Su crucifixión, y perdonando de corazón
a todos los que lo agraviaron o traicionaron.
Otras pruebas de la
divinidad de Jesucristo fueron, a su entender: a) el hecho de que no mostrara
desesperación ni cobardía a lo largo de Su doloroso sacrificio; b) el hecho de
que hubiera vivido sin pecado (algo que nadie más ha podido alcanzar); c) el
hecho de que Su vida y Su muerte fueran completamente compatibles con las
Sagradas Escrituras; d) la total coherencia entre Sus actos y Sus enseñanzas
(en tanto que Su existencia fue un Evangelio e sí mismo).
En cuanto a su
escatología, san Cirilo consignó algunos de sus pensamientos en su Carta a Constancio: la segunda venida de Jesucristo se daría en medio de guerras,
terremotos y otras catástrofes, discordias al interior de la Iglesia y acciones
del Anticristo. Después de este Segundo Adviento, en el que Jesús vendría con
Su corte de ángeles a realizar el Juicio Final, se crearía un nuevo mundo a Su
imagen.
Clemente
de Alejandría
Vivió de 150 a 215 d.C.
Su nombre completo era Tito Flavio Clemente. Nacido en Atenas en un hogar
pagano y formado en la cultura griega clásica, después de viajar por Grecia,
Egipto, Palestina y Asia Menor se convirtió al Catolicismo. Al parecer, en
estos viajes conoció y aprendió de teólogos ilustres como Atenágoras de Atenas,
Taciano y san Teófilo de Cesarea.
Como teólogo, fue
discípulo de san Panteno, director de la Escuela de Alejandría y maestro de
Orígenes de Alejandría y san Alejandro de Jerusalén. Todo indica que se casó,
pero como aún no se había instituido el celibato obligatorio para los
sacerdotes, fue ordenado hacia el 188 d.C. Durante la sangrienta persecución de
Severiano (202-203 d.C.), abandonó Alejandría y vivió en Capadocia y Jerusalén,
siendo desconocido el sitio exacto de su muerte.
Escribió varios
trabajos de teología cristiana, pero también sobre mitología griega, esoterismo
judeo-cristiano, gnosticismo, cábala y cultos mistéricos. Además, enseñó que la
materia del universo era eterna y siempre había existido, independientemente de
Dios, contradiciendo la doctrina de la creación a partir de la nada (Creatio ex nihilo) oficial de la
Iglesia. Otro de sus errores fe creer que Jesús era en parte creado por el
Padre, y por lo tanto, no eterno, contradiciendo a Juan Evangelista. Otra
torpeza suya fue la de darles la razón parcialmente a los herejes docetistas,
que creían que el cuerpo terreno de Cristo era una ilusión. Y otras dos fallas:
creer que Eva había sido el resultado de una polución nocturna de Adán y que
los ángeles podían tener sexo con las mujeres (cuando la enseñanza de la
Iglesia es que los ángeles no tienen sexo). Es probable que todo lo anterior
haya contribuido a que el cardenal César Baronio (1538-1607), acucioso
historiador eclesiástico, haya aconsejado al Papa Sixto V removerlo del
Martirologio Romano.
Pero más allá de estos
escasos gazapos teológicos, de sus textos exóticos y de su afición por el
ocultismo, hay que reconocerle a Clemente de Alejandría su esfuerzo titánico
por establecer una teología cristiana sistemática, y sus numerosos aportes a la
doctrina católica. De hecho, fue ampliamente leído y comentado por varios
padres de la Iglesia, y ha sido abordado por numerosos teólogos, aún en el
siglo XXI (el Papa Benedicto XVI hizo una elogiosa semblanza de Clemente en su
audiencia general del 18 de abril de 2007).
Su obra maestra, una
trilogía compuesta por Exhortación a los
griegos (Protrepticus), Maestro (Paedagogus) y Miscelánea (Stromata), ofrece uno de los puntos más altos de la literatura, y
al mismo tiempo, permite al lector una progresiva maduración espiritual.
En la Exhortación a los griegos, invitó a
todos los griegos a unirse a la Iglesia y dejar el paganismo. Comentó que
autores como Platón habían ido en el sentido correcto en cuanto a la búsqueda
de la verdad, y que habían prefigurado la Verdad plena contenida en Jesucristo
y la tradición de la Iglesia. De haber conocido el Evangelio, Platón no habría
dudado en convertirse al Cristianismo, sugiere Clemente.
También invitó a los
griegos a dejar los cultos idolátricos y el politeísmo, que no sólo son
erróneos sino que también contribuyen a la inmoralidad. Cristo, el Logos
encarnado, es el único hombre que ha tenido pleno acceso a la Verdad; por eso,
su culto es válido para todas las naciones y culturas: la Verdad no puede
quedarse en manos de unos pocos, debe ser universalizada y conocida por todos.
Por eso la Iglesia es católica (universal).
En el Maestro, Clemente expuso que Jesucristo
era el maestro de maestros, universalmente válido: un pedagogo para toda la
Humanidad. El Cristianismo es la mejor y auténtica respuesta al amor de Dios.
Cristo fue verdadera imagen de Dios y real manifestación del amor del Padre a
todos nosotros. En consecuencia, imitándolo tendremos la salvación.
Escribió también que la
salvación no hacía distingos de sexo, raza, cultura o nacionalidad: todos los
hombres estaban llamados a ser salvos. Contradijo además la falsa presunción
gnóstica de que bastaba el conocimiento esotérico para salvarse, insistiendo en
que lo necesario para la salvación estaba en la fe en Cristo y las acciones por
esta fe iluminadas (las obras coherentes con el Evangelio).
Propuso además una
ética cristiana clara: caridad y respeto por el prójimo, buenas maneras,
templanza en el comer y en el beber, sencillez (a la que consideraba
consecuente con la simplicidad del monoteísmo), alegría, piedad, honradez, pureza
en la vida sexual (en la que no había cabida para el desenfreno, la
promiscuidad, la prostitución, el concubinato, el adulterio, la homosexualidad
o el comercio), la primacía de la belleza del alma sobre la belleza del cuerpo,
la búsqueda de buenas compañías (evitando gente inmoral y corrompida), desapego
de los bienes materiales, inteligencia para no distraerse en tonterías y
centrarse en Jesús y Su mensaje.
En su Miscelánea, Clemente de Alejandría opinó
que la filosofía de los griegos y el respeto por la ley de los judíos habían
sido incorporados y superados por el Cristianismo, en tanto que éste era la
plenitud de lo filosófico y de lo moral. Insistió en que la Fe y la Razón eran
perfectamente compatibles, exponiendo que los roles de la fe y de la
argumentación filosófica eran complementarios y tendían a una misma Verdad
Suprema: Jesús de Nazaret.
Propuso que el deseo de
verdad era innato en el ser humano, y que la fe era el primer paso para recibir
algo de la sabiduría del Señor: después vendrían la razón y la lógica para
acompañar la fe en el camino hacia la Verdad, es decir, hacia Dios.
Consideró que la fe era
voluntaria y personal, en tanto que se daba por una decisión autónoma y
concienzuda. La fe jamás era irracional, pues está bien fundamentada en el
conocimiento del Logos (Dios mismo), y entre más grande, más cercana a Él.
Cuanto más cercana un alma a la Verdad, más accede a dicha Verdad, y más se
acrecienta su fe.
Hizo también un elogio del
ascetismo, y de la vida religiosa en general, en tanto que permitían liberarse
de las inútiles preocupaciones materiales y dedicarse al Señor, lo más valioso
e importante de la vida. Advirtió que los ejercicios ascéticos de los que no
creían en Cristo eran mera gimnasia sin sentido.
Con respecto al
martirio, Clemente opinó que ningún cristiano debía temer la muerte, porque
después de ella, si se había llevado una vida bien vivida (rica en fe y buenas
obras, agradable a los ojos de Dios), se accedía al Reino de los Cielos. Sin
embargo, advirtió a los que buscaban activa y voluntariamente una muerte por
martirio (cosa usual en su época) que no respetaban el don de la vida, dado por
Dios, y que en consecuencia no respetaban a Dios.
Pensó también que el
Padre era el primer principio de todas las cosas, sin inicio ni fin, y que no
podía ser conocido por los sentidos humanos. En cambio el Hijo sí podía ser
cognoscible y accesible a los sentidos, porque era el Logos revelado. Pero el
conocimiento sensorial de Cristo es irrelevante: lo importante es el
conocimiento espiritual del Señor: Su mensaje, Sus enseñanzas.
Al final de su Miscelánea, Clemente manifestó que el
hombre estaba llamado a corresponder el inmenso amor de Dios reverenciándolo.
El buen cristiano es un trabajador en la viña del Señor, responsable tanto de
su salvación como de la de su vecino. Asimismo, señaló que los herejes que
dividían la Iglesia de Dios hacían un daño enorme, pues se condenaban a sí
mismos y condenaban a otros (sus seguidores).
También escribió Salvación para el Rico (en la que
explica cómo un rico puede salvarse: manteniendo la crítica frente a los
efectos corruptores del dinero y despreciando actitudes de codicia y de
idolatría a las riquezas, usando su riqueza para ayudar a sus vecinos y
viviendo una vida conforme al Evangelio), Extractos
de Teódoto (sobre la redención operada por Jesús, el Salvador, y las
doctrinas gnósticas sobre la naturaleza de Dios y del hombre), Éclogas proféticas (sobre los
intermediarios entre Dios y el hombre, la Creación y el fin de los tiempos), Hipotipos (un tratado cargado de
ocultismo, simbolismo arcano y esoterismo, en el que sugiere que todo lo que
hay en el mundo reproduce el rostro de Dios, y que el alma del mundo (el Señor)
organiza todas las almas particulares, dejando su huella o impresión en ellas),
Sobre el ayuno, Sobre la maledicencia,
Exhortación a la paciencia, Canon eclesiástico (Contra los judaizantes), Sobre
el matrimonio, Sobre la castidad, Sobre el alma, Sobre la profecía, Sobre la
resurrección y Contra Melitón de
Sardes. No se ha reconocido aún su paternidad sobre la Carta de Mar Seba, en la que el autor sugiere la existencia de un
supuesto “Evangelio Secreto de Marcos”, más espiritual y lleno de simbolismos
que el Evangelio canónico, presuntamente escrito por el evangelista mientras
vivió en Alejandría.
Venerado como santo
durante la Edad Media, Clemente fue removido del santoral de la Iglesia por el
Papa Sixto V en 1586, pero sigue aún siendo santo para coptos, ortodoxos y
anglicanos.
San
Clemente I (san Clemente Romano)
Vivió del 35 d.C. al
101 d.C. Conoció personalmente a san Pedro, san Pablo y otros discípulos
directos del Señor, y fue Papa después de san Pedro, san Lino y san Anacleto, y
murió mártir al ser amarrado a un ancla y arrojado al Mar Negro durante la
persecución ordenada por el emperador romano Trajano.
Escribió una Epístola a los Corintios (en la que
estableció: la necesidad de respetar la jerarquía eclesiástica en tanto que ha
sido instituida por los apóstoles de Jesucristo; las funciones de obispos,
presbíteros y diáconos; la doctrina cristiana de la resurrección de los muertos;
la primacía de Roma como corazón de la Iglesia; el uso litúrgico de la
expresión Amén.
Combatió el gnosticismo
(herejía que postula que la salvación no está en Cristo sino en la gnosis o
conocimiento introspectivo, ya que el hombre es autosuficiente y se puede
salvar a sí mismo, sin necesidad de Cristo) y el ebionismo (herejía que negaba
la naturaleza divina y el nacimiento virginal de Cristo e insistía en continuar
con el riguroso cumplimiento de los ritos y los preceptos judíos).
San
Juan Clímaco (San Juan de la Escalera)
También llamado Juan el
Escolástico y Juan el Sinaíta. Vivió entre 589 y 649 d.C. Abad del monasterio
del Monte Sinaí y escritor. Famoso por su santidad, así como por un notable
conocimiento de las Sagradas Escrituras y de los Padres de la Iglesia que lo
antecedieron. El mismo Papa san Gregorio Magno le pedía que rezara por él.
Escribió Escalera al Cielo (Scala Paradisi), en la que expuso cómo cada persona va hacia Dios
en un camino ascendente, en el que va fortaleciendo su fe y adquiriendo nuevas
virtudes, sobreponiéndose a la propia naturaleza concupiscente y consolidándose
en la oración y la lectura edificante.
También redactó un
bello opúsculo, Al Pastor, lleno de
consejos a obispos, sacerdotes y diáconos a propósito de cómo crecer
espiritualmente y cómo guiar a las almas a la santidad haciendo una imitación
de Cristo, el Divino Maestro.
San Cornelio
Fue Papa después del
martirio de su predecesor, el Papa Fabián (251 d.C.), y supo guiar la Iglesia
en medio de la brutal persecución de los emperadores Decio y Treboniano Galo. Por
culpa de tan sangrienta represión ejercida por el Imperio Romano, muchos
católicos se hicieron apóstatas, pues al renunciar a su fe conservaban la vida.
Con respecto a la actitud de la Iglesia frente a estos apóstatas, llamados
también lapsos (“caídos”), se
enfrentó en sus cartas y homilías al presbítero y teólogo Novaciano.
Terminó de organizar la
jerarquía eclesiástica, delimitó las funciones de los diáconos y los acólitos, ordenó
que cada diócesis tuviera un exorcista, y a través de sus cartas pastorales
hizo ascender a más de 50.000 el número de cristianos en Roma.
Combatió al
novacianismo apoyando la postura de san Cipriano de Cartago (que la Iglesia no
podía volverse excluyente ni elitista, y debía acoger en su seno a los
pecadores genuinamente arrepentidos), y mantuvo la unidad del Catolicismo
frente al cisma de Novaciano, que terminó fundando la “Iglesia de los puros” (katharoi) o “cátaros”, una minoría de la cual se hizo elegir “papa”.
Acusado por el
emperador Trebonio Galo de “provocar desgracias en Roma” y de “ofender a los
dioses”, fue encarcelado, torturado y finalmente decapitado el año 253 d.C.
San
Cromancio de Aquileya
Vivió entre 345 y 407
d.C. Fue obispo de Aquileya. En sus cartas y sermones defendió la divinidad de
Cristo, contrastando Su vida pura y sin mancha con la cantidad de vicios,
caprichos, debilidades y vanidades de los dioses del panteón romano. También
escribió acerca de la naturaleza de Jesucristo, verdadero Dios engendrado del
Padre y existente con el Padre desde antes del inicio de la Historia.
En cuanto a su
mariología, señaló que gracias a la participación de la Virgen el Señor pudo
tener también una naturaleza humana, además de la divina, definiendo la
Encarnación como la asunción plena de la humanidad de parte de Dios, encaminada
a lograr la salvación de todo el género humano, puesto que Él fue también
humano: por eso Su muerte redimió al mundo entero.
Enseñó a orar
“invocando al Señor con todo el corazón y con toda la fe”, y definió a la
Iglesia como nacida de Jesucristo, Verbo y Logos encarnado, presente
dondequiera que se anuncie a Cristo, y sostenida por el Espíritu Santo, la
providente tercera persona de la Santísima Trinidad.
San Dámaso
I
Vivió entre 305 y 384
d.C. Fue Papa desde el 366 d.C. hasta su muerte. Presidió el Concilio de Roma
(382 d.C.) que determinó el canon (la lista oficial) de los libros
pertenecientes a las Sagradas Escrituras, y apoyó decididamente la difusión de
la Biblia entre todos los creyentes, apoyando y propagando el trabajo de de san Jerónimo (la Biblia Vulgata, es decir,
la Biblia popular, hecha para todos aquellos que no hablaban griego, hebreo ni
arameo).
En sus sermones alentó
la unión de toda la Cristiandad, la veneración de santos y mártires, y la
unidad doctrinaria de la Iglesia. Por ello, en sus homilías y cartas combatió a
los herejes arrianos (que consideraban a Jesús un simple mortal), apolinaristas
(que negaban que Jesús tuviera una mente humana) y macedonianos (que negaban
que el Espíritu Santo hiciera parte de la Santísima Trinidad).
Escribió también poemas
y epitafios, y tuvo al brillante san Jerónimo como su secretario personal. Este
eminente teólogo le ayudó a resolver numerosas cuestiones cristológicas y
mariológicas, y a cesar el cisma de Antioquía.
San Dídimo
el Ciego
Vivió entre 313 y 398
d.C. Fue un hombre de gran talento, que pese a su discapacidad visual destacó en
el mundo académico y fue filósofo, geómetra, matemático y teólogo, y miembro de
la Escuela de Teología de Alejandría.
Escribió Comentarios a los Salmos, Comentarios al
Evangelio de Juan, Comentarios al Evangelio de Mateo, Contra los arrianos (defendiendo
con vehemencia la divinidad de Jesús de Nazaret, el Hijo, de quien dijo
compartía la misma esencia con Dios Padre) y Sobre el Espíritu Santo (exaltando su divinidad, enfatizando su
pertenencia a la Santísima Trinidad y señalando sus dones y carismas, así como
su función como animador y guía de la Iglesia).
También han llegado a
nuestros días fragmentos de sus Comentarios
a los libros de la Biblia y unas
Cartas Católicas en las que se enfrentó a las herejías arriana y
macedoniana.
Diodoro
de Tarso
Teólogo y obispo de
Tarso. No ha llegado a nuestros días ninguna obra completa suya, pero sí
numerosos fragmentos y anotaciones.
Aunque incurrió en
errores teológicos como considerar que en Cristo la persona divina y la persona
humana actuaban de forma separada y completamente independiente (punto de
partida para la herejía de Nestorio, patriarca de Constantinopla del 428 al 431
d.C.), se opuso valientemente a las políticas de Juliano el Apóstata, defendió
la idea del Purgatorio (un lapso de tiempo en el cual el alma se purifica y
prepara para acceder al Cielo, previsto por Dios en Su infinita misericordia,
para evitar que fueran condenadas al Infierno las “almas débiles” que hubieran
cometido actos malos de gravedad leve a moderada, pero que se hubieran
arrepentido de corazón y también hubieran realizado actos buenos) y ratificó lo
establecido en el I Concilio de Constantinopla (381 d.C.).
En dicho Concilio se
confirmó el Credo Niceno y estableció el Credo Niceno-Constantinopolitano (existe
un solo Dios Todopoderoso y Creador; Jesucristo es el unigénito de Dios,
existente antes de todos los siglos, engendrado y no creado, consustancial con
el Padre, encarnado por obra del Espíritu Santo, venido al mundo para la
salvación de todos los hombres, crucificado y muerto para redimirnos, y
resucitado al tercer día; el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, junto
a ellos conforma un solo Dios y habla a través de los profetas; la Iglesia es
santa, católica y apostólica; los creyentes esperamos la resurrección y la vida
del mundo futuro), se condenó el arrianismo, el macedonismo y el apolinarismo, se
ratificó la autoridad del obispo de Roma como Sumo Pontífice, y se establecieron
las normas para recibir de nuevo en la Iglesia a herejes y apóstatas
arrepentidos.
Diodoro fundó un
monasterio y una Escuela de Catequesis cerca de Antioquía, en la que tuvo como
discípulo a san Juan Crisóstomo. Fue desterrado a Armenia por orden del
emperador romano en 372 d.C. A la muerte del emperador (378 d.C.), san Basilio
Magno, arzobispo de Cesarea, lo nombró obispo de Tarso. Murió en 390 d.C.
San Dionisio
de París
Fue el apóstol de las
Galias. Se convirtió en el primer obispo de París, y con su vida ejemplar y su
elocuencia evangelizó casi toda Francia. Después de haber fundado cientos de
Iglesias, fue martirizado el 270 d.C. durante la persecución del emperador
Decio, junto a sus compañeros Rústico y Eleuterio, en el actual Montmartre (mons Martyrum, el monte de los mártires) de París.
Cuenta la tradición que
después de ser decapitado, dio un sermón sobre el arrepentimiento mientras caminó
seis kilómetros (la actual calle de los
mártires) con su cabeza debajo del brazo; al entregársela a una piadosa mujer
llamada Casulla, se desplomó en el lugar donde se encuentra la actual basílica
erigida en su honor (Basilique royale de
Saint-Denis).
San Dionisio
Aeropagita (Dionisio de Atenas)
Filósofo y teólogo,
convertido al Cristianismo después de escuchar un sermón del apóstol san Pablo,
tal como narró san Lucas en los Hechos de
los Apóstoles. Fue el primer obispo de Atenas, y vivió durante el siglo I
d.C. Durante mucho tiempo se atribuyeron a este santo, famoso por su erudición,
unos textos escritos por un teólogo bizantino, de nombre desconocido, al que se
le llama actualmente Pseudo-Dionisio Aeropagita.
Pseudo-Dionisio
Aeropagita
Teólogo y escritor
bizantino del siglo V d.C. No se ha podido esclarecer su identidad, porque
firmó todos sus textos como “Dionisio”. Su obra fue difundida en la Edad Media
por el poeta, filósofo y teólogo Juan Escoto Eriugena, y llegó a tener
influencia en algunos místicos, como el Maestro Eckhart.
De su obra, el llamado Cuerpo Aeropagítico, destacan: Los nombres de Dios, Jerarquía Eclesiástica,
Jerarquía Celestial, Teología Mística y diez Cartas. En todos ellos hay elementos platónicos, neoplatónicos y
agustinianos, y se nota la influencia del filósofo Proclo (412-485 d.C.). A
Dios se le llama Uno, y se le reconoce como el primer principio de todas las
cosas, el ser del que todos los seres proceden.
Además se le han
atribuido estos textos, saturados de elementos esotéricos y alquímicos, en los
que su conocido neoplatonismo se ve cargado en ocasiones de ideas francamente
especulativas y erróneas, aunque también tienen elementos útiles para entender
la doctrina cristiana, sobretodo en lo referente a la naturaleza de los ángeles
y la corte celestial: Apuntes de
Teología, Teología Simbólica, Sobre las características de los ángeles, Sobre
la Justicia Divina, Sobre el Alma, Himnos Divinos, De los objetos inteligibles
y sensibles. De estos libros sólo han llegado fragmentos hasta nuestros
días.
San Efrén
el Sirio
Vivió entre 306 y 373
d.C. Fue un diácono que escribió explicaciones teológicas, poemas, e himnos
religiosos (de los que se conservan aún 400), declarado Doctor de la Iglesia en
1920.
Combatió el docetismo
(herejía que sostenía que Jesús nunca existió como un ser real, de carne y
hueso, sino que era un espectro, una fantasmagoría) insistiendo en que, con su
encarnación, el Señor fue un hombre en todo el sentido de la palabra, y que lo
único que no compartió con el resto de hombres fue el pecado de ellos. También
cantó a la Virgen María, a la que consideró llena de gracia y modelo para todas
las criaturas por su obediencia a Dios.
Enodio
de Pavía
Celebrado poeta,
hagiógrafo y obispo grecorromano, que vivió entre 473 y 521 d.C. Su nombre
completo era Magno Félix Enodio. Escribió: La
vida de san Epifanio, obispo de Pavía (una biografía muy bien lograda de
este santo), Eucarístico (confesiones
autobiográficas), Panegírico de Teodorico
(agradeciéndole a dicho rey su tolerancia con la Iglesia y su apoyo al Papa
Símaco), Didascalia (una guía
pedagógica de cuestiones gramaticales y retóricas), dos volúmenes de poesía
(los Itinerarios) y los famosos Discursos sobre cuestiones éticas y
morales.
San Eusebio
de Vercelli
Este obispo vivió de
283 a 371 d.C. Defendió la doctrina de la encarnación y confirmó la pertenencia
del Espíritu Santo a la Santísima Trinidad. También condenó la herejía arriana,
que negaba la divinidad de Cristo. De él se conservan algunas cartas, un comentario
a los Salmos y el Código de Vercelli, una
traducción de los Evangelios al latín.
Eusebio
de Cesarea
Vivió entre 260 y 340
d.C. Fue historiador, exégeta, teólogo y polemista, además de obispo de Cesarea
Marítima.
Buena parte de su
enorme producción literaria ha llegado a nuestros días. Escribió una formidable
Historia de la Iglesia (la primera de
su tipo), además de libros como Onomástico (recuento de fechas, lugares
y nombres de las Sagradas Escrituras, pionero en el campo de la geografía
histórica), unos Cánones (tablas con
resúmenes esquemáticos de las Sagradas Escrituras, muy difundidas en la Edad
Media), unas Crónicas, una Vida de Constantino, algunas Vidas de Mártires, una Apología de Orígenes, un Tratado contra Hierocles, una Preparación a los Evangelios (en la que
probó la excelencia del Cristianismo en comparación con el paganismo y las
escuelas filosóficas de la Antigüedad), una Demostración
de los Evangelios, unos Extractos
Proféticos (en los que analizó pasajes mesiánicos de la Biblia), un Tratado sobre las manifestaciones divinas o
Teofanías, una polémica Contra
Marcelo y una Teología Eclesiástica (en
la que atacó la doctrina de san Atanasio el Grande, incurriendo en algunos
pasajes heréticos, en los que situó a Jesucristo por debajo de Dios Padre).
También escribió Comentarios a los Salmos, Comentario a
Isaías, Comentarios a las cartas a los Romanos y a los Corintios, Cuestiones y
soluciones para Estéfano y Marino (libro
en el que demostró la unidad dogmática entre los cuatro Evangelios canónicos,
más allá de las innegables diferencias estilísticas entre ellos), Equivalentes griegos de los nombres hebreos,
La antigua Judea y las diez tribus perdidas de Israel (incursionando en la
arqueología bíblica) y El templo de
Salomón, además de numerosas cartas y sermones.
San Eustacio
de Antioquía
Arzobispo de Antioquía,
defensor de la divinidad de Jesús frente a las abominaciones del obispo Arrio y
sus seguidores, que la negaban. En el Concilio de Nicea (325 d.C.) destacó
entre quienes disputaron contra el arrianismo. Escribió Contra Orígenes, criticando la tendencia de este autor a la
interpretación alegórica de la Sagrada Escritura, y Alocución al emperador. Los arrianos consiguieron que fuera
depuesto de su cargo, calumniado y condenado al exilio, donde murió en 337 d.C.
(algunos historiadores señalan que pudo haber vivido hasta el 360 d.C.).
San Febadio
de Agen
Obispo de Agen, férreo
defensor de la divinidad de Cristo frente a otros clérigos arrianos en el
Concilio de Rímini (359 d.C.) y autor de Contra
los arrianos, una refutación sistemática de dicha herejía. Ya anciano,
apoyó a san Hilario de Poitiers en la ofensiva antiarriana del 361 d.C. Murió
en 393 d.C.
San Fulgencio
de Cartagena
Vivió entre 540 y 630
d.C. Obispo de Ecija y escritor, hermano de los también santos Isidoro de Sevilla,
Leandro de Sevilla y Florentina (un caso único de cuatro hermanos canonizados,
famosos por su piedad, su integridad y su espíritu de servicio). En sus
homilías se dedicó a extender la doctrina cristiana, y participó en el segundo
Sínodo de Sevilla (619 d.C.).
San Germano
I de Constantinopla
Vivió entre 634 y 740
d.C. Monje y obispo en Asia Menor. Participó en el III Concilio de
Constantinopla (680-681 d.C.) defendiendo el ditelitismo (la presencia de dos
voluntades, divina y humana, en la misma persona de Jesucristo, coexistiendo
como modos de operación en armonía) en contra del nestorianismo (que postulaba
una total independencia de las voluntades y de las naturalezas divina y humana
en Cristo) y del monotelitismo (que postulaba que Jesús tenía las dos
naturalezas pero sólo una voluntad).
También combatió a León
III Isáurico, férreo iconoclasta, señalando las bondades del uso de las
imágenes y esculturas religiosas, y aclarando que no eran una forma de idolatría,
puesto que no se veneraba a la estatua o a la pintura propiamente dichas, sino
que a través de la representación artística el alma se disponía a buscar más
asiduamente el contacto con Dios. Además señaló que el arte religioso era una
forma contundente y sencilla de evangelizar, al alcance de todos. Además
advirtió a los iconoclastas que retirar las imágenes religiosas de las iglesias
sólo les iba a allanar el terreno a los musulmanes (y su profecía, tristemente,
se cumplió: el Islam terminó adueñándose de toda Asia Menor, Siria y Antioquía,
y las iglesias de Bizancio, antaño cristianas, terminaron convertidas en
mezquitas).
Sin embargo, la
testarudez, la arrogancia y la falta de previsión del emperador bizantino
prevalecieron. Germano fue removido de
su cargo de Patriarca de Constantinopla en el 730 d.C., quince años después de
haberlo asumido. Aprovechó el santo para terminar de escribir su monumental Historia Eclesiástica, todavía
consultada.
También ha llegado a
nuestros días su libro Sobre la Divina
Liturgia, una completa explicación de la liturgia bizantina.
San Genadio
I de Constantinopla
Teólogo y polemista.
Después de algunas disputas académicas con san Cirilo de Alejandría (partidario
de la interpretación alegórica de la Biblia), se convirtió en un buen amigo
suyo. Obispo de Constantinopla en 458 d.C., administró con diligencia su
diócesis y escribió condenando la simonía (compraventa de cargos
eclesiásticos).
Escribió unos Comentarios al libro de Daniel, unos Comentarios a las cartas de san Pablo, unos
Comentarios a los Salmos (a los que
tenía gran estima: cuenta la tradición que nunca ordenaba a un presbítero si
antes no constataba que se los sabía de memoria), unos Comentarios al Génesis y unos Comentarios
al Éxodo.
También escribió muchas
cartas y homilías, de las cuales se conservan hoy fragmentos. Sus comentarios
exegéticos, la pureza de su vida y su
talento como organizador lo hicieron bastante famoso. Murió en 471 d.C.
San Gregorio
de Elvira (San Gregorio Baético)
Este teólogo y exégeta
fue obispo de Elvira y vivió en el siglo IV d.C. Fue una de las figuras del
Concilio de Rímini (359 d.C.), manifestando su desaprobación del arrianismo.
Además de varios
sermones, escribió un Tratado sobre la Fe
y una disputa contra los arrianos (De
la Fe ortodoxa), además de unos Comentarios
al Cantar de los cantares. Se le han atribuido también un texto Sobre la Trinidad y un Tratado sobre las Sagradas Escrituras. Parece que murió a muy avanzada edad,
pues san Jerónimo en su obra Varones Ilustres
señaló que aún vivía en el 392 d.C.
San Gregorio
Magno (San Gregorio I)
Este Papa, filósofo,
teólogo y Doctor de la Iglesia vivió entre 540 y 604 d.C. Comandó la primera
misión a gran escala, la Misión Gregoriana, que logró miles de conversos al Cristianismo.
Su experiencia política
(había sido prefecto de Roma), su erudición y su viva fe le permitieron
realizar un Pontificado destacadísimo en lo pastoral, lo administrativo y lo
social, del 590 al 604 d.C. Contribuyó al desarrollo de la liturgia (de hecho,
es el autor de la liturgia aún usada en el rito bizantino), al reconocimiento
del obispo de Roma como suprema autoridad en la Iglesia, y a la expansión del
número de católicos gracias a un excelente combinación de actividades
misioneras y catequéticas a lo largo de Europa.
Además de estructurar
la Santa Misa tal como se realizó hasta el Concilio de Trento (1545-1563),
promovió el canto plano litúrgico (llamado canto gregoriano en su honor) y
escribió textos como Comentarios sobre el
libro de Job (Magna Moralia), Regla de los Pastores, Diálogos (una extensa recopilación de
curaciones, milagros, maravillas y otros signos de Dios realizados por la
intercesión de los santos) y Sermones (entre
los que se incluyen 40 homilías sobre los Evangelios, otras sobre libros del
Antiguo Testamento, y otras sobre la vida moral y el uso de los cánticos en las
celebraciones religiosas).
Además de los libros
anteriores, se conservan 854 cartas suyas, en las que hay indicaciones
pastorales, amonestaciones fraternas, correcciones teológicas y recomendaciones
para la adecuada interpretación de la Biblia.
San Gregorio
Nacianceno (San Gregorio el Teólogo)
Este filósofo, teólogo,
polemista y Doctor de la Iglesia fue arzobispo de Constantinopla, y vivió entre
329 y 390 d.C.
Con respecto a la
Santísima Trinidad, expuso la consubstancialidad entre el Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo, insistiendo en que eran tres modos distintos de un solo Dios
verdadero.
Cuando el emperador
Juliano el Apóstata trató de reinstaurar el paganismo y empezó a perseguir
cristianos, san Gregorio escribió Invectivas
contra Juliano. En Constantinopla, combatió en sus sermones a sacerdotes y
teólogos favorables al apolinarismo y al arrianismo.
Presidió el II Concilio
Ecuménico de Constantinopla (381 d.C.) junto a Timoteo de Alejandría y san
Melecio de Antioquía, y después de presiones de parte del emperador bizantino y
de algunos obispos partidarios del arrianismo, renunció a su cargo. Después de
componer una oración de despedida, retomó su puesto de obispo de Nacianzo. Allí
siguió defendiendo la sana doctrina frente a sabelianos (llamados también
modalistas; herejes estrictamente monoteístas que desconocían la Santísima
Trinidad) y apolinaristas (quienes sostenían que Cristo no tenía ni intelecto
ni espíritu humano, sino que era un cuerpo humano sin alma ocupado por el verbo
divino).
Escribió también De la Vida, un poema autobiográfico, y
otros poemas de corte moralista. De sus discursos y sermones se nutrieron la
cristología y la pneumatología, al aclarar que: a) el Espíritu Santo es
verdadero espíritu, proveniente del padre no por creación ni generación, sino
por procesión; b) el Espíritu Santo, el Hijo y el Padre son consubstanciales,
tienen la misma esencia, son el mismo Dios; c) las tres divinas personas son
tres modalidades o hipostasis de la misma esencia, el único Señor; d) para
todos los católicos es posible la teosis, el lograr la semejanza con Dios, si
imitan al Hijo, modelo de vida y Dios encarnado.
San Gregorio Nacianceno
compuso varias oraciones, confirmadas como enseñanzas ciertas por el I Concilio
de Éfeso (431 d.C.), numerosos epitafios y epigramas. Vivió los últimos meses
de su vida como un ermitaño, entregado a la oración.
San Gregorio
de Nisa (San Gregorio Niseno)
Vivió entre 335 y 395
d.C. Obispo, teólogo y apologeta. Era hermano menor de san Basilio de Cesarea y
amigo de san Gregorio de Nacianzo. A los tres se les conoce como los “Padres de
Capadocia”.
Defendió la concepción
trinitaria de Dios, así como la idea de que el Hijo se encarnó para la
salvación universal (propuesta por Orígenes). En su pneumatología formuló que
el Espíritu Santo provenía tanto del Padre como del Hijo, y compartía con ellos
la esencia.
Contradijo a Orígenes afirmando
que Dios era infinito: postuló que así como el amor del Señor era infinito,
también debía serlo Su esencia. Por lo tanto, Dios era infinito, no tenía
límites. Asimismo, expuso que los seres humanos, en tanto que criaturas
limitadas, nunca podrían conocer completamente a Dios, ni Su divina naturaleza,
pero sí podían tratar de definirlo en términos humanos para reflexionar sobre
Él y acercarse progresivamente a su conocimiento (la que consideraba una
actividad edificante).
Definió el crecimiento
espiritual como un ascenso paulatino, nunca acabado, en el conocimiento de
Dios, que parte de la oscuridad de la ignorancia y poco a poco se va
iluminando, hasta llegar a la contemplación mística del Señor (que es un estado
también siempre perfectible).
La encarnación de Dios
en Jesús de Nazaret permitió, en su opinión, dos cosas importantes: que todos
los hombres tuvieran un modelo claro de cómo debía ser una vida sin tacha, y
que todos los hombres tuvieran una oportunidad de salvación, por los misterios
de Su muerte y Su resurrección.
San Gregorio de Nisa
defendió también la idea de la Santísima Trinidad, que no era incompatible con
el monoteísmo. Declaró que sólo existía un único Dios, todopoderoso, creador
del universo y providente, que por amor había encarnado buscando redimir a
todos los seres humanos.
Aunque inicialmente
consideró, siguiendo a Orígenes, que absolutamente todas las criaturas
(incluyendo a los pecadores, a los que están actualmente en el Infierno, y aún
a los demonios) terminarían regresando algún día al Señor (apocatástasis), en sus últimos años consideró que la salvación sólo
era posible para los bautizados que habían llevado una vida conforme al
Evangelio, o para aquellos que habían pasado por la purificación del Purgatorio
(limpiándose de cualquier rastro de maldad, para ser dignos de unirse a la
corte celestial). Sólo los verdaderamente malvados, o los que abiertamente
rechazaban la redención ofrecida por Cristo, iban a dar al Infierno por toda la
eternidad.
Expuso que el hombre
era un ser creado y, desde su corporeidad, limitado; sin embargo, su alma si
era inmortal, y tenía una capacidad indefinida de acercarse a Dios. A
diferencia de Orígenes, que creía en la preexistencia de las almas (y que cada
alma se iba asignando a cada cuerpo durante la gestación), san Gregorio de Nisa
consideró que cada alma era creada simultáneamente con el cuerpo en la
concepción, y que los embriones eran personas.
También creyó que el
ser humano era excepcional, creado a imagen y semejanza de Dios, teomórfico en
cuanto poseedor de una conciencia moral y de un libre albedrío que le permitía
buscar el bien. Describió también al hombre como un aprendiz que debe imitar a
su Maestro (el Señor), reflejando la bondad y la belleza de Cristo.
En su pensamiento
político, condenó enérgicamente la esclavitud, señalando que era una
institución pecaminosa y maligna. Para él, esclavizar un ser humano era negarle
su humanidad, puesto que el hombre es por naturaleza libre. Cristo, además,
había sido para san Gregorio un verdadero Libertador, que quiso la libertad de
todos los seres humanos.
Estableció que Dios era
al mismo tiempo Suprema Belleza y Suprema Bondad, eterno, increado y
omnipotente.
Escribió Gran Catecismo, Vida después de la muerte, Homilía
sobre el Eclesiastés, Comentario al Cantar de los cantares Contra el aristotelismo de Eutonio, Contra el
libro de Eunomio (obispo arriano de Cízico), Vida de santa Macrina, Elogio de Basilio, Vida de Moisés, De la
Virginidad, Obra dogmática menor, Sobre la vocación cristiana y numerosos
sermones.
San Gregorio
Taumaturgo (San Gregorio Obrador de Milagros, San Gregorio de Neocesarea)
Vivió entre 213 y 270
d.C. Estudió filosofía y leyes en la Escuela de Beirut y luego, en Cesarea,
conoció al famoso Orígenes, director de la Escuela de Alejandría, quien lo
convirtió al Cristianismo. Con este sabio estudió del 231 al 239 d.C.
Enseñó que la doctrina
de la Iglesia era la verdadera filosofía, no solamente convincente desde lo
racional sino también promotora del bien y de la bondad. Igual que Orígenes,
consideró que la lectura de los filósofos griegos, que contenían semillas de
verdad, era un buen abrebocas para la lectura de la Verdad plena: los
Evangelios. También alentó a sus oyentes a que pusieran los tesoros
intelectuales de los griegos al servicio de la filosofía católica.
Cuando regresó a su
ciudad natal, y a pesar de sus planes (dedicarse a la abogacía), fue ordenado
presbítero y rápidamente consagrado obispo. Es llamativo que al inicio sólo contaba
con un puñado de feligreses en su diócesis, y después de su excelente episcopado
(célebre además por los múltiples milagros que Dios le concedió obrar), a su
muerte, todos los habitantes de Cesarea y Neocesarea eran cristianos.
De sus escritos nos han
llegado fragmentos de Oración Panegírica (en
honor a Orígenes), Epístola Canónica,
Exposición de la Fe (enfatizando en la igualdad de las tres personas de la
Trinidad, todas ellas iguales en cuanto a su eternidad, inmortalidad y
perfección), Paráfrasis del Eclesiastés,
Tratado del Alma y Epístola a
Filagrio (en la que defendió la consubstancialidad entre el Padre, el Hijo
y el Espíritu Santo).
Hermas
de Roma
Autor del Pastor de Hermas y hermano mayor del
Papa Pío I. Vivió en el siglo II d.C. En su obra combina elementos bucólicos
con elementos de espiritualidad cristiana y algunas anécdotas autobiográficas,
además de numerosas referencias a la filosofía y la cultura griegas.
San
Hesiquio del Sinaí
Monje y autor, que
vivió en el monasterio de santa Catalina en el Monte Sinaí. Escribió un
compendio de Máximas (200 en total) relacionadas
con la vida ascética y el amor a Cristo. Murió en 380 d.C.
San Hilario
de Poitiers
Este teólogo y Doctor
de la Iglesia vivió de 310 a 367 d.C. Fue llamado el “martillo de los arrianos”
y ocupó el cargo de obispo de Poitiers.
Fue partidario, igual
que Orígenes, de la interpretación alegórica de las Sagradas Escrituras, y
utilizó en sus exégesis numerosas referencias a escritores clásicos como
Cicerón, Quintiliano, Plinio el Joven, Tito Livio y Séneca, además de los
Padres de la Iglesia Tertuliano, san Cipriano y san Atanasio.
Su obra maestra fue De la Trinidad. Escribió también: Comentarios al Evangelio según san Mateo,
Tratado sobre los Salmos, Tratado sobre los Misterios, Comentario de la carta
de san Pablo a los romanos, Sobre los Sínodos, Fragmentos históricos, Contra
los arrianos, Libro sobre el emperador Constantino, y una colección de
poemas religiosos e himnos llamada Libro
de los Himnos.
San Ireneo
de Lyon
Vivió entre 130 y 202
d.C. Teólogo, apologista, obispo de Lyon y mártir. Fue estudiante de san
Policarpo, a su vez discípulo de san Juan Evangelista.
Se enfrentó contra la
herejía del gnosticismo, enseñando que no había ningún conocimiento secreto ni
arcano del Evangelio, sino todo lo contrario: la Palabra del Señor era clara,
comprensible y directa, y que la enseñanza de los obispos era una guía segura
para interpretar aquellos pasajes que pudieran parecer difíciles.
Fue también el primero
en definir como canónicos, libres de herejías y de autenticidad indiscutible
los evangelios de Marcos, Mateo, Lucas y Juan. Prácticamente definió los libros
pertenecientes al Nuevo Testamento, preocupado por la avalancha de textos
gnósticos que adulteraban el mensaje de Cristo introduciéndole rarezas y
errores de toda índole, y que se estaban haciendo circular como escritos por
discípulos de Jesús (siendo en realidad obras apócrifas, de autores gnósticos
de los siglos II y III d.C.).
Defendió el primado del
obispo de Roma sobre toda la Iglesia, señalando que Jesucristo claramente había
designado a Pedro como Su sucesor y líder de Su Iglesia. Asimismo, fue el
primero en señalar que la fidelidad a la línea de sucesión apostólica evitaba a
los fieles caer en la trampa de seguir predicadores y pastores de dudosa
doctrina.
Definió la Tradición
Apostólica como el reservorio de todas las enseñanzas que el Señor dio a sus
discípulos, complementario de las Sagradas Escrituras y garante de la veracidad
del magisterio ejercido por el papa y el resto de obispos genuinamente
ordenados según el principio de sucesión apostólica.
Defendió la bondad y el
amor de Dios en oposición a la idea errónea que los gnósticos tenían del Señor
(a quien consideraban un Demiurgo maligno y destructor), y señaló que Jesús era
el Logos hecho carne.
Conceptualizó también
la Historia de la Salvación, acotando que Dios ha intervenido en la Historia
humana de forma constante y amorosa a lo largo de los siglos, guiando a los
patriarcas, inspirando a los profetas y protegiendo a Su pueblo, y
especialmente a través de Su Hijo, Jesucristo, culmen de dicho proceso y
redentor universal.
Definió a Jesús como el
nuevo Adán que sistemáticamente deshizo el mal que Adán había hecho,
corrigiendo la Historia: así como Adán había desobedecido a Dios, Jesús había
sido obediente hasta la muerte; así como Adán había traído la muerte a su
descendencia, Jesús había traído vida eterna. Del mismo modo, san Ireneo
conceptualizó a María como la nueva Eva, contrastando la fe, la pureza y la
humildad de la Virgen con la falta de fe, la naturaleza pecadora y la soberbia de
Eva.
Consideró la
encarnación de Jesús como el clímax de la Historia, al permitir la salvación
del hombre. Allí donde el pecado había traído corrupción, enfermedad y muerte,
el Mesías permite la reunión del ser humano con la inmortalidad y la incorruptibilidad
de Dios.
La encarnación de Dios
en la persona de Jesucristo fue para san Ireneo la oportunidad de re-ligazón
del hombre con Dios, y, por ende, de asociación con la salud y la perfección
divinas. Y Su sacrificio fue necesario para dar nueva vida a la Humanidad.
Su principal obra fue Contra los herejes, resaltando la
verdadera naturaleza de Dios frente a las barbaridades gnósticas, y la real
significación y esencia de Cristo frente a las interpretaciones heréticas que
de Él hacía el gnosticismo. También escribió Demostración de la prédica de los Apóstoles, Por qué Dios no es la
causa del Mal, Sobre la Pascua, Contra los cismáticos y Sobre el conocimiento.
Isidoro
de Pelusio
Asceta y teólogo que
vivió como ermitaño cerca de Pelusio, siendo uno de los llamados Padres del
Desierto. Escribió unas 10.000 cartas instruyendo en la fe, consolando,
aconsejando, aclarando asuntos teológicos y exegéticos o apoyando a sus lectores.
A través de este medio, fue mentor de san Cirilo de Alejandría y otros obispos.
Tuvo la iniciativa de
convocar el Concilio de Éfeso (431 d.C.), defendió a san Juan Crisóstomo de la
persecución orquestada por la emperatriz Eudoxia y defendió la importancia de
las buenas acciones para lograr la salvación.
San Isidoro
de Sevilla
Este filósofo, teólogo,
historiador, escritor, obispo de Sevilla y Doctor de la Iglesia vivió de 560 a
636 d.C. Tres hermanos suyos fueron también santos (Florentina, Fulgencio de
Cartagena y Leandro de Sevilla). Logró la conversión de los visigodos y fue el
protagonista de los Concilios de Toledo y Sevilla.
Fue el primer académico
en tratar de compilar una summa que
sintetizara todo el conocimiento de su época: las Etimologías. Esta enciclopedia constó de 20 volúmenes.
También escribió Sobre la Fe Católica frente a los judíos, en
la que muestra cómo el Cristianismo superó con creces en lo doctrinal y en lo
ético al Judaísmo, del mismo modo que la sabiduría y la fe del Antiguo
Testamento fueron sintetizadas y mejoradas por el Nuevo Testamento: Jesucristo,
Dios encarnado y Mesías auténtico, fue la plenitud de la Revelación, y Su buena
nueva, el Evangelio, sobrepasó el ritualismo y el legalismo judíos. Siguiendo a
san Agustín de Hipona, aceptó el legado judío, precursor de la doctrina
cristiana, y la presencia de judíos en la Cristiandad, puesto que ellos
cumplirían un rol en la segunda venida del Señor.
Otras obras de san
Isidoro fueron: Crónica Mayor (una
Historia del Mundo), Cuestiones sobre el
Antiguo Testamento, Historia de los reyes góticos, vándalos y suevos, Las
diferencias del Verbo (en la que describe la esencia de Cristo como parte
de la Santísima Trinidad, en contraposición a la naturaleza de los ángeles y de
los hombres), Tratado místico sobre los
significados alegóricos de los números en las Sagradas Escrituras, Libro de las
Sentencias, Sobre la naturaleza de las cosas (un tratado de astronomía,
biología e historia natural), Del Supremo
Bien, De los oficios eclesiásticos y
Varones Ilustres (biografías de santos y académicos), además de cartas y sermones.
San Jerónimo
de Estridón
Su nombre completo era
Eusebio Sofronio Jerónimo. Fue filósofo, teólogo, historiador, sacerdote,
traductor, asceta y Doctor de la Iglesia, y vivió entre 347 y 420 d.C. Fue un
verdadero erudito, de vasta cultura, que acudió a distintas escuelas y por eso
fue estudiante de famosos académicos como Elio Donato, Apolinar de Laodicea,
Rufino, Paulino de Antioquía y san Dídimo el Ciego.
También fue secretario
del Papa san Dámaso I, a quien ayudó en el proceso de reacercamiento con muchos
sectores heréticos y cismáticos, y a quien prestó una colaboración invaluable
al traducir las Sagradas Escrituras al latín vulgar (el hablado por la inmensa
mayoría de cristianos en su época). Esta traducción y edición a cargo de san
Jerónimo fue la llamada Biblia Vulgata, que actualizó la llamada Vieja Biblia
Latina y fue inmensamente popular hasta 1979 (cuando la Nueva Vulgata fue
promulgada). Con ella se pudo ofrecer a todos los feligreses la oportunidad de
conocer la Palabra de Dios.
Su vasta obra comprendió:
a) traducciones y comentarios, de la Torá (que hace parte el Antiguo
Testamento, y que tradujo directamente del hebreo para no incurrir en
imprecisiones de la traducción de los Setenta o Septuaginta, a cargo de
eruditos de la Escuela de Alejandría), de otros textos del Antiguo Testamento
(que tradujo del hebreo y del griego), de algunos neoplatónicos como Filón de
Alejandría, y de otros Padres de la Iglesia; destacando sus Comentarios a los libros de Samuel y de los
Reyes, Comentarios al Sirácida, Comentarios a Baruc, Comentarios a Jeremías;
b) numerosas homilías, entre las que destacaron Sobre Jeremías, Sobre Ezequiel, Sobre Orígenes de Alejandría, Sobre
Salomón, Sobre el Cantar de los cantares, Sobre Isaías y Sobre el Evangelio de Lucas; c) una
guía sobre lugares bíblicos llamada Libro
de sitios y locaciones del mundo hebreo; d) un Libro
de interpretación de los nombres hebreos; e) numerosos tratados de teología
dogmática como De los serafines, De las
tribus de Israel, Cuestiones hebreas en el Génesis, Comentarios al Eclesiastés,
Explicaciones de Miqueas, Sofonías, Nahum y Habacuc, Comentarios a Jonás,
Comentarios a Daniel, Sobre los profetas menores y Comentarios al Nuevo Testamento (desde el Evangelio según san
Mateo hasta el Apocalipsis); f) libros históricos, como Crónicas, De Varones Ilustres (en el que incluyó biografías de 153
autores cristianos, desde san Pedro), Vida
de san Pablo de Tebas (el primer eremita de la Historia), Vida de san Malco de Siria, Vida de Hilarión;
g) textos médicos, como la descripción de los síntomas y la cura de la
deficiencia de vitamina A, o del impétigo; h) numerosas epístolas (confortando
afligidos, animando a monjes y obispos, aclarando asuntos teológicos o
interpretativos, denunciando casos de corrupción o inmoralidad sexual en el
clero, juzgando casos difíciles para los que algunos obispos le pidieron su
opinión); i) textos polémicos y apologéticos, como Libro contra Luciferianos, Contra Joviniano, Diálogo contra los pelagianos,
Contra Juan Jerosolimitano, Respuesta a los escritos de Rufino y Apología contra Rufino.
San Juan
Casiano (San Juan el Asceta, San Juan el Romano)
Vivió entre 360 y 435
d.C. Monje eremita, filósofo y teólogo. Sus escritos influyeron en san Benito,
que incorporó muchos de sus principios en la regla monástica.
Fue el autor de Institución de los Cenobios (con
recomendaciones a los monjes, a propósito de cómo crecer en santidad y amor a
Cristo) y Conferencias de los Padres del
Desierto (libro en el que codificó los principales aportes de estos sabios
y castos monjes).
San Juan
Crisóstomo
Este teólogo,
polemista, escritor y Doctor de la Iglesia vivió de 349 a 407 d.C. Fue
arzobispo de Constantinopla, personificó las enseñanzas del Evangelio y brilló
como orador, logrando gran número de conversos.
Su teología es clara:
insta a no dejarse distraer por los bienes materiales, a tener caridad con los
pobres y necesitados, a seguir el mandato de amor de Jesús, y a buscar el
conocimiento de Dios en la lectura de las Sagradas Escrituras y los textos de
los maestros de la Iglesia. De otro lado, condena a los cristianos que viven
como paganos, en medio de vanidad, gastos superfluos, borracheras, adulterio y
otros excesos.
También denunció
valientemente diversos abusos y vicios en autoridades tanto políticas como
eclesiásticas, con altura y elocuencia, lo cual le valió el mote de “boca de
oro” (chrysostomos), y sólo fue
superado por san Agustín de Hipona en cuanto a la cantidad de trabajos
escritos.
Han llegado a nuestros
días sus Homilías, su Liturgia Divina, su Exégesis sobre el Antiguo Testamento y su Exégesis sobre el Nuevo
Testamento, así como estos textos apologéticos: Contra los Judaizantes (aquellos cristianos que sostenían, a esas
alturas, que la circuncisión y los rituales judíos debían conservarse dentro de
la Iglesia) y Contra los que se oponen a
la vida monástica.
También dio
instrucciones pastorales en Sobre el
Sacerdocio, Instrucciones a los
catecúmenos, Sobre la incomprensibilidad de la Divina Naturaleza y Cartas a la diaconisa Olimpia.
La influencia de san
Juan Crisóstomo es aún enorme, y muchas de sus enseñanzas hacen parte del
actual Catecismo de la Iglesia Católica.
San Juan
Damasceno
Vivió entre 675 y 749
d.C. Fue monje, teólogo, abogado, filósofo, músico, escritor y Doctor de la
Iglesia.
Su mariología es
destacadísima, siendo el primero en formular de forma sistemática el dogma de
la asunción de la Virgen, la más noble y sublime de las criaturas justamente
para ser una digna Theotokos (para
llevar al mismísimo Dios en su vientre), así
como la necesidad lógica de su pureza y su santidad (puesto que Dios mismo no
se iba a encarnar en una mujer con el más mínimo rastro de pecado).
También se puso de lado
de san Germano I, patriarca de Constantinopla, en su disputa frente a los
iconoclastas, y escribió un Tratado
Apologético en contra de los que odian las Imágenes Religiosas.
La fuente de la Sabiduría, Sobre las Herejías (en
el que dedicó un capítulo, Herejías de
los ismaelitas, desnudando los errores del Islam, que trata de justificar
la violencia, desconoce la coexistencia pacífica entre las naciones y perpetúa
estructuras sociales injustas, además de basarse en las alucinaciones de
Mahoma, un falso profeta), Exposición de
la Fe Verdadera (un sumario del pensamiento de los primeros Padres de la
Iglesia), Contra los jacobitas (herejes
monofisitas, que creían que Cristo sólo tenía una naturaleza, negando su doble
condición de Dios y hombre), Contra los
nestorianos, Diálogo contra los maniqueos, Introducción a los Dogmas, Sobre los
Himnos Religiosos, El correcto razonar, De la Fe, Sobre las dos voluntades de
Cristo (Contra los monotelitas), De los servicios religiosos, Sagrados Paralelos y Sobre fantasmas y demonios.
San Julio
I
Fue Papa desde 337
hasta su muerte en 352 d.C. Combatió a los arrianos y afianzó la autoridad
papal sobre la Cristiandad, al someter a los obispos de Oriente partidarios de
esta herejía.
Además de definir el 25
de diciembre para celebrar la Natividad del Señor, en sus sermones y cartas
defendió la naturaleza divina de Jesús de Nazaret.
San Justino
Mártir
Este filósofo y teólogo
vivió entre 100 y 165 d.C. Defendió la idea de Jesucristo como Logos encarnado
y parte de la Santísima Trinidad.
Después de presenciar
la vida de los católicos, muy superior a la de los paganos en lo moral, y
después de constatar la piedad y el heroísmo de los mártires, se convirtió al
Cristianismo y fundó su propia escuela, a la que asistió Taciano de
Adiabene.
Escribió Apologías I y II tratando de convencer a
los paganos, y específicamente al emperador Antonino Pío, de que el
Cristianismo era la verdad plena, resultado natural de una evolución del
conocimiento en la que estaban (como antecedentes ilustres) los trabajos de los
grandes filósofos grecorromanos como Sócrates y Platón, en cuyos escritos ya
estaban contenidas algunas “semillas” de dicha verdad.
Consideró que la
encarnación del Señor era la plenitud de una larga Historia de Salvación en la
que Dios siempre ha estado cuidando al hombre, pues en ella se produjeron al
mismo tiempo la revelación de la Verdad Suprema y la redención de todo el
género humano. La Iglesia fundada por Cristo (el Logos, la verdad plena), no
podía ser perseguida en tanto que es inmoral y absurdo odiar y perseguir la
verdad. Por tanto, las persecuciones del Imperio Romano al Catolicismo eran,
además de injustas, bastante necias.
Escribió también un Diálogo en el que demostró que el
pitagorismo, el platonismo, el aristotelismo, el estoicismo y otras escuelas
filosóficas, encontraban no sólo compatibilidad sino también plenitud en la
doctrina de la Iglesia, pues las enseñanzas de Jesucristo eran el culmen de la
verdad, la felicidad y la sabiduría de vida, que son las metas de toda
filosofía.
El “filósofo”
Crescente, después de ser vencido por san Justino en una disputa, lleno de ira
y envidia levantó calumnias contra él, denunciándolo ante la corte del
emperador Marco Aurelio. Este emperador, impío y sangriento con los cristianos,
no dudó en ordenar al prefecto Rústico la decapitación de san Justino.
Lactancio
Vivió entre 250 y 325
d.C. Su nombre completo era Lucio Cecilio Firmiano Lactancio, y fue el teólogo
consejero del emperador Constantino I cuando éste decidió convertirse y dejar
de perseguir la Iglesia.
Fue discípulo de
Arnobio de Sicca y conoció al filósofo Porfirio. Siendo parte de la corte
imperial, decidió renunciar a ella cuando el emperador Diocleciano empezó su
brutal persecución. Vivió entonces en la pobreza, subsistiendo apenas como
profesor de retórica. Sin embargo, con la conversión de Constantino I fue
llamado de nuevo a la corte y nombrado tutor de Crispo, el hijo del emperador.
Fue conocido como el
“Cicerón cristiano”, dadas su inmensa cultura y la gracia y la elegancia de su
estilo, que alcanzaron un punto muy alto en su Institución Divina, una presentación sistemática de la doctrina
católica en la que definió la religión como una re-ligazón, una reconexión del
hombre con lo divino.
Otros escritos suyos
fueron Los trabajos de Dios, La ira de Dios y De la muerte de los perseguidores (en la que narró cómo terminan de
mal quienes osan alzarse contra Dios mismo, persiguiendo Su Iglesia, narrando
las trágicas muertes de los emperadores Nerón, Domiciano, Decio, Valeriano,
Aureliano, Marco Aurelio, Cómodo, Diocleciano, Máximo, Galerio y Maximino),
además de numerosos poemas, reunidos bajo el título de Obras.
San Leandro
de Sevilla
Vivió de 534 a 596 d.C.
Perteneció a una familia devota, y tres hermanos suyos fueron también
canonizados. Como obispo de Sevilla consiguió la conversión de los príncipes
Hermenegildo y Recaredo, y prácticamente de todos los visigodos. Fue amigo
personal de san Gregorio Magno y combatió la herejía arriana con vehemencia.
Convocó el III Concilio
de Toledo, fundó la Escuela de Teología de Sevilla y escribió una Exposición sobre el libro de Job, De la
Institución virginal y del mundo conventual (una regla monástica escrita
para su hermana, santa Florentina de Cartagena) y Homilía del triunfo de la Iglesia en la conversión de los Godos.
Su innegable talento y
sus grandes virtudes le granjearon el cariño de su pueblo. Todavía hoy san
Leandro y su hermano san Isidoro (quien le sucedió en el episcopado) aparecen en
el escudo de Sevilla.
Leoncio
de Bizancio
Teólogo del siglo VI
d.C. Algunos sitúan su nacimiento en 485 d.C. En su juventud perteneció a la
secta nestoriana, pero luego regresó a la Iglesia y se hizo monje. Murió el año
543 d.C.
Escribió Contra los nestorianos y eutiquianos, Contra
los monofisitas, Sobre las sectas, Treinta capítulos contra Severo de Antioquía
(hereje que sostuvo que el cuerpo de Cristo era corruptible y que su mente
no podía conocer todas las cosas), Contra
los fraudes de los apolinaristas, Contra los argumentos de Severo, Discusiones
de las cosas sagradas (en una probable coautoría con san Juan Damasceno) y
varias homilías.
San León
Magno (San León I)
Este teólogo,
polemista, Papa y Doctor de la Iglesia vivió entre 400 y 461 d.C. Verdadero
héroe romano, se encontró con Atila el Huno (452 d.C.) y lo convenció de dar la
vuelta y terminar su invasión a la península itálica, evitando una carnicería.
Definió las dos
naturalezas de Cristo, la divina y la humana, como una unión hipostática en una
persona, sin confusión ni conflicto entre ellas. Combatió a pelagianos,
maniqueos, eutiquianos (que negaban la naturaleza humana de Jesús) y priscilianos (hipermoralistas e
intolerantes, víctimas de un rígido ascetismo, que abogaban por tomar la
comunión en la iglesia y comerla en casa, y que insistían en la continencia
sexual aún entre los casados), y lideró varias obras de caridad en Roma,
instando a los ricos a vivir conforme al Evangelio ayudando a los más
necesitados.
Definió también que el
liderazgo del obispo de Roma sobre todos los demás miembros de la Iglesia
obedecía a un claro mandato de Jesucristo, que nombró a Simón Pedro (quien
sería obispo de Roma y primer Pontífice) cabeza de sus seguidores.
De él se conservan 100
sermones y 150 cartas, de contenido pastoral y catequético, insistiendo en la
salvación traída por Cristo, motivando a los obispos a enseñar a todos los
fieles la doctrina contenida en la tradición apostólica, exponiendo que María
sólo fue madre de Jesús y siempre virgen, rechazando desviaciones heréticas y
reprimiendo a miembros del clero que no estaban a la altura de su función.
San Luciano
de Antioquía
Vivió entre 240 y 312
d.C. Fue presbítero, teólogo y mártir. Fundó la Escuela de Antioquía, donde
estudiaron Diodoro de Tarso y Teodoro de Mopsuesta. En esta escuela se mantuvo
una línea de interpretación opuesta a la alegórica (de la Escuela de
Alejandría).
Hizo una transcripción
de las Sagradas Escrituras que usaron san Juan Crisóstomo y otros obispos
griegos, en la que de manera minuciosa omitió pasajes de traducción ambigua o
de interpretación oscura que pudiesen dar pie a herejías y comentarios
malintencionados.
Durante la persecución
de Maximino Daza (emperador romano del 308 al 313 d.C.) fue arrestado y
torturado durante nueve años en los que jamás renegó de su fe. Al final fue muerto
por inanición y decapitado. Cuenta la tradición que cuando su cuerpo fue
arrojado al mar un delfín lo trajo de vuelta a la playa.
San
Macario de Alejandría (San Macario el Joven)
Vivió del 300 al 395
d.C. Fue un mercader que a los 40 años, después de conocer a san Macario el
Grande, se hizo bautizar e ingresó a la vida monacal.
Además de escribir
algunas cartas y una regla para sus monjes, produjo Sobre el final de las almas de los santos y los pecadores, en la
cual explicó que la inmensa mayoría de los miembros de la Iglesia se encontraba
en estado de Iglesia purgante, en el Purgatorio, a la espera de alcanzar el
estado de Iglesia triunfante (aquellos que llevaron una vida tan ceñida al
Evangelio que se ganaron la entrada directa al Cielo).
San Macario
el Grande (San Macario el Viejo, San Macario de Egipto)
Vivió entre 300 y 391
d.C. Ya en su juventud era conocido por su inteligencia y su talento literario.
Después enviudar tempranamente y de ser calumniado por una mujer embarazada (que
terminó confesando su mentira), en vez de recibir las excusas de muchos
ciudadanos que en un primer momento lo juzgaron de forma apresurada prefirió
irse al desierto. Allí conoció a san Antonio el Grande e ingresó a la vida
monástica.
Han llegado a nuestros
días sus 50 Homilías Espirituales, verdaderos
tesoros de piedad, en los que definió la naturaleza del Espíritu Santo, Sus
dones y Su rol dentro de la Santísima Trinidad. También algunas cartas, en las
que dio consejos a los monjes más jóvenes.
El monasterio que fundó
(Monasterio de san Macario el Grande) sigue en uso, y pertenece hoy a la
Iglesia Copta Ortodoxa.
Mario
Mercátor
Vivió entre 390 y 451
d.C. Teólogo, escritor y polemista. Combatió a pelagianos (que consideraban que
el esfuerzo y la voluntad humanos eran suficientes para la salvación) y nestorianos (que consideraban a Cristo
radicalmente separado en dos naturalezas, una divina y una humana, como si
fuesen dos entidades o personas completamente independientes).
Escribió Blasfemias nestorianas, Epístola contra los
herejes nestorianos, Contra el hereje Julián Eclanio y Tratados antipelagianos y Contra
los herejes pelagianos.
Mario
Victorino
Su nombre completo era
Gayo Mario Victorino, y fue un filósofo, gramático y retórico del siglo IV d.C.
Tradujo algunas obras de Aristóteles y, tras su conversión al Cristianismo
(alrededor del 355 d.C.), se convirtió en un fogoso defensor de la Iglesia.
Escribió Contra los arrianos, Comentarios a las
epístolas de san Pablo, La ingenuidad de los arrianos y numerosos Himnos. De sus obras no religiosas
destacaron Arte gramática, Explicaciones
sobre la retórica de Cicerón, Silogismos hipotéticos y Comentarios a tópicos de Cicerón.
San
Martín de Tours
Vivió entre 316 y 397. Soldado
romano converso al Cristianismo, que después de convertirse en objetor de
conciencia (al percatarse de la incompatibilidad entre la fe católica y la vida
militar) vivió predicando a lo largo y ancho de Europa, contribuyendo
enormemente a su evangelización. Fue discípulo de san Hilario de Poitiers y
combatió el arrianismo y el gnosticismo en sus sermones.
Consagrado obispo de
Tours en 371, destacó por su celo misionero y dotes de organizador. Pese a su
firme oposición a los errores propagados por los herejes, coincidió con san
Ambrosio de Milán en sostener con vehemencia que no se podían condenar a
muerte, como algunas autoridades políticas sugirieron en su época.
Máximo
el Confesor (Máximo el Teólogo, Máximo de Constantinopla)
Afirmó que Jesús tenía
voluntad como divina como humana, en tanto que gozaba de plena divinidad y de
plena humanidad. En la persona de Cristo, enseñó, se dio la unión hipostática
entre la naturaleza humana y la naturaleza divina (doctrina ditelita). Todo
esto lo consignó en las actas oficiales del Sínodo de Letrán convocado por el
Papa san Martín I para condenar la herejía del monotelismo (649 d.C.) según la
cual Jesucristo sólo tenía voluntad divina.
Paradójicamente, fue
condenado como hereje y torturado por orden del emperador de Constantinopla,
quien le hizo cortar la lengua y la mano derecha para que no volviera a enseñar
ni a escribir, y murió a las pocas semanas (662 d.C.).
Escribió Meditaciones sobre la agonía de Jesús,
Tratados espirituales, Disputa con Pirro (conocido monotelita), Escollos en los libros del beato Dionisio,
Sobre Gregorio Nacianceno, Cuestiones
sobre aspectos difíciles de las Sagradas Escrituras, Mistagogia, Libro ascético, Diversas
disquisiciones teológicas sobre la virtud y el vicio, Cómputo eclesiástico y Breve
descripción de la Pascua Cristiana.
Defendió que la
Teología sin ser llevada a la práctica era vacía, que el hombre es imagen de
Dios y que el propósito de la salvación es retornar a la unidad primigenia con
Dios.
En lo cristológico,
además de ditelita era difisista (en la persona de Jesús existen dos
naturalezas: divina y humana). La salvación que ofrece Cristo, postuló, sólo es
posible gracias a que en Él, la segunda persona de la Santísima Trinidad, Dios
se unió con la Humanidad en la encarnación. Se requiere que Jesucristo haya
sido tan plenamente humano como plenamente divino, porque si no, no sería
posible la salvación para los seres humanos (que nunca serán plenamente
divinos).
El Nazareno, para
Máximo, realmente asumió la totalidad de la naturaleza humana y fue hombre en
todo excepto en el pecado. Su encarnación fue voluntaria, nacida del amor (que
lleva al deseo de salvar a todo ser humano), total e incondicional.
San Melitón
de Sardes
Teólogo, escritor y
obispo de Sardes. San Jerónimo afirmó que fue el primero en hacer un canon de
los libros del Antiguo Testamento.
Escribió una Apología de la Cristiandad dedicada a
convencer al emperador romano Marco Aurelio de que cesara sus persecuciones, un
Tratado sobre la Pascua (en el que
estableció que la Pascua cristiana recopilaba y mejoraba la Pascua judía, y definió
a Jesucristo como el cordero más perfecto, sacrificado por la redención del
mundo entero), una polémica Contra
Marción (en la que defendió la divinidad de Jesús, mencionando que había
sido al mismo tiempo completamente divino y completamente humano, excepto en el
pecado), además de varias cartas y homilías.
Murió hacia el 180 d.C.,
en olor de santidad. Ya Eusebio se refirió a él como “inspirado por el Espíritu
Santo”.
San Metodio
de Olimpo
Teólogo, filósofo,
obispo y escritor. Señaló la virginidad de Jesús de Nazaret, y dijo que toda la
vida del Señor había sido el ejemplo más perfecto de virtud para los seres
humanos. Contradijo también a Orígenes (quien creía que en la resurrección de
los fieles operada en la segunda venida de Cristo, cada alma recibiría un
cuerpo distinto al que tuvo en vida), anotando que las almas tendrían los
mismos cuerpos. Sí apoyó al sabio de Alejandría en cuanto a su sugerencia de
interpretar las Sagradas Escrituras de forma alegórica.
Escribió Simposio sobre la Virginidad, Diálogo sobre
el libre albedrío, Diálogo sobre la Resurrección, De la Vida, Sobre el
Levítico, Sobre los Proverbios, Contra Porfirio (un neoplatónico que había
escrito contra el Catolicismo), Comentarios
al Génesis, Comentarios al Cantar de los cantares, Comentarios al libro de la
Revelación, un tratado médico (Sobre
la lepra) y algunas cartas y homilías.
Fue martirizado y
asesinado durante la última persecución de Máximo Daza el año 311 d.C.
Marco Minucio
Félix
Fue uno de los primeros
apologistas latinos de la Cristiandad. Escribió Octavio, un diálogo entre un pagano y un cristiano, exaltando las
bellezas del Evangelio. Murió cerca del 250 d.C.
San
Nilo del Sinaí (San Nilo el Viejo)
Fue un laico que se
convirtió en teólogo y monje. Después de haber sido uno de los prefectos
pretorianos de la corte de Constantinopla, bajo la dirección de san Juan
Crisóstomo empezó su estudio de las Sagradas Escrituras y los libros de los
Padres de la Iglesia (398 d.C.) que lo antecedieron.
Hacia el año 404 d.C.
lo dejó todo e ingresó con su hijo Teódulo al monasterio del Monte Sinaí. Allí
empezó una febril producción teológica y literaria, convirtiéndose en consultor
de teólogos, obispos y funcionarios. Sus numerosos trabajos consistieron en
polémicas contra sectores cismáticos y heréticos, defensas de la verdadera
doctrina, consejos para llevar una vida ascética, denuncias sobre abusos de
poder y otros crímenes, argumentaciones para persuadir a otras figuras públicas
de hacer parte de la Iglesia, y máximas y refranes sobre la vida religiosa.
Asimismo, hizo una
vigorosa defensa de su antiguo mentor, san Juan Crisóstomo, cuando éste fue
perseguido y atacado por la emperatriz y algunos clérigos que lo envidiaban.
Algunos historiadores afirman que murió hacia el 431 d.C. Otros, hacia el 451
d.C.
Escribió Sobre la oración, Sobre los espíritus
malvados, Sobre los vicios, Sobre los malos pensamientos, Sobre el Evangelio de
san Lucas, Del ascetismo, De la pobreza voluntaria, Elogio del Monje,
Excelencias de la vida monástica, Admoniciones (una colección de máximas
sobre la piedad, el amor a Dios y la vida contemplativa), y una gran cantidad
de cartas (de las que han llegado más de 1000 hasta nuestros días).
San Optato
Teólogo y obispo del
siglo IV d.C., famoso por su trabajo Contra
los donatistas (sectarios que rechazaban la objetividad de los sacramentos
y la idea de que los sacramentos administrados por un sacerdote ordenado fueran
plenamente válidos por intercesión divina), insistiendo en que los pecadores sí
podían ser miembros de la Iglesia y que aún aquellos sacerdotes cuya vida no
fuera intachable podían administrar los sacramentos, pues los atributos de los
sacramentos dependían de Dios y no de los que los preparasen.
Asimismo, señaló que la
Iglesia era Católica, es decir, universal, y por eso no podía reducirse a unos
pocos, ni limitarse geográficamente. Y anotó que la Iglesia era Una, y que
nadie tenía derecho a dividirla.
Orígenes
de Alejandría (Orígenes Adamancio)
Filósofo, teólogo,
profesor, exégeta, autor y asceta, que vivió de 184 d.C. a 254 d.C.
Se le llamó
“adamancio”(diamantino, irrompible, inalterable) por su célebre rígido ascetismo.
Su maestro fue su padre, san Leonidas de Alejandría, teólogo y mártir. Fue una
de las figuras más influyentes en la Historia de la Iglesia.
Aunque nunca fue
canonizado por algunos sus temerarios conceptos teológicos (la preexistencia de
las almas, la subordinación del Hijo al Padre siendo ambos consubstanciales, la
apocatástasis), la Cristiandad le reconoce sus valiosos aportes en materia
hermenéutica, crítica, literaria y espiritual, y su vida rica en virtud y
piedad.
Defendió la
interpretación alegórica de las Sagradas Escrituras, haciendo hincapié en
superar la literalidad y pasar a la búsqueda de significados y símbolos para una
hermenéutica más completa. San Ambrosio de Alejandría, uno de sus conversos,
impresionado por su talento, se comprometió a publicar todos sus trabajos (que,
en consecuencia, Orígenes le dedicó).
Propuso que después de
la segunda venida de Cristo se instauraría un nuevo mundo, en el que todas las
criaturas (incluyendo a Satanás) se reconciliarían con Dios, reconociéndolo
como el único Señor (apocatástasis).
Después de que la
situación política se hizo difícil en Alejandría, se fue a vivir a Cesarea
(Palestina). Algunos envidiosos empezaron a difundir contra él rumores de
heterodoxia y de una supuesta castración que se autoinflingió (crimen que se
castigaba con la pena capital en aquella época). El rumor de que se había
castrado siguiendo literalmente el pasaje de Mateo 19:12 (“… y hay eunucos que
se hicieron eunucos a sí mismos para lograr el Reino de los cielos…”) va en
completa contravía con la lectura que Orígenes hacía de la Biblia, opuesta a la
burda literalidad, y con la propia personalidad del sabio, tan estricta en lo
moral (pues la tal castración habría contravenido las muy cristianas ideas del
cuerpo como creación de Dios sobre la que no debe hacerse mutilación o
alteración alguna, y de no poner en riesgo la vida, que no le pertenece sino al
Señor).
Creó una Hexapla consistente en una compilación
de traducciones del Antiguo Testamento, organizada en forma de tabla
comparativa, en la que estaban el texto hebreo consonántico, el texto hebreo
traducido a caracteres griegos, la traducción griega de Aquileo de Sinope, la
traducción griega de Símaco el Ebionita, la versión Septuaginta y la traducción
griega de Teodocio. San Jerónimo y Eusebio de Cesarea la alcanzaron a conocer.
Lastimosamente, nunca fue copiada por entero y fue destruida por los musulmanes,
por cuya estupidez sólo la conocemos parcialmente, a través fragmentos.
Además, confeccionó una
lista de los libros que, a su parecer, debían hacer parte del Nuevo Testamento,
por su naturaleza de escrituras inspiradas. La lista de Orígenes casi termina siendo
la definitiva del canon, excepto porque él también incluyó el libro del Pastor
de Hermas y la primera epístola del Papa san Clemente.
Escribió De los primeros principios (una
exposición de la doctrina católica), Exhortación
al martirio, De la Oración, Comentarios a las Sagradas Escrituras, Mosaicos,
Homilías sobre las Sagradas Escrituras (de las cuales se han descubierto y
publicado hasta el momento casi 300), Refutaciones
a los gnósticos, Contra Celso (un filósofo platónico que había atacado al
cristianismo), Sobre la Resurrección (hoy
en día perdido), Filocalia, Diálogos
sobre la recta fe en Dios, además de numerosas cartas.
Durante la persecución
del emperador Decio, fue encerrado en un calabozo y torturado brutalmente.
Murió al cabo de un tiempo, a raíz de las numerosas injurias que recibió. Según
san Jerónimo, fue sepultado en Tiro.
San Osio
de Córdoba
Vivió entre 256 a 359
d.C. Fue teólogo y obispo de Córdoba, amigo de Lactancio y catequista y
consejero del emperador Constantino, a quien motivó a bautizarse.
Defendió en el Concilio
de Elvira la necesidad de garantizar la disciplina de los clérigos, y apoyó la
moción de que se les debía exigir celibato.
Fue encargado por el
emperador para mediar la disputa entre san Atanasio de Alejandría y el hereje
Arrio (obispo que negaba la divinidad del Hijo y su consubstancialidad con el
Padre), pero al ver que ambas partes se atrincheraron en sus argumentos, tomó
la inteligente decisión de apoyar a san Atanasio y convocó el Concilio de Nicea
(325 d.C.), en el que él mismo redactó el Símbolo de la Fe (Credo Niceno),
aseverando que Jesucristo era tan divino como el Padre. También fue uno de los
coautores de las Actas de dicho
Concilio.
También convocó al
Concilio de Sárdica (343 d.C.), en el que se reafirmó la condena del arrianismo
y se fijaron las líneas de la organización eclesiástica, señalando una vez más
la sumisión de todos los obispos al Papa, obispo de Roma, y esclareciendo los
roles de los obispos, los presbíteros y los diáconos.
El emperador arriano
Constancio II lo persiguió y pretendió obligarlo a rehabilitar a Arrio y
condenar a san Atanasio. El varonil Osio, pese a sus 101 años, le respondió con
determinación en su Epístola a Constancio
que a ningún emperador ni monarca humano le correspondía inmiscuirse en los
asuntos sagrados y de fe, así como a ningún prelado le era lícito mezclarse en
los asuntos políticos y terrenos. Asimismo, le reiteró que estaba dispuesto a
padecerlo todo antes que a derramar sangre inocente o ir en contra de la verdad.
Este texto fue el primero en la Historia en el que se propuso una separación
entre la autoridad eclesiástica y la autoridad civil.
Enfurecido, el
emperador Constancio lo hizo comparecer ante un “concilio” arriano, lo
presionó, lo azotó, lo encarceló y lo torturó. Pero san Osio se negó a firmar
la condenación de san Atanasio. Murió desterrado, al poco tiempo.
San Paciano
Vivió entre 310 y 391
d.C. Fue obispo de Barcelona y teólogo. Destacó por su castidad, su piedad, su
ciencia y su elocuencia. Fue un hombre casado y tuvo un hijo, Flavio, prefecto
pretoriano a quien san Jerónimo dedicó De
los varones ilustres.
Escribió a favor del
primado de Roma, la primacía del papa dentro del magisterio de la Iglesia, los
sacramentos, las penitencias y el reingreso de los que hubiesen apostatado
(contradiciendo el rigorismo fanático de Novaciano).
Han llegado a nuestros
días su tratado Exhortación a la
penitencia y tres cartas pastorales (en una de ellas mencionó: “Mi nombre
es Cristiano, mi apellido es Católico”).
San Paulino
de Nola
Su nombre completo fue
Poncio Meropio Anicio Paulino y vivió de 354 a 431 d.C. Fue poeta, teólogo,
escritor y obispo de Nola. Escribió poemas de corte religioso y un himno en
honor de san Félix de Nola.
Hombre inmensamente
rico y poderoso, había sido senador y cónsul, pero lo dejó todo cuando se
convirtió al Cristianismo. Estuvo un tiempo aprendiendo de san Ambrosio en la
Escuela de Milán, y luego se radicó con su esposa en España.
Destacó por su cariño y
entrega a sus fieles. Al parecer, llegó a canjearse por un prisionero de guerra
de un rey vándalo, sólo para consolar a una pobre viuda que afirmaba que el
prisionero era su único hijo; al enterarse de lo ocurrido, el vándalo no sólo liberó
al obispo, sino que les concedió la libertad a todos los cautivos de Nola.
Paulino también fue
responsable de que san Agustín de Hipona hubiera escrito sus Confesiones: al escribirle a Alipio,
obispo de Tagaste y amigo íntimo de san Agustín, preguntándole cómo fue la
conversión de ellos dos, el sabio de Hipona contestó con ese excelente libro.
Los historiadores también
señalan que fue el primero en usar campanas en las iglesias, costumbre que
pronto fue imitada en todo el mundo.
San Pánfilo
de Cesarea
Este sacerdote,
teólogo, profesor y mártir fue maestro y amigo de Eusebio de Cesarea.
Durante la persecución
de Diocleciano fue encarcelado y torturado junto al diácono Valente y a Pablo
de Jamnia; sin embargo, malherido y sometido a un trato cruel, trabajó junto a
Eusebio en la coautoría de Apología de
Orígenes, y escribió también un Resumen
de los Hechos de los apóstoles. Fue decapitado el año 309 d.C.
San Panteno
(San Panteno el Filósofo)
Filósofo, teólogo y
exégeta, figura descollante de la Escuela de Alejandría. Fue maestro de
Clemente de Alejandría.
Inicialmente estoico,
se convirtió al Catolicismo y demostró cuán compatibles eran la doctrina
cristiana y los pasajes verdaderos de las obras de los filósofos griegos y
romanos.
Fue el principal apoyo
de san Serapión en su lucha contra los gnósticos, y también un formidable
misionero (fundando comunidades cristianas en Persia e India, y reanimando
otras que se remontaban a los tiempos de los apóstoles san Bartolomé y santo
Tomás).
Aunque no han llegado
hasta nuestros días, escribió varios Comentarios
a las Sagradas Escrituras, que llegaron a ser conocidos por Eusebio. Murió
en 200 d.C.
Papías
de Hierápolis
Este teólogo, autor y
obispo de Hierápolis vivió entre 60 y 130 d.C. Escribió una Exposición de los dichos del Señor, en
concordancia con los cuatro Evangelios canónicos, de la que sobrevivieron fragmentos gracias a san Ireneo de Lyon y
a Eusebio de Cesarea.
San Pedro
Crisólogo
Este teólogo, exégeta,
obispo de Rávena y Doctor de la Iglesia vivió de 380 a 450 d.C. Es conocido
como el “Doctor de las Homilías” por sus concisas, profundas y estructuradas
reflexiones. De hecho, “crisólogo” significa “el de las palabras de oro”. Se
conservan 176 de estas Homilías,
compiladas y editadas por el arzobispo Félix de Rávena.
También han llegado a nosotros
algunas de sus cartas. En ellas condenó el arrianismo y el monofisismo, explicó
el credo de los Apóstoles y el misterio de la Encarnación con sencillez y
claridad, alentó a sus feligreses a ir a misa y comulgar a diario, declaró que
toda la Iglesia le debía obediencia al Papa y sostuvo la virginidad perpetua de
María.
San Policarpo
de Esmirna
Vivió entre 69 y 156
d.C. Fue discípulo del apóstol san Juan, condiscípulo de san Papías de
Hierápolis y maestro de san Ireneo de Lyon, quien copió la única obra de san
Policarpo que ha sobrevivió hasta el día de hoy: su Carta a los Filipenses.
Cuando conoció
personalmente a san Ignacio de Antioquía, que pasó por Esmirna de camino a Roma
para su martirio, besó sus cadenas.
Ambos se habían carteado anteriormente.
Fue martirizado durante
la persecución del emperador Marco Aurelio. La tradición cuenta que cuando fue
obligado a blasfemar contra Dios, el venerable anciano exclamó: “Ochenta y seis
años he servido al Señor, y Él no me ha hecho ningún mal… ¿Cómo voy entonces a
blasfemar contra mi Rey y mi Salvador?...En la compañía de los mártires voy a
compartir el cáliz de Cristo”.
San Proclo
de Constantinopla
Secretario de san Juan
Crisóstomo, filósofo, teólogo y patriarca de Constantinopla del 434 d.C. al 446
d.C., año en que falleció.
Trabajó enérgicamente
en la reconciliación de los episcopados occidentales y orientales, y se
distinguió por su bondad, la dulzura de su trato y su espíritu de servicio. Se
conservan 25 sermones suyos, en los que hace referencia a Jesús como verdadero
Dios y verdadero hombre, modelo para toda la Humanidad, y a María como la
siempre Virgen y madre de Dios.
Rufino
de Aquilea
Su nombre completo fue
Tirano Rufino de Aquilea. Escritor, traductor y exégeta, nacido en 345 y
fallecido en 411 d.C. Fue estudiante de san Jerónimo, san Cromancio y san
Dídimo el Ciego.
Escribió De los bendecidos Patriarcas, Comentarios al
Símbolo de los Apósoles, Apología de san Jerónimo, Continuación de la Historia
de Eusebio y De las adulteraciones de
los libros de Orígenes.
Como traductor, destacó
por traducir al latín casi por completo la obra del sabio Orígenes de
Alejandría, así como algunos textos de san Gregorio Nacianceno, de Eusebio y de
Clemente de Alejandría.
Salviano
de Marsella
Escritor, filósofo y
asceta que vivió entre el 400 y el 470 d.C. Su obra maestra fue El gobierno de Dios, una extensa
reflexión sobre la Historia en la que creyó ver una Providencia o plan
universal de Dios que terminaba siempre por permitir el triunfo de los buenos y
castigaba a los inmorales, viciosos y decadentes de múltiples maneras.
Asimismo, planteó que la salvación del Señor alcanzaba aún a quienes estuvieran
fuera de la Iglesia (idea que se consolidaría en el Concilio Vaticano II),
siempre y cuando vivieran una vida casta, piadosa y de servicio al prójimo.
También escribió un Libro contra la avaricia (en el que
sostuvo que todos los cristianos estaban llamados a compartir sus bienes, a ser
generosos y a vigilar que los clérigos no acumulasen bienes materiales), y
nueve Cartas en contra de la codicia
y la lujuria, en las que exaltó la pureza del espíritu.
San Serapión
de Antioquía
Teólogo, escritor y
Patriarca de Antioquía de 191 a 211 d.C., año de su muerte. Escribió una Carta contra el montanismo (herejía que
sostenía que cualquier creyente podía profetizar en nombre del Espíritu Santo,
y que advertía contra un “inminente” fin del mundo en esa época), unas Actas contra el gnosticismo y una Carta contra el evangelio apócrifo de Pedro (en
la que presentaba argumentos en contra de este texto no canónico).
San Siricio
Vivió entre 334 y 399
d.C. Fue Papa, teólogo y polemista. Escribió unos Decretos sobre el Bautismo, sermones contra maniqueos y
priscilianos, y varias cartas pastorales instando a laicos, religiosos y
clérigos a llevar una vida disciplinada, ordenada, piadosa y entregada al
servicio.
Sofronio
I de Jerusalén
Discípulo de Juan Mosco
(autor de Prado Espiritual, una
compilación de biografías de santos de la Iglesia), defensor de la doctrina
cristológica difisista (Jesús tenía plena naturaleza divina y plena naturaleza
humana) y ditelista (Jesús tenía tanto voluntad divina como voluntad humana) y
escritor de numerosos textos poéticos (Anacreóntica,
veintitrés poemas en métrica clásica ), dogmáticos y hagiográficos, entre los
que destaca el Florilegio (antología
de diversos padres de la Iglesia a favor del ditelismo), una Vida de santa María de Egipto, varios
sermones y una Carta Sinodal al Papa
Honorio I.
Su última contribución,
poco antes de morir, fue negociar con el califa Omar, conquistador de
Jerusalén, que les perdonara la vida a los cristianos que allí vivían y que les
permitiera conservar sus derechos civiles y religiosos, a cambio de un tributo.
Así se logró el Tratado de Sofronio y Omar.
Taciano
de Adiabene (Taciano el Sirio)
Este teólogo y filósofo
vivió entre 120 y 180 d.C. Fue discípulo de Justino el Mártir, y abrió una
escuela cristiana en Roma. Después de la muerte de Justino (165 d.C.) viajó a
Alejandría, donde conoció a san Clemente, y terminó sus días como predicador y
misionero en Mesopotamia, donde fundó una nueva escuela y apoyó el ascetismo
cristiano.
Consideró que el alma
humana originalmente era cercana a Dios y llena de fe, y que el monoteísmo era
connatural a ella, pero que a raíz del pecado original (la caída) se había
alejado de Él y de la fe verdadera, y por eso había incurrido en el craso error
del politeísmo. Insistió en que sólo a través del monoteísmo, el alma humana
podía librarse de las tinieblas y los errores del mundo material y ascender
nuevamente hacia el punto de reunión con el Señor.
Describió a Dios como
ser Todopoderoso, inmaterial y eterno, por lo tanto existente antes de la
creación. En su entender, la creación se dio a partir de la nada, gracias al
amor del Señor, quien permitió la emergencia de la materia. También opinó que
como la creación provenía de Dios, en cierto sentido todos los seres creados
tienen algo de Dios: el espíritu universal o alma universal, que es común a los
ángeles, los hombres, los animales y las plantas. Este espíritu universal en el
ser humano es su alma, la chispa divina.
De los primeros
espíritus (los ángeles) una porción cayó, originando a los demonios. Según
Taciano, dicha caída se produjo a raíz del deseo de estos espíritus por separar
a los hombres de Dios, con la esperanza de que los hombres los sirvieran a
ellos y no al Señor. El líder de estos demonios, Satanás, logró tentar y hacer
caer al hombre, perdiendo éste su vida bendecida inicial, y siendo sumergido en
la esfera de lo material, aunque conservando una ligera reminiscencia de Dios.
Taciano fue un
convencido de la libre voluntad del hombre. Esta voluntad lo empuja al
reencuentro con Dios, de quien está nostálgico. El Espíritu de Dios, a través
de sus profetas, recuerda a los seres humanos su relación perdida con Dios, y
los alienta a restablecerla; también envía a sus profetas, y allana el terreno
para la redención definitiva lograda con Cristo.
Escribió Carta a los griegos (desnudando las
incoherencias y los absurdos del politeísmo pagano), Sobre la perfección acorde con la doctrina del Salvador y
comentarios a las Sagradas Escrituras (entre los que se cuenta una Compilación de pasajes difíciles y
problemáticos).
Su obra más conocida y
traducida es Concordancias (Diatessaron),
al mismo tiempo síntesis y majestuosa narración de la vida y la doctrina de
Jesucristo, lograda al combinar de manera armónica y ordenada el material de
los cuatro Evangelios canónicos (Marcos, Mateo, Lucas y Juan). Este libro fue
el texto oficial de la Iglesia en Siria hasta el siglo V d.C., y circuló en
Occidente como suplemento.
Beato Teodoreto
de Ciro
Este filósofo, teólogo
y obispo vivió de 393 a 466 d.C. Tuvo como maestros a Diodoro de Tarso y
Teodoro de Mopsuestia. Destacó por su celosa defensa de la correcta doctrina,
en una época de frecuentes polémicas cristológicas.
Erigió muchas iglesias
y capillas, y atrajo de nuevo a la Iglesia a miles de marcionitas (que
rechazaban el Antiguo Testamento, sostenían que Dios no era el mismo Dios de
Israel y concebían el mundo de forma similar a los maniqueos, como una lucha
entre deidades benignas/inmateriales y malignas/materiales), arrianos y
macedonianos.
Concibió a los autores
bíblicos como instrumentos del Espíritu Santo, señalándolos como guiados por Él
a la hora de escribir, aunque sin perder sus peculiaridades estilísticas
individuales. Señaló también que las Sagradas Escrituras se comunicaban a veces
en forma metafórica y simbólica.
Escribió Comentarios de casi todos los libros del
Antiguo Testamento y de las epístolas de san Pablo, así como una Cadena Áurea (exégesis de los cuatro
Evangelios), una Colección de
argumentos suyos y de otros Padres de la Iglesia contra sectarios y herejes),
un tratado Sobre la Santísima Trinidad
dadora de Vida, una Exposición de la
recta fe y una Encarnación del Señor.
Asimismo, publicó La verdad del Evangelio como cura de las
enfermedades de la filosofía griega, Historia de la Iglesia (desde el
ascenso del arrianismo hasta el año 450 d.C.), Historia de los Religiosos (un conjunto de biografías de monjes y
ermitaños), Tratado de Heresiología,
Compendio de Herejías, Compendio de los Dogmas de Dios, Sobre el Amor Divino y
numerosas cartas (de las que han sobrevivido 250) y homilías.
También nos han llegado
fragmentos de sus libros Defensa de
Diodoro y Teodoro, Contra Arrio y Eunomio, Contra los macedonianos, Contra
Marción, Sobre los magos y Diez
discursos sobre la Divina Providencia.
Teodoro
de Mopsuestia (Teodoro de Antioquía, Teodoro el Intérprete)
Vivió entre 350 y 428
d.C. Teólogo, obispo de Antioquía, autor y apologista, perteneciente a la
Escuela de Antioquía. Fue amigo de san Juan Crisóstomo, quien lo convirtió.
Escribió Tratado sobre la Encarnación, Comentarios al
Antiguo Testamento, Libro de las perlas (una colección de máximas y
consejos, al parecer recopilados por sus estudiantes), textos catequéticos y
varios sermones
Incurrió en varios
errores, como el negar a la Virgen el título de madre de Dios o apoyar algunas
posturas pelagianas, motivo por el cual fue criticado por varios teólogos e
historiadores eclesiásticos, y hasta anatematizado, aunque su importancia en la
Patrística es indiscutible.
Teófilo
de Alejandría
Patriarca de Alejandría
de 385 hasta su muerte en 412 d.C. Tío de san Cirilo de Alejandría y celoso
defensor de la fe cristiana contra el paganismo, aunque también cometió graves
errores, como atacar a san Juan Crisóstomo y presidir el ridículo “Sínodo de la
Encina” que lo depuso.
Escribió un Tratado contra Crisóstomo y unas Homilías (algunas de ellas traducidas
por san Jerónimo), así como algunas cartas a san jerónimo y a los Papas
Anastasio I e Inocencio I.
San Teófilo
de Antioquía
San Eusebio de Cesarea
y san Jerónimo de Estridón conocieron sus textos Contra la herejía de Hermógenes (retórico y poeta que vio con
buenos ojos la feroz persecución que de la Iglesia hizo el emperador Marco
Aurelio), Contra Marción (hereje que
sostenía que las acciones de Jesús eran incompatibles con las de Yahvé, y
propuso que constituían dos deidades distintas; también negaba la omnisciencia
y la inmaterialidad de Yahvé, e incurrió en un gnosticismo burdo, postulando
que Yahvé era el Demiurgo furioso y castigador), Comentario a los Proverbios y Apología.
Este último es el único libro de san Teófilo que ha llegado a nuestros días.
En su Apología, dedicada a un amigo pagano
llamado Autólico, opinó que la Biblia era divinamente inspirada (y no los libros paganos) y que los autores
grecorromanos paganos eran inconsistentes, poco veraces y poco convincentes, a
diferencia de los hagiógrafos de la Sagrada Escritura. También señaló que los
oráculos paganos eran imprecisos, mendaces y ambiguos, mientras que las
profecías que el Señor ponía en boca de Sus profetas eran claras, contundentes
y verdaderas, porque sí se cumplían.
San Teófilo fue el
primer católico en escribir sobre la Santísima Trinidad de forma sistemática en
un texto teológico: habló de Dios Creador (el Padre), de Su Palabra (el Logos,
el Hijo) y de Su Sabiduría (el Espíritu Santo). También creyó en la
inmortalidad de las almas de los creyentes, y en su resurrección, para el
Juicio Final asociado a la segunda venida de Jesús y al fin de los tiempos. Fue
obispo de Antioquía desde 169 hasta su muerte en 185 d.C.
Tertuliano
Su nombre completo era
Quinto Septimio Tertuliano, y vivió entre el 155 y el 240 d.C. Apologista
cristiano y polemista contra los herejes, considerado el fundador de la
Teología en Occidente.
Fue el primero en
definir la Santísima Trinidad para explicar las tres distintas personas del
único Dios verdadero: tres personas y una sola sustancia. También contradijo a
Platón y a Pitágoras, negando las ideas de la reencarnación y la metempsicosis
de las almas.
Insistió en que por el
bautismo el hombre renuncia a las obras del Maligno, y empieza un camino de
paulatino acercamiento a Dios, siempre y cuando se guarde de cumplir con los
preceptos establecidos por Jesucristo en Su Evangelio. El bautismo, para
Tertuliano, era un renacer.
Consideró que los
sufrimientos del Señor a lo largo de su vida, su pasión y su crucifixión fueron
eficaces para la redención del hombre, siempre y cuando éste responda con
fidelidad al llamado salvador de Dios.
Consideró los libros de
la Biblia verdadera Sagrada Escritura, de inspiración y origen divino así sus
redactores hubiesen sido humanos, en tanto que habían escrito movidos e
inspirados por el Señor. Las Escrituras contienen palabras de verdad y de
sabiduría superiores a cualquier texto filosófico.
También defendió la
tradición apostólica de la Iglesia, señalando que desde su fundación a cargo de
Jesucristo, y desde su primer Papa (el apóstol san Pedro), era rastreable toda
la línea de sucesión apostólica, cosa que no sucede con las sectas.
Condenó enérgicamente
el asesinato, la mentira y la fornicación, insistiendo en que eran
completamente contrarios a la doctrina católica. Identificó al Imperio Romano
de su época con la Babilonia del Apocalipsis, dada la feroz persecución que
hacía contra los seguidores de Cristo. Afirmó que Roma estaba borracha con la sangre
de los mártires y los santos, y exhortó a dicha ciudad a que respetara al
Pontífice, sucesor de Pedro, y a su grey, si quería evitarse los justos
tormentos que correspondían a su maldad.
Creyó firmemente en la
resurrección de los justos a la segunda venida de Jesucristo (parusía), que
además anunciaría el fin de los tiempos. Igual que san Ireneo de Lyon,
Tertuliano identificó al Anticristo con la Bestia y el Hombre del Pecado del
Apocalipsis. Dicho Anticristo será el peor perseguidor de la Iglesia, más malo
aún que los sanguinarios emperadores romanos, y aparecerá poco antes de la
parusía. La Bestia será derrotada por Jesucristo, y se instaurará un nuevo
mundo (“Nueva Jerusalén”) precedente a la eternidad del Cielo.
De su extensa obra
destacaron los libros: Apologética a
favor de los cristianos, Libro a las Naciones, Sobre el testimonio del Alma,
Sobre los mártires, Sobre la idolatría, Sobre los espectáculos, De la Oración,
Del Bautismo, De la Penitencia, De la Paciencia, Disertación sobre Moisés, Del
culto de las mujeres, Contra Marción, Contra Hermógenes, Contra Valentiniano,
Contra los judíos, De la alimentación, Del Alma, De la Encarnación, De la
resurrección de la carne, Exhortación a la castidad, De la monogamia, Del
pudor.
San Venancio
Fortunato
Vivió entre 530 y 609
d.C. Poeta, obispo y compositor de himnos religiosos. Dos de sus poemas se
hicieron parte de la liturgia, el Pange
Lingua Gloriosi Proelium Certaminis (que sirvió de inspiración a santo
Tomás de Aquino para componer el Pange
Lingua Gloriosi Corporis Mysterium) y
el Vexilla Regis prodeunt de Semana
Santa.
Este santo, famoso por
su carácter dulce y servicial, cultivó prácticamente todos los géneros poéticos
de su tiempo: en sus libros encontramos epitafios, himnos, poemas religiosos, consolaciones,
panegíricos, epitalamios, poemas festivos, dedicatorias a otros obispos y
amigos, poemas políticos, prosa poemática, reflexiones, aforismos, poemas al
estilo alejandrino y al estilo latino.
También escribió una
biografía, la Vida de san Martín de Tours,
un extenso poema histórico-narrativo, y una hagiografía de la reina
Radegunda.
San Vicente
de Lerins
Este monje y autor se
hizo célebre con su Comunitorio, una
guía sobre la correcta enseñanza del Cristianismo. Tuvo esta idea para ayudar a
distinguir a todos sus lectores entre la herejía y la verdadera doctrina. Murió
el 445 d.C.
*
David
Alberto Campos Vargas
Médico y cirujano - Pontificia Universidad
Javeriana
Especialista en Psiquiatría - Pontificia
Universidad Javeriana
Neuropsiquiatra - Pontificia Universidad
Católica de Chile
Neuropsicólogo - Universidad de Valparaíso
Filósofo - Universidad Santo Tomás de Aquino
Psicoterapeuta - Sociedad de Psicoterapia Formativa
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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principales Santos, Valladolid.
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Ediciones Ariel.
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Martirologio Romano (1791), Madrid.
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Patiño Franco, J.U. (2011) Los Padres de la Iglesia, Bogotá,
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Ribadeneyra, P. (1761) Libro de las Vidas de los Santos,
Toledo.
Sálesman, E. (2005) Vidas de Santos, Bogotá, Apostolado
Bíblico Católico.
© David Alberto Campos Vargas, 2017
Cómo citar este artículo: Campos Vargas, D.A. (2021) Aportes teológicos de los Padres de la Iglesia. Revista Virtual de Psicoterapia Formativa, Junio de 2021.